Si hay un momento importante en la creación de una obra literaria ese es el de la revisión.
Con la obra completa, el escritor vuelve sobre ella para detectar sus fallos y resolverlos, pulir el lenguaje, redondear a los personajes, eliminar lo superfluo… Es un trabajo delicado y exigente; muchos escritores concuerdan en que la revisión es la parte más significativa del proceso de escritura, la que exige un trabajo más severo y minucioso.
En La muerte de Virgilio, de Hermann Broch, se dice al respecto de la fase de revisión:
El creador no puede quitar su mano de la obra hasta que haya alcanzado la perfección; debe efectuar cambios, debe eliminar lo insuficiente, así le ha sido ordenado, y debe hacerlo aun a riesgo de que toda la obra se pierda. No hay más que una sola medida, que es el fin de la obra; solo el fin de la obra permite medir lo que puede quedar y lo que merece ser destruido; realmente, esta meta es lo único que importa.
Precisamente, por su dificultad intrínseca, la revisión es un momento que pone nerviosos a muchos escritores. El primer borrador está escrito y el momento de la verdad ha llegado: ahora toca examinar con cierto desapasionamiento el resultado, calibrar los errores cometidos e idear maneras apropiadas de resolverlos.
La pregunta resulta inevitable: ¿lo he hecho bien?
La ansiedad del «¿Lo he hecho bien?»
Durante la última edición del Curso de Escritura Creativa surgió esta cuestión con una de las alumnas (Rosa, allá va un abrazo fuerte): ¿cómo superar esa ansiedad del «¿Lo he hecho bien?». Porque esa ansiedad vuelve todavía más difícil el ya de por si complicado trabajo de revisión y reescritura.
La pregunta «¿Lo he hecho bien?» implica inseguridad: en nuestro trabajo, en nuestra visión, en nuestras capacidades. Y resulta, por tanto, incapacitante. Porque si dudas de tu trabajo y de tus capacidades, ¿cómo tener la seguridad de que serás capaz de apreciar los fallos de la obra?, ¿cómo estar seguro de que sabrás solventarlos?
Rosa, muy acertadamente, dio con la clave para abordar la revisión desde una posición que no genere esa ansiedad. Se trata de poner la atención no sobre ti como autor («¿Lo he hecho bien?»), sino sobre el texto.
Creo, por tanto, que, al menos en mi caso, tendría que cambiar la pregunta por la que tú apuntas: «¿Gana o pierde [el relato] si le añado o suprimo esta parte?», mucho más focalizada en el texto que en el propio autor. Que así deja de mirarse el ombligo y se centra en el texto. Tal vez es un pequeño cambio de perspectiva, pero con un gran resultado: la liberación del «bien-mal».
Muchísimas gracias de nuevo por hacérmelo ver.
En efecto, la pregunta «¿Lo he hecho bien?» se centra en el sujeto, en el escritor. Pero en la fase de revisión y reescritura la atención debe estar enfocada en el texto, no en su autor. El autor no es relevante, o lo es solo como artífice, como artesano que ensambla las piezas. Lo que hay que valorar es la máquina literaria que ese artesano ha creado. Y entonces las preguntas que han de plantarse deben versar sobre el funcionamiento de esa máquina y nada más.
¿Cómo se puede mejorar la obra?
La pregunta, por tanto, no es «¿Lo he hecho bien?», sino «¿Cómo se puede mejorar la obra?». Así la perspectiva cambia, la ansiedad se reduce. Ya no se trata de valorar las capacidades del autor, sino de evaluar las potencialidades del texto. El escritor no debe ocuparse de sí, sino de la historia y de sus componentes, para ver si están bien ensamblados, si hay partes que sobran o partes que faltan, qué mejoras podrían hacerse y cuáles son los recursos o técnicas que permitirán llevarlas a cabo…
De modo que la pregunta «¿Cómo se puede mejorar la obra?» es tan solo un planteamiento general. Esa pregunta debe dividirse en muchas otras.
- ¿Es un texto bien equilibrado?, ¿alguna parte se ha desarrollado en exceso a costa de las otras?
- ¿Hay información redundante que deba eliminarse? ¿Se comprende todo adecuadamente o faltan piezas de información que faciliten la comprensión?
- ¿Qué hay del desarrollo de los personajes?, ¿actúan de una manera verosímil?, ¿las relaciones entre ellos resultan forzadas de algún modo? ¿Hay algún personaje que sobre?
- Y los diálogos, ¿fluyen?, ¿resultan naturales? ¿Se ha usado apropiadamente el registro del habla de cada uno de los personajes? ¿No habrá un exceso de diálogos?
- ¿Se ha elegido al narrador correcto para contar la historia? ¿Su voz y tono son apropiados? ¿Cómo maneja la información que proporciona en cada momento?
- ¿Las descripciones son suficientes?, ¿permiten que el lector se haga una idea clara de los espacios y ambientes en los que se mueven los personajes?
- ¿Hay fallos en la cronología?, ¿sufre la línea temporal alteraciones indebidas? ¿Y qué hay de la causalidad?, ¿queda clara la línea causa-efecto?
- Qué pasa con el desenlace, ¿se desprende de manera lógica de lo narrado?, ¿o se ha construido una sorpresa o efecto final que no tiene una base firme en lo contado?
- ¿Y el lenguaje?, ¿se ha usado con propiedad?, ¿hay frases o párrafos oscuros?, ¿frases hechas?
Todas estas preguntas pueden servirte como base para abordar una revisión que ponga el foco en la obra y no en el autor. Pero ten presente que las preguntas pueden ser más y, sobre todo, que deberán adaptarse a la realidad del texto. En cada revisión, las preguntas variarán.
Obviamente, tanto plantearse las preguntas adecuadas como darles a continuación respuesta implica que el escritor conozca su oficio y sus herramientas.
Si no sabes nada sobre la estructura de un texto literario o sobre el arco dramático de los personajes es muy difícil que puedas valorar adecuadamente su uso (y además es probable que ese desconocimiento haya dejado sus huellas en el texto).
Conocer los mecanismos de la ficción resulta imprescindible cuando se quiere escribir obras solventes. Porque esos conocimientos se aplican a lo largo de todo el proceso de escritura: durante la necesaria planificación, durante la escritura neta y, por supuesto, durante la fase de revisión. Pero quizá esos conocimientos son especialmente necesarios en la fase de revisión y reescritura: primero, como decíamos, para ser capaces de detectar los problemas que presenta el texto; y luego, para poder dar con el modo de solucionarlos.
Enfrentado a un problema que ha encontrado en su obra, el escritor echará mano de su caja de herramientas y podrá valorar cuál es la mejor, la más apropiada, para solventar ese fallo en concreto.
Si quieres hacerte con esos necesarios conocimientos, o ampliar los que ya tienes, puedes hacerlo con nosotros en la próxima edición del Curso de Escritura Creativa.
En el curso se repasan los más importantes elementos de un texto literario y algunos de los principales mecanismos de la ficción. Y tendrás que escribir cuatro relatos para poner en práctica su manejo. Esos ejercicios serán revisados y comentados contigo de manera personal por la profesora, y ya ves que interesantes temas surgen de esas revisiones. Además, también tendrás cuatro encuentros grupales en directo donde las conversaciones no resultan menos interesantes.
Hay una única edición al año del Curso de Escritura Creativa, puedes unirte sin compromiso a la lista de espera y te daremos notificación preferente en cuanto se abra el plazo de inscripción.
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Pero no te vayas sin contarnos cómo afrontas tú la fase de reescritura, tus filias y fobias en ese crucial momento de la creación. Como siempre, te leemos en los comentarios.