De la idea al texto: los tres elementos que intervienen en la escritura

Una idea, un argumento, ha surgido en tu mente. Ahí está el germen de un relato, tal vez de una novela. Pero ¿cuáles son los pasos que hay que dar para que esa primera idea inicial se convierta en una historia completa, con su planteamiento, su desarrollo y su final?, ¿qué es lo que hace que una historia vea la luz cuando tantas no pasan de ser meros proyectos? En definitiva, ¿cómo se llega de la idea al texto?

Estamos seguros de que más de una vez te has planteado las cuestiones anteriores. Y es que sabemos que a muchos de vosotros no os faltan ideas sobre las que escribir. De hecho las ideas fluyen sin cesar. Pero el problema es que no sois capaces de convertirlas en obras acabadas.

Si esto sucede es porque muchos no conocéis los elementos que intervienen al escribir y sin los cuales es muy difícil pasar de la idea germen a la obra finalizada.

Esos elementos son tres: el mundo imaginario del autor, la intuición de la obra y la tríada hábito de escribir-paciencia-compromiso. Hoy vamos a reflexionar sobre ellos.

El mundo imaginario del autor

El primer elemento que lleva de la idea al texto es lo que podría denominarse «el mundo imaginario del autor».

Este concepto alude, como es natural, a la fantasía del autor, a su capacidad para imaginar mundos, historias, personajes, situaciones… También a su creatividad e incluso a su originalidad, a la capacidad de su mente para concebir ideas novedosas y formas diferentes de plasmarlas.

Pero el mundo imaginario del autor va más allá de lo puramente imaginativo. También se relaciona con su cultura y conocimientos, porque precisamente ambos son alimento para su imaginación.

Como ya hemos señalado en varias ocasiones, ninguna obra se construye desde cero. Hay influencias que se reelaboran en el cerebro del escritor (de forma consciente, pero también en muchas ocasiones de forma inconsciente) y se vierten después en sus creaciones literarias. Por supuesto, esas influencias no tienen por qué ser meramente literarias: pueden deberse a otras disciplinas artísticas como la pintura, la música, el cine o el ballet, pero también a disciplinas que tengan una menor relación con la palabra escrita, como la arquitectura, la biología, la psicología o la astrofísica.

De ahí que para un escritor sea tan importante tener diversas inquietudes y tener una vida cultural e intelectual activa asistiendo a conciertos, visitando museos, escuchando conferencias, viajando… En vivo, por supuesto, porque las experiencias son más intensas cuando se experimentan en la propia piel, pero también a través de libros, documentales o podcasts.

Por último, el mundo imaginario del autor todavía alude a un factor más: su mirada. Es decir, la forma única y personal en la que el autor ve el mundo.

Se suele hacer hincapié en que un escritor debe ser imaginativo, cuando es mucho más importante que ejercite su manera de mirar a su alrededor. Que agudice su mirada para aprender a profundizar en los sucesos y las personas que le rodean y descubrir así en ellos su potencial literario.

Como ves, el mundo imaginario del autor es un elemento relativamente fácil de conseguir. Incluso aunque no seas una persona especialmente imaginativa (y la mayoría de los escritores lo sois) puedes llegar a desarrollarlo.

De hecho, es ese mundo imaginario lo que impulsa a escribir a muchas personas. Cuando se siente la cabeza llena de historias, de argumentos y personajes no queda otro remedio que dejarlos salir y el impuso natural es casi siempre volcarse en la escritura.

Por desgracia, el mundo imaginario del autor no es en realidad un elemento determinante para que esa historia que un día concebiste llegue a convertirse en una obra acabada. Porque falta un segundo elemento fundamental que lleva de la idea al texto: la intuición de la obra.

La intuición de la obra

De acuerdo, tienes una idea para una novela. Lo más probable es que si tu mundo imaginario es muy fecundo tengas muchas más de una. Es una buena idea, estás seguro, pero ¿cómo convertirla en palabras?, ¿cómo darle una estructura?, ¿quiénes serán sus personajes?, ¿quién su narrador?, ¿cómo empezará y cómo terminará?…

Como ves, la idea no basta. Hay que tener una intuición lo mas clara posible de cómo se va a materializar esa idea.

Como comprenderás, esa intuición precisa de ciertos conocimientos que te permitan descomponer tu idea en los diferentes elementos que construyen un texto literario. Sin ese conocimiento tu idea nunca pasará de ser un balbuceo confuso, un ente amorfo, algo que nunca podrá materializarse en una obra literaria. No pasará de ser ese argumento con el que luchas a brazo partido, pero que eres incapaz de apresar e imaginar en todos sus matices.

Sin embargo, cuando sabes qué piezas componen un texto literario y cómo deben engarzarse entre sí es fácil que la intuición de la obra, su comprensión, siga de manera inmediata y lógica al fogonazo de la idea.

Tendrás tu idea y automáticamente tu cerebro empezará a explorar sus posibilidades narrativas, a identificar el conflicto, a decidir dónde comenzar a contarla y cómo terminará, a sopesar qué tipo de narrador es el que encaja mejor con su tema.

Por eso, para que los dos primeros elementos que llevan de la idea al texto encajen, y en especial para que el segundo se desarrolle, la formación del escritor es básica.

Ya conoces nuestra prescripción: lee cincuenta libros al año. En los libros, sobre todo en los de los grandes autores, vas a encontrar aplicadas todas las recetas de escritura y podrás aprender diferentes formas de utilizar los recursos de los que los escritores disponéis para encarnar vuestras ideas en palabras.

Ahora bien, no es menos cierto que incluso para leer como lo debe hacer un escritor es necesario tener algunas nociones de narratología. Y la mejor manera de adquirirlas es a través de la formación.

De modo que ya sea para sacarle todo el jugo a tus lecturas, o simplemente para darle un buen estímulo a tu escritura, no puedes perderte nuestro Curso de Novela.

La intuición de la obra es un elemento clave para que una idea prospere y se convierta en texto. Pero no solo eso, si no se tienen los conocimientos de narratología que permiten esa intuición de la obra tal vez sí llegues a escribir un relato o una novela, pero lo que brote de tu idea estará falto de calidad.

En efecto, es posible tener una idea y, pese a no tener conocimientos precisos sobre la composición de una obra, lanzarse a escribir. Pero el resultado suelen ser textos pobres, con estructuras básicas (e incluso sin una estructura definida), con personajes planos o conflictos desarrollados de una manera banal.

De modo que, por favor, si la escritura es importante para ti, tómate muy en serio tu formación. Y lee. Mucho.

Hábito, paciencia y compromiso

Tienes la idea germinal, y tienes los conocimientos precisos para llegar a esa intuición de la obra que te permitirá decidir cómo vas a desarrollar su argumento de principio a fin, quiénes serán sus personajes, quién su narrador y todas esas otras decisiones que como escritor debes tomar y que afectan al resultado final.

Pero todavía hace falta algo más para pasar de la idea al texto, para que tu argumento se transmute en palabras que un lector pueda disfrutar: hábito, paciencia y compromiso.

Tener una idea (o muchas) para escribir una novela o un relato no significa que llegues a escribirlos. Cuántos de vosotros tenéis decenas de argumentos rondándoos la cabeza, pero muy poco o nada escrito.

Esta claro que sin el hábito de la escritura nunca irás más allá de imaginar desarrollos y personajes. Por eso es tan importante acostumbrarse a escribir a diario.

Somos conscientes de que son muchas las obligaciones diarias, además la vida contemporánea está llena de estímulos por los que es fácil dejarse arrastrar. Pero si no escribes a diario (o al menos con asiduidad) es muy difícil que seas capaz de sentarte a escribir un relato de principio a fin. Como tampoco lograrás que tu escritura progrese o encontrarás el tiempo necesario para formarte.

Pero además del hábito, vas a precisar paciencia.

Un texto implica muchas horas de trabajo: hay que planificarlo, escribirlo, revisarlo, reescribirlo, corregirlo. Y en nuestra sociedad sobreestimulada y acostumbrada a obtener todo de manera inmediata la larga paciencia que supone la escritura supone un escollo. No quieras escribir un relato en un día y una novela en un mes; eso, sinceramente, no es posible.

De ahí que el compromiso sea también importante.

El compromiso es lo único que te hará perseverar. Ponerte a escribir robándole tiempo a otras tareas o renunciando a diversiones más fáciles. Si tienes compromiso, perseverarás aunque los frutos de tu trabajo no vayan a ser inmediatos.

Sin un compromiso firme con la escritura es muy difícil que tus proyectos avancen hasta su conclusión.

¿Has pensado alguna vez en estos tres elementos que llevan de la idea al texto finalizado? ¿Crees que te falta alguno de ellos?, si es así, ¿cuál crees que no tienes: un mundo imaginario rico, la intuición de la obra o la tríada hábito-paciencia-compromiso? Es hora de compartir experiencias en los comentarios.

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16 COMENTARIOS


Otros artículos:

  • Es interesante lo de habito- paciencia- compromiso. Esa tríada que muchas veces solo tenemos una o dos, pero nunca las tres; leí muchos artículos pero ninguno desvaneció mis dudas, como esté.

  • Excelentes ideas. El apartado «el mundo imaginario del autor», habla de ejercitar la mirada para ver al rededor y agudizarla para profundizar en los sucesos y personas que nos rodean. Meditando un poco en eso me ha surgido de pronto la idea de un relato. Gracias.

  • Buenos días desde México. Creo que lo único que poseo de los tres elementos que se necesitan es el hábito, la paciencia y el compromiso; pero me faltan los otros dos. Creo que empezaré. Saludos.

    • Hola, Máximo:

      Pues tienes quizá los aspectos más importantes, porque sin hábito, paciencia y compromiso los otros dos no sirven de nada. Por otro lado, estamos seguros de que también tienes mundo imaginario, solo que tal vez no te has detenido a pensar sobre él.

      La intuición de la obra hay que entrenarla, desarrollar algunas competencias narrativas que te ayuden a valorar los diversos elementos que compondrán tu obra y cómo manejarlos.

      En cualquier caso, ambas cosas —mundo interior e intuición de la obra— se puenden desarrollar. Y como tienes hábito, paciencia y compromiso no te costará hacerlo. A por ello.

      Un saludo.

  • ¡Hola a todo el mundo!
    Para contestar a la pregunta del artículo, creo que el aspecto en el que más flojeo es en la intuición de la novela. Sé que toda buena novela tiene un conflicto que se va construyendo, momentos importantes, un clímax, etc. Sin embargo, me cuesta identificarlos en mi texto o colocarlos donde corresponde. Además, me cuesta darle profundidad a los personajes y a sus diálogos. Tengo ganas de aprender más sobre estos aspectos.

    • Hola, Margarita:

      Es normal que la intuición de la obra sea la parte que más te cueste. Esa parte requiere tener ciertos conocimientos sobre narrativa que nadie trae de serie, así que hay que hacerse con ellos. Y luego hay que entrenarse en practicar ese conocimiento. La mejor manera es leyendo, para fijarse en qué hacen y cómo los grandes escritores. Con todo eso la intuición de tu obra mejorará y tú escribirás mejores novelas.

      Saludos.

  • El hábito hace a la escritura, como la práctica hace al maestro.
    Escribir… escribir… escribir.

  • Muy cierto esto que recomiendan. Soy un hombre imaginativo y observador del medio en que me desarrollo o trabajo y eso me ha nutrido de ideas, personajes y paisajes; el problema es cuando lo quiero poner en letras. Durante cuatro años participé en un blog donde era compromiso escribir y leer lo de los compañeros y hacer el comentario correspondiente.

    Yo me considero cuentista, mas que novelista y mi compromiso era no exceder de dos páginas y escribía a partir de la idea, como si alguien me dictara. Cuatro años de un cuento por semana, mas de 200 cuentos. Eso me dejó la costumbre de escribir todos los días. En ese tiempo escribí dos novelas, celebrando el bicentenario de nuestra independencia y el centenario de la Revolución mexicana; terminé una tercera que tenía iniciada desde hacía varios años.

    Ahora veo que me faltaba algo: Aprender a escribir un texto literario; lo estoy intentando gracias a sus orientaciones y sugerencias, lo que agradezco. Por desgracia para mí no dispongo de recursos para pagar un curso, por lo que debo arreglarme con sus publicaciones.

    Busco lectores Beta que me lean, corrijan y critiquen, pero no es sencillo obtenerlos; yo mismo he sido lector de otros principiantes y con sinceridad les comparto mis ignorancias y alguna luz que pueda ayudarles, cuando menos en ortografía, muy descuidada por algunos aduciendo que si se fijan en esos pequeños detalles, se pierden en su tema. Cosa que no comparto, pues esa falta de compromiso con su trabajo, no es justificable.

    En fin, un gusto compartirles mis inquietudes y agfradecerles sus presencia. Saludos cordiales

  • Gracias por sus enseñanzas, es estimulante leer todo lo que conlleva intentar ser escritora, sobre todo la triada porque efectivamente vivimos en una época con muchos distractores, pero también, al menos en América Latina, con preocupación constante por la economía, no solamente del país, sino a nivel personal.

    Les mando un saludo afectuoso y un abrazo a la distancia.

    Sara Luz

  • Deseo felicitar al/a autor/a de este artículo. Muy bueno, va directamente al «grano». Muy preciso. Ha sido un gusto, pues por varios meses he buscado algo así, que me aclare el asunto. Gracias y saludos.

  • Muy interesante todos los consejos y ayudas que nos dan para llegar a ser un buen escritor.

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