Tres ventajas de la narración sobre los diálogos

Hace un tiempo, una escritora comentaba en Twitter que a ella no le gustaban los pasajes narrativos extensos, ni a la hora de leer ni a la de escribir. Prefería los diálogos, como un modo de meterse dentro de la cabeza de los personajes y vivir la historia como si fuera uno de ellos.

Como es lógico, cada autor tiene sus gustos y preferencias, su propio estilo, a la hora de plasmar las historias que escribe. Pero la narración, lo que podríamos llamar el discurso narrativo, tiene ventajas innegables que un buen escritor debe conocer.

Solo sabiendo para qué sirven las distintas herramientas que tiene en su caja podrá el escritor tomar las mejores decisiones acerca de cómo componer su obra. Por eso hoy queremos repasar algunas utilidades de la narración, para comprobar que puede resultar tan efectiva como un diálogo y que, simplemente, se trata de comprender cuándo conviene más usar uno u otro recurso en función de la historia que estemos escribiendo, de cómo la estemos escribiendo y de qué efectos persigamos conseguir.

1. Introspección en los personajes

Comencemos por desarticular esa idea tan extendida de que el diálogo es la herramienta que mejor permite «meterse en la cabeza de los personajes».

Desde luego, el diálogo es una herramienta efectiva porque nos permite conocer sin la intermediación del narrador las palabras que los personajes pronuncian; o quizá sería mejor decir con una intermediación atenuada del narrador, pues no hay que olvidar que el narrador suele ser la voz que más peso tiene en una obra literaria.

Pero esas palabras, ¿son siempre expresión de lo que sucede en el interior del personaje? No. Los personajes, cuando hablan (esto es, en los diálogos), pueden mentir. Quizá estén tristes o enfadados, pero no quieran reconocerlo ante su interlocutor. Hablan, pero disimulan o, directamente, mienten.

¿A quién recurre el autor para indicar que el personaje no está siendo sincero cuando dice que se alegra mucho por la nueva relación de su expareja, cuando en realidad se siente celoso y deprimido? Exacto: al narrador.

Puede ser una pequeña acotación que indique, en medio del diálogo, que en realidad el personaje no se siente como dice, que está ocultando sus pensamientos. Pero si se trata de situaciones complejas, el narrador tendrá que extenderse para explicarlas. Hará falta un pasaje narrativo de cierta extensión.

Por otro lado, justamente el discurso del narrador puede funcionar tan bien como un diálogo para permitir que el lector entre dentro de la cabeza de los personajes.

Hace poco repasábamos un ejemplo tomado de Emma para comprobar que un narrador en tercera es capaz de transmitir los sentimientos del protagonista tan bien como un narrador en primera. Ese mismo ejemplo nos sirve para ilustrar que un pasaje narrativo puede sumergirnos en la conciencia del personaje con la misma efectividad que un diálogo.

En la novela de Jane Austen, durante una merienda campestre Emma se porta de una manera muy poco amable con la señorita Bates, una solterona sin fortuna, y el señor Knightley se lo reprocha. Unos párrafos de narración recogen el momento en que Emma reflexiona sobre lo sucedido.

Estaba más perturbada de lo que podía expresar, más de lo que podía ocultar. Nunca se había sentido tan agitada, humillada y afligida, en ninguna otra circunstancia de su vida. Había sufrido una impresión profunda. No podía negar la verdad de los argumentos de su amigo. Sentía los cargos desde el fondo de su corazón. ¿Cómo había podido ser tan cruel, tan brutal con la señorita Bates? ¿Cómo había podido exponerse a crear tan mal concepto de personas que tanto estimaba? ¿Y cómo había podido despedirse de él sin decirle una palabra de gratitud, de comprensión, de cortesía natural?

El tiempo no logró tranquilizarla. Mientras más reflexionaba más dolida se sentía. Nunca se había sentido tan triste. […] Y, durante casi todo el viaje, Emma notó las lágrimas correr por sus mejillas, sin preocuparse en absoluto por reprimirlas, por extraordinario que parezca.

Gracias a ese pasaje el lector comprende perfectamente cómo se siente Emma, su desazón y su vergüenza. Está «dentro de ella». Un diálogo que la protagonista mantuviera con algún otro personaje también hubiera podido transmitir esos sentimientos, pero no de manera más económica. Con su narrador, Austen logra transmitirnos el malestar de Emma en dos párrafos; es probable que un diálogo hubiera debido extenderse mucho más.

Por otro lado, ¿a quién podría contarle Emma cómo se siente? Emma es una joven orgullosa y autosuficiente. No hay a su alrededor un interlocutor al que Emma quisiera confesarle que se ha equivocado y que se siente humillada, por su yerro y por la reprimenda del señor Knightley. En esas circunstancias, parece difícil que Emma se abriera a nadie. De nuevo, la mejor opción es usar al narrador.

2. Caracterización de los personajes

Uno de los cometidos de los diálogos es contribuir a la caracterización de los personajes.

Como el diálogo recoge las palabras del personaje, estas pueden decir mucho sobre él: su nivel de estudios, su profesión, rasgos de su carácter (es optimista, iracundo, amable…), su lugar de procedencia.

Pero los diálogos por sí solos no son suficientes para caracterizar a un personaje. Por eso los buenos escritores se apoyan siempre en la narración. No meramente para describir físicamente al personaje: es alto, moreno, lleva un traje gris y una mochila que parece muy llena; sino, especialmente, para darnos los rasgos de su carácter: es un hombre inseguro que tiende a pensar que los demás lo menosprecian.

Como en este ejemplo de Dientes Blancos, de Zadie Smith. Tenemos la descripción física de uno de los personajes:

La carnicería de Hussein-Ishmael era propiedad de Mo Hussein-Ishmael, un hombretón que se peinaba con tupé sobre la frente y cola de pato en el cogote.

Con unas pocas palabras el lector ya tiene datos para imaginarse al personaje: un hombre grande con un peculiar peinado. De nuevo, esta información no podría presentarse de manera tan efectiva mediante un diálogo.

Pero, además, poco después el narrador nos cuenta un rasgo peculiar de Mo, algo que caracteriza su individualidad: cada día se dedica a matar palomas en un intento de erradicar la plaga que ensucia los aledaños de su tienda.

Llegaría el día, Mo no lo dudaba, en que Crickelwood y sus residentes le agradecieran su diaria escabechina; el día en que los hombres, mujeres y niños del vecindario no tuvieran que seguir mezclando una parte de detergente y tres de vinagre para limpiar la inmundicia que caía sobre el mundo.

De nuevo se apunta mediante el narrador, de manera económica, en unas pocas líneas, lo que ha impulsa a Mo a dedicarse a matar palomas. Conocemos su motivación y sus esperanzas. Por otro lado, ¿contaría Mo a alguien su esperanza de que un día sus convecinos agradezcan sus desvelos?, ¿no temería parecer ridículo?

Es posible que Mo acabe por confesarle a alguien sus aspiraciones en un diálogo, pero de momento, y gracias al narrador, el lector ya las conoce y conoce, por tanto, un poco mejor a Mo.

3. Atmósferas

La narración es también la forma más eficaz de crear una atmósfera.

La atmósfera narrativa es el clima emocional que envuelve al narrador y a los personajes. Y también al lector. Cuando está bien lograda la atmósfera es quizás, de entre todos los elementos que componen un texto literario, uno de los que resulta más claramente perceptible para el lector.

Pero es imposible construir una atmósfera meramente con diálogos. La atmósfera brota del discurso del narrador, de las descripciones que hace de lugares, personas, estados de ánimo…, de las palabras que usa en cada párrafo y en cada frase.

Es precisamente el filtro que el narrador impone al texto lo que contribuye a crear el clima emocional que forma la atmósfera.

Como en este pasaje de un relato de Noctuario de Thomas Ligotti:

Comenzó a moverse de una habitación a otra en una laboriosa expedición y se convirtió en fugitivo en un mundo de retorcidas suposiciones. Una ventana permitía que penetrase alguna iluminación vidriosa, una luminiscencia cristalina, pero con frecuencia se confundía debido a ciertas variaciones que percibía en los diseños de estas habitaciones. Forzado a doblar una esquina invisible, llegó hasta una pequeña puerta, y por el vano se divisaban finas lineas de luz que aparecían y desaparecían de forma intermitente en la oscuridad. Abrió la puerta. Al otro lado había un largo pasillo de techo bajo con una hilera de pequeños faroles que se apagaban y encendían al unísono a lo largo de ambas paredes. Se quedó  quieto y observó.  Y es que tuvo la impresión de que algo brotaba en el pasillo durante los intervalos de oscuridad, un enjambre de oscuras formas que apenas se dispersaban de forma imperfecta cuando volvía la luz, retorcidos espectros que de alguna manera pertenecían a las propias paredes y se extendían con deformes miembros. Se agachó y luego cruzó los brazos sobre el pecho para no tocar nada que no debiera ser tocado. Cuando la luz volvió a inundar el pasillo, echó a correr por él y se sintió lanzado hacia delante, extrañamente propulsado por una fuerza que no era la suya propia y que no podía controlar. Se quedó trabado en una barandilla, lo cual evitó que se desplomase por el hueco de una escalera que se perdía en las oscuras profundidades.

Estas tres que acabamos de repasar no son las únicas ventajas que incluir pasajes narrativos puede incorporar a tu obra para hacer que sea más rica y elocuente. Con ellos puedes también exponer y reforzar el tema de tu obra, usarlos como transiciones entre escenas o incluir resúmenes que sirvan al lector para recapitular lo sucedido hasta el momento.

Por razones de espacio hemos copiado fragmentos breves. Sin embargo, los pasajes narrativos pueden extenderse durante páginas y páginas. Los buenos escritores saben cómo utilizarlos y los buenos lectores saben cuánta información útil para el correcto comprensión de la obra atesoran sus líneas.

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2 COMENTARIOS


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  • De acuerdo totalmente, ahora me queda más claro. Excelente y agradable artículo. Muchas gracias.

  • Mi enhorabuena por vuestro artículo, siempre es un placer leeros.De acuerdo con lo que decís, yo soy soy más de pasajes narrativos con ellos doy más detalles y veracidad a mi historia y resulta más elocuente. Alguna vez incluyo diálogos cortitos que la misma narración me pide pero son escuetos reconozco, necesarios en su justo momento. No, yo no abuso ni los uso mucho, lo reconozco, tampoco creo que me hagan mucha falta, solo los precisos.

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