Seis cosas mejores que la fuerza de voluntad para escribir más

Para alcanzar una meta no basta meramente con fijársela (aunque este paso es importante), tampoco basta con desearlo con fuerza. Saber lo que queremos y anhelar mucho conseguirlo no es suficiente para lograrlo. Parece que hiciera falta otro ingrediente: la archiconocida fuerza de voluntad. Con fuerza de voluntad, se repite siempre, se alcanza cualquier objetivo.

Quizá alguna vez te hayas dicho que si todavía no eres un mejor escritor es porque te falta fuerza de voluntad. Si la tuvieras escribirías más, leerías más, quizá harías algún curso de escritura que te ayudara a pulir defectos o a salir de tu zona de confort… Pero no tienes fuerza de voluntad, y así los días pasan sin que te ocupes de hacer lo necesario para convertirte en el escritor que quieres ser.

Pero ¿y si la fuerza de voluntad no fuese el problema? ¿Y si no fuese ese el ingrediente secreto que hace que unos alcancen lo que se proponen y otros no?

La fuerza de voluntad

Con frecuencia vemos la fuerza de voluntad como una cualidad innata: se tiene o no se tiene; si no tuviste la suerte de que te tocara al nacer, no queda otro remedio que aceptarlo así. Aquellas personas que cumplen sus propósitos —que escriben y leen a diario, que salen a correr cuatro veces por semana o que ensayan durante horas con un instrumento— fueron bendecidas con fuerza de voluntad.

Pero, en realidad, esto no es exactamente así. Lo que sucede es que hay dos tipos de tareas: las que queremos hacer y las que tenemos que hacer. Hay tareas que nos gustan, que nos divierten o que nos resultan fáciles, hacerlas nunca nos supone un especial esfuerzo; son las cosas que queremos hacer. Pero hay otras tareas que nos cuestan, nos resultan difíciles, no se nos dan bien o, simplemente, son obligaciones; son las tareas que tenemos que hacer.

Hacer lo que queremos no cuesta mucho, no necesitamos nada parecido a la fuerza de voluntad para ponernos manos a la obra con una actividad que nos gusta. De manera que puede ser que la persona que entrena, practica un instrumento o escribe a diario (por seguir con nuestros ejemplos) no lo haga por su enorme fuerza de voluntad, sino porque está haciendo algo que de verdad quiere hacer.

Por tanto, la primera pregunta que debes hacerte si consideras que es la falta de fuerza de voluntad lo que impide que seas más constante con la escritura es si de verdad quieres escribir, si es algo que te gusta de verdad. Quizá la escritura no es tan importante para ti, quizá por eso no encuentras tiempo o ganas para dedicarte a ella con cierta constancia y disciplina. Sé honesto contigo mismo.

Pero si escribir sí es algo que quieres hacer, y lograrlo no es algo que dependa de la fuerza de voluntad, ¿cómo construir esa constancia que, en este arte, es absolutamente necesaria para mejorar? La respuesta no es sencilla e incluye buenos hábitos, alejar la tentación, tener siempre en mente por qué quieres escribir, aprender a gestionar la frustración y darte alguna recompensa. Vamos a verlo.

Escribir es difícil

De acuerdo, tienes claro que quieres escribir. No es una obligación o una imposición. Es algo voluntariamente elegido, algo que brota de ti, que te gusta y deseas hacer.

A pesar de ello, es importante que tengas en cuenta que escribir es difícil. Escribir cuesta, aunque sea algo que deseas hacer con todas tus fuerzas. Cuesta mucho. Requiere aprendizaje, atención, concentración, constancia, paciencia…

Escribir es una disciplina intelectual en la que se progresa paso a paso, en la que cada día se aprenden cosas nuevas (y hay que estar abierto a ese aprendizaje). Los resultados no se alcanzan de manera inmediata, de manera que hay que tener perseverancia. Es, además, un esfuerzo continuado, a largo plazo (si has escrito una novela o la estás escribiendo lo sabes muy bien).

Por todo ello progresar en la escritura, permitir que tenga un papel importante en nuestra vida, no se trata tanto de tener fuerza de voluntad como de construir hábitos y maneras de pensar y actuar que te faciliten escribir cada día, estudiar, leer… Hacer lo necesario para ser cada vez mejor escritor.

1. Hábitos mejor que fuerza de voluntad

Quizá lo más efectivo que puedes hacer para escribir más y, sobre todo, escribir mejor, es desarrollar los hábitos que te ayudarán a hacerlo.

Los hábitos son procesos que funcionan en segundo plano, casi de forma mecánica. Una vez que los tienes, los hábitos funcionan de manera automática. ¿Hay que recodarle a un fumador que fume? No, simplemente aprovecha cualquier ocasión propicia para encender un cigarrillo. ¿Por qué? Porque fumar es un hábito. Un mal hábito, cierto, pero un hábito al fin y al cabo.

Aunque no te hayas parado a pensarlo, tú ya tienes ciertos hábitos: lavarte los dientes después de comer; acostarte a una determinada hora; hacer la limpieza de la casa un día concreto o en un preciso orden. Tus horas de trabajo y tus horas de ocio se rigen por un montón de hábitos que, en realidad, se encargan de hacerte la vida más sencilla.

Se trata de que incorpores los hábitos que necesitas para ser un mejor escritor: escribir a diario, formarte para escribir de una manera consciente, leer más… Quizá debas sustituir un hábito anterior (uno que no te beneficie demasiado) por uno nuevo, enfocado en tu propósito de escribir. Por ejemplo, puedes sustituir el hábito de sentarte a pasar el rato en las redes sociales por el hábito de escribir todos los días.

Hemos hablado más sobre los hábitos en este artículo, pásate a leerlo.

2. Aleja las tentaciones

Hemos dicho que escribir es difícil y, por eso, a menudo cuesta. Hay que pensar mucho y tomar muchas decisiones: sobre la estructura, sobre los personajes, sobre qué se cuenta y qué se muestra; hay que corregir errores; hay que ser flexible para incorporar cambios; hay que elegir con cuidado cada palabra y colocarla en el lugar apropiado dentro de una frase bien pensada… Por eso, por mucho que se ame la escritura, es posible que te cueste y que, siendo así, con frecuencia prefieras ponerte a hacer otra actividad menos exigente.

En realidad no es culpa tuya: es culpa de cómo funciona tu cerebro. Tu cerebro busca ahorrar energía y por eso prefiere las tareas sencillas a las complejas, porque estas últimas consumen más energía.

Por ese motivo es importante alejar las tentaciones, aquellas cosas más sencillas que pueden incitarte a procrastinar, a posponer el momento de ponerte a escribir. Para hacerlo, puedes probar la regla de los veinte segundos.

La regla de los veinte segundos te propone que facilites tanto como te sea posible el comenzar esa actividad a la que quieres dar prioridad en tu vida hasta convertirla en un hábito. Y que, paralelamente, dificultes aquella otra actividad que sabes que te roba tiempo o que no es un hábito del todo bueno.

Por ejemplo, si quieres leer más, pero sabes que pierdes mucho tiempo viendo las redes sociales, podrías facilitar la lectura teniendo tu libro cerca cuando por las tardes te sientas un rato a relajarte en el sofá. Y dificultar ese hábito negativo de perder el tiempo en las redes dejando tu móvil lejos de ti, incluso en otra habitación.

3. Recuerda por qué quieres escribir

Dado que escribir es una tarea compleja y exigente, la motivación que te impulsa a hacerlo tiene que ser grande. Y tú tienes que mantenerte conectado con ella.

Trae a tu memoria lo bien que te sientes tras una sesión de escritura fructífera. Relee las obras que ya has escrito y enorgullécete de ellas. Recuerda las palabras de algún lector acerca de lo mucho que le has hecho disfrutar y pensar con alguno de tus relatos. Imagina lo que sentirás cuando finalices tu novela…

Ten siempre presente por qué comenzaste a escribir: las historias que bullen dentro de ti, todo lo que quieres comunicar, lo mucho que amas la literatura y el lenguaje… Por eso escribes. Por eso merece la pena lo que haces. Y por eso deseas hacerlo cada día.

4. Desarrolla tu tolerancia a la frustración

Por genuina que sea tu conexión con la escritura habrá días malos. Días en los que las palabras no fluyan, días en los que comprendas que todavía te queda mucho trabajo por delante hasta concluir tu novela, días en los que recibas malas críticas o un rechazo editorial… En días así se hace muy cuesta arriba sentarse igualmente ante el ordenador y continuar trabajando. Y para ello hay que saber cómo gestionar la frustración.

La frustración forma parte de la experiencia humana: fallamos, nos equivocamos, cometemos errores, las cosas salen mal. Nadie se libra de ello y, por tanto, nadie se libra de la frustración. Por eso hay que aprender a identificarla y a tolerarla.

Date permiso para sentirte frustrado cuando tengas razones para ello. No niegues la frustración, no la ocultes. Permítete enfadarte, permítete sentir tristeza o rabia.

Recuerda también que la frustración tiene su cara positiva: significa que tienes objetivos y que estás caminando hacia ellos. Aquellos que se quedan pasivamente en su zona de confort nunca se frustran.

Si no hubieras elegido una actividad tan exigente como escribir, probablemente no te sentirías frustrado. Si te conformaras con escribir como escribías hace un año, probablemente no te sentirías frustrado. Si no te hubieras lanzado a escribir una obra tan compleja probablemente no te sentirías frustrado. Es porque te retas, porque quieres escribir cada vez mejor y progresar en tu arte por lo que estás expuesto a la frustración. No lo olvides.

También hemos hablado ya de cómo gestionar la frustración cuando eres escritor. Puedes leer el artículo siguiendo el enlace.

5. No pasa nada si un día flojeas

De nuevo, por genuina que sea tu conexión con la escritura habrá días en los que, simplemente, no tengas ganas de escribir. Puede ser porque estés cansado o porque, ese día sí, te apetezca pasar el rato mirando vídeos de gatitos en YouTube o hacerte una maratón de series. Y no pasa nada.

Porque escribir es una actividad muy demandante, también es necesario darse un día libre (o siete). Descansar, desconectar, vaguear, hacer cosas «improductivas». Date permiso para hacerlo.

Si has desarrollado tus buenos hábitos de escritura y has entrenado tu disciplina y tu constancia, puedes flaquear un día (o varios). Te lo mereces. No tengas miedo de perder el hábito, no sucederá. Lo retomarás donde lo dejaste y, de hecho, verás que el descanso, el levantar un poco la mano, te viene bien. Te hará sentir más fresco y motivado.

6. Date recompensas

Si escribir es difícil y requiere esfuerzo, aprendizaje, perseverancia… qué menos que darte una recompensa de vez en cuando por hacerlo.

Puedes hacerlo porque sí, cuando lleves una temporada que percibas como de especial desgaste, porque, por ejemplo, hayas tenido que resolver partes difíciles de tu obra. O puedes fijarte pequeños hitos y, cuando los alcances, darte un capricho.

Pueden ser pequeñas cosas, como regalarte un libro. O más importantes, como organizar una escapada de fin de semana a un lugar que te guste.

Como ves, con una buena ecología de hábitos y actitudes no es necesaria la fuerza de voluntad. Simplemente habrás construido un modo de vida que te conduce sin darte cuenta a ser el escritor que aspiras a ser.

Tus hábitos harán que la escritura ocupe en tu vida el espacio que tú has querido darle. Te dedicarás de manera consistente a hacer algo que deseas, para lo que sientes una profunda llamada. Y te sentirás orgulloso porque lo que haces no es sencillo, porque te reta y exige siempre que des lo mejor de ti. Y lo harás, darás siempre lo mejor de ti, pero sin excesiva presión; sabiendo que si un día flojeas no pasa nada, porque tú eres una persona comprometida con lo que haces, y el flaquear un día no lo cambia. Y además disfrutarás dándote alguna que otra recompensa, que sabes muy bien ganada.

Así, ¿quién necesita fuerza de voluntad?

Si necesitas ayuda para marcarte objetivos de manera inteligente y desarrollar los hábitos y estrategias que te llevarán a alcanzarlos, puedes echarle un ojo al Curso de Productividad para Escritores. Un curso práctico y ameno que puedes empezar hoy mismo y que, con su temario y sus hojas de trabajo, te enseñará cómo alcanzar lo que te propones.

Tienes toda la información al otro lado de este enlace.


Otros artículos:

  • Todos los artículos de los jueves son muy interesantes, y en particular este es sin duda motivacional. Suscribo punto por punto cuanto escribe Roberto. Gracias a Sinjania por estas estradas, todas muy provechosas.

  • Hace más de dos años comencé a escribir una historia que gira en torno al pueblo gitano, lo cual va de la mano con aventuras, misterio, romance, y así por el estilo. Pero llegó un punto donde me he quedado estancado desde entonces y mis lectores se han quedado a la expectativa, lo cual, entre otras cosas, me ha hecho sentirme frustrado y carente de la motivación que una vez tuve para dejar fluir todo un torrente de ideas.

    Agradezco mucho a quien se tomó el tiempo para redactar este artículo cuyo mensaje es tan directo, práctico, genuino, pues el hecho de que me haya motivado a dejar un comentario (por primera vez desde que me suscribí a Sinjania) es ya un indicio de que causó en mí un impacto que me estimuló a romper con la inercia que me frenaba de hacer algo, por minusculo que fuese, en favor de mi carrera en formación como futuro escritor.

    Ciertamente, este artículo es tan bueno que leerlo una vez simplemente no es suficiente, por lo que reitero mi profundo agradecimiento y espero que le sea de gran ayuda a otros colegas que estén pasando por la misma situación. Como bien se enfantiza aquí, escribir es difícil y es una tarea que demanda una entrega sin reservas.

    Mas la sensación de gratitud que se experimenta cuando puedes ver el impacto positivo que puedes causar en tus lectores es algo que no tiene precio.

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