Hoy queremos reflexionar contigo sobre por qué escribir resulta difícil.
Al principio, cuando comenzaste a escribir, no te lo parecía tanto. Escribir era una válvula de escape, una actividad divertida a la que te encantaba entregarte durante horas. Escribías, feliz, historia tras historia.
Pero eso era al principio. Escribir te gustaba tanto que decidiste que querías hacerlo bien, hacerlo lo mejor posible. Empezaste a buscar información sobre cómo desarrollar mejores tramas, cómo dar hondura a tus personajes, cómo encontrar un estilo propio… Y la cosa se fue complicando.
Lo cierto es que escribir es difícil. Y cuanto más sabes sobre escritura y más te preocupas por la calidad de tu obra, más difícil se vuelve. Y no lo decimos nosotros, son muchos los escritores que lo han dicho.
Philip Roth decía que si escribir te parece fácil es que no lo estás haciendo bien. Es famosa la lucha sin tregua de Gustave Flaubert por dar con la palabra exacta. En El cuaderno gris, Josep Pla cuenta que, cuando le dijo a un amigo que escribir ya no le resultaba tan fácil como cuando estaba en el instituto, este le contestó: «Cada día te lo parecerá menos. Escribir es difícil. Si no estás dispuesto a hacer un esfuerzo, vale más que lo olvides, dedícate a otro oficio».
La contestación que Ernest Hemingway dio cuando le preguntaron qué le diría a alguien que desea convertirse en escritor fue lapidaria: «Digamos que debería ahorcarse cuando descubra que escribir es una tarea tan difícil que raya en lo imposible».
Así que, sin duda, escribir es difícil. Y lo cierto es que esa dificultad no se puede sortear, no hay manera de evitarla. Por eso conviene tomar conciencia de ella y conocer su origen para desarrollar algunos recursos que permitan lidiar con la dificultad inherente a la escritura.
Escribir es difícil porque implica tener algo que decir
C. S. Lewis dijo:
Los escritores no pueden ser personas de ideas o sentimientos superficiales. Por improbable o insólita que sea la historia que han elegido contar, en sus manos va a «cobrar vida», una vida impregnada de su sabiduría, conocimientos y experiencia, y de algo que sólo puedo llamar el vago sabor o «sensación» de la vida real tal como ellos la perciben.
Si atendemos a estas palabras, el escritor necesita tener un talante algo especial: sus ideas y sentimientos no pueden ser superficiales, no pueden ser banales. Porque de ellos debe surgir lo que podríamos considerar una «percepción propia de la vida».
El escritor escribe porque tiene una visión propia, personal, del mundo, de la vida, del ser humano. Y quiere dejar constancia de ella y hacérsela saber a otros, a los lectores. Por eso Marcel Proust decía que «El estilo para el escritor, lo mismo que el color para el pintor, no es una cuestión de técnica sino de visión». Sin esa visión primera, única, no puede haber obra literaria.
Pero hacerse con esa mirada exige tiempo y esfuerzo. El escritor tiene que aprender a mirar y luego tiene que interpretar lo visto, dedicar tiempo a reflexionar sobre ello y buscar una manera propia, su manera, de volcar el fruto de esa mirada en una obra, de convertirla en palabras.
Desarrollar esa mirada implica, además, conocer las miradas que otros escritores han echado sobre el mundo y los asuntos humanos. La mirada del artista siempre está impregnada del arte de los demás.
Quizá esa particular visión personal del escritor es lo que tradicionalmente consideramos «talento». Cuando falta esa visión es cuando juzgamos que un escritor no tiene talento.
Escribir es difícil porque implica conocimientos
En Occidente, la mayoría de nosotros sabemos escribir. En el colegio nos han enseñado a unir letras para formar palabras y a unir palabras para formar frases. Pero escribir ficción va mucho más allá de eso.
Escribir es un arte, y tiene su ciencia. La extrema facilidad con la que a menudo la escritura brota al comienzo y por la que se llena página tras página con cientos de historias sin esfuerzo aparente suele ser porque no se conocen los rudimentos de la ficción.
No hay reglas en la escritura, pero sería ingenuo negar que hay buenos y malos modos de hacer. Que una obra literaria (breve o extensa) necesita una estructura; que los personajes deben recorrer un arco dramático que permita al lector percibir en ellos un desarrollo; que se puede jugar con el tiempo para crear efectos interesantes, resaltar ciertas partes y jugar con la curiosidad del lector; que el lenguaje, en literatura, es un lenguaje connotado, a menudo metafórico, y que es necesario manejarlo con sumo cuidado…
Y todo ese buen hacer debe aprenderse. Leyendo con interés, estudiando y formándose, escribiendo de una manera consciente.
Si tú quieres ampliar tus conocimientos sobre los elementos del texto literario y los recursos del escritor, te invitamos a que conozcas el Curso de Escritura Creativa.
El curso te dará los conocimientos que necesitas sobre narratología, para que sepas qué piezas componen un texto literario, cómo se usan y con qué fin. Al tiempo, el curso te propone seis ejercicios de escritura pensados precisamente para que pongas en práctica esos elementos; así aprenderás a incorporarlos a tus textos y practicarás cómo hacerlo. Para finalizar, las revisiones privadas y personales de tu profesora te ayudarán a detectar errores y aciertos, y te darán las claves para mejorar sensiblemente tus textos e ir puliendo tu estilo.
Solo hay dos ediciones de este curso al año, pero puedes unirte sin compromiso a la lista de espera y te avisaremos en cuanto se abra el plazo de inscripción para la nueva convocatoria. Puedes hacerlo siguiendo este enlace.
Lo paradójico es que escribir no se vuelve más sencillo con el tiempo y la práctica. Por el contrario, la extrema facilidad que en un principio acompaña a la escritura va remitiendo y deja su lugar a un conocimiento y una experiencia que, sin embargo, no la vuelven más fácil.
El escritor con tablas conoce su oficio, conoce las técnicas y recursos de los que dispone para plasmar su obra, refina su manejo del lenguaje… Pero escribir sigue siendo difícil para él: es consciente del cuidado con el que debe pensar su obra, la miríada de decisiones, todas relevantes, que debe tomar en cada página que escribe, la lucha denodada con el lenguaje para que las mismas palabras que usamos a diario se vuelvan expresivas, significativas.
Por eso Thomas Mann decía que un escritor es alguien para quien escribir es más difícil que para el resto de la gente.
Escribir es difícil porque requiere tiempo
Para escribir es necesario desarrollar una visión propia, paso necesario para tener algo que decir. Además, también es necesario tener conocimientos acerca de cómo funciona un texto literario. Y luego está la práctica constante y consciente.
Todas esas cosas requieren tiempo. Tiempo para observar, tiempo para leer, tiempo para aprender, tiempo para escribir… Tiempo que, a menudo en esta sociedad, no podemos (o sabemos) concedernos.
Pero incluso cuando se dispone de tiempo, hacen falta grandes cantidades de este. Porque el estilo y la técnica no se desarrollar en un día; porque escribir un relato puede llevar meses y una novela, años. Porque escribir es una larga paciencia.
Y hace falta desarrollar esa paciencia. Saber que la obra que comenzamos hoy va a requerir meses, probablemente años de trabajar con tesón antes de poder darla por concluida. Y que en el camino habrá que aprender muchas cosas, superar muchos obstáculos, vencer muchas limitaciones, tanto artísticas como personales.
En un entorno donde prima la satisfacción inmediata, el deseo de obtener resultados de forma rápida, la larga paciencia que implica la escritura es una dificultad añadida.
Escribir es difícil porque requiere motivación
Puesto que escribir no es sencillo, puesto que implica esfuerzo y aprendizaje y largas horas de dedicación durante años, no es posible abrazar este ministerio sin que exista una fuerte motivación que impulse al escritor a perseverar.
Esa motivación no debería ser (o no meramente) la búsqueda del éxito. De acuerdo con Mario Vargas Llosa:
Quien ve en el éxito el estímulo esencial de su vocación es probable que vea frustrado su sueño y confunda la vocación literaria con la vocación por el relumbrón y los beneficios económicos que a ciertos escritores (muy contados) depara la literatura. Ambas cosas son distintas.
La motivación del escritor se correspondería más bien con la visión de Borges:
La literatura es muy importante para mí, y no porque crea que lo que yo escribo sea especialmente bueno, sino porque sé que no puedo vivir sin escribir. Si no escribo, siento una especie de remordimiento.
Escribir es difícil. No todos los llamados tienen el tesón necesario para desarrollar una vocación tan exigente. No todos están dispuestos a invertir el tiempo necesario (y desarrollar la paciencia para trabajar día tras día) en desarrollar su propia visión del mundo; en formarse, leer y escribir con dedicación y entrega; no todos son capaces de mantenerse motivados durante largos años.
Por eso los escritores noveles siempre deberían tener presente las palabras de otro Nobel (este con be), Isaac Bashevis Singer:
Creo en los milagros en todos los ámbitos de la vida menos en la escritura. La experiencia me ha demostrado que en esto de escribir no hay milagros. La única forma de producir buena literatura es trabajar duro.
Me encanta vuestros enfoques sobre los distintos temas que planteáis. Pero si estoy de acuerdo con uno, entre muchos otros, ese es Borges, al que soporté, aguanté hasta lograr casi que entenderlo ya que su escritura es excesiva.Yo no puedo remediar escribir ya y siento remordimiento el día que no lo hago, igual que el maestro. Reconozco que nunca en toda mi vida, he sido tan tenaz y meticulosa como con mis escritos.La constancia me caracteriza en esta maravillosa disciplina. Leo, escribo y ando, a diario. Gracias por todo
Hola, Malena:
Ciertamente en la tenacidad y la meticulosidad se halla la dicha de la escritura.
Un abrazo.
Un enfoque realmente interesante…