Tres reflexiones sobre el uso de la sorpresa en la trama

Muchos escritores, en especial los principiantes, buscan causar sorpresa a sus lectores. Su objetivo es presentar la historia de modo que el lector no pueda suponer qué va a pasar a continuación y llevarlo de punto de giro en punto de giro hasta un final absolutamente sorpresivo.

Este prurito de sorprender comienza ya con la búsqueda de un tema original, un personaje original, un argumento original… Se busca lo inédito, lo nunca escrito, pero después de siglos de literatura es muy difícil, por no decir imposible, dar con ello. Por otra parte, la originalidad no es un valor en sí mismo, como ya comentamos en este otro artículo.

Algo parecido sucede con la sorpresa. Cuando se busca a toda costa puede dar lugar a tramas rocambolescas o impostadas. Y a veces permite suponer cierta minusvaloración del lector por parte del autor.

Sobra decir que hay ciertos géneros (como el policial o el de misterio) donde la sorpresa juega un papel importante, y ahí sí conviene buscarla con puntos de giro inesperados que reconduzcan la trama y que, en lo posible, el lector no se espere. Pero si no escribes novela negra o de terror puede que no debas obsesionarte con la sorpresa. Te explicamos por qué.

El placer de leer

Ese afán de sorprender al lector tiene su origen en una concepción algo parcial del placer de leer. Los autores que se obsesionan con crear tramas sorpresivas consideran que lo que el lector desea es que el escritor le asombre cada pocas páginas. Así, lo que buscan estos autores es llevar a su lector de sorpresa en sorpresa, sin que pueda prever qué será lo siguiente, hasta un final por completo inesperado. Y procuran construir sus tramas en consecuencia.

A veces esos autores no piensan necesariamente en el lector y en su placer, sino que es un prurito personal lo que les lleva a desear colocarse por encima de su lector. Estos autores quieren mantener (incluso demostrar) su superioridad con respecto a sus lectores y tratan de hacerlo por medio de la sorpresa continua. Zarandean al lector, llevándolo de aquí para allá, y de vez en cuando sacan la porra de la sorpresa para golpear con ella en la cabeza de sus lectores. Su objetivo no es tanto hacer que el lector disfrute, sino hacer alarde de su capacidad para construir giros inesperados.

Pero es importante tener presente que gran parte del placer de leer consiste en hacer apuestas acerca de cómo se desarrollará la narración e incluso sobre cuál puede ser el final. El lector no lee para ser sorprendido, lee para conocer el desarrollo de unos acontecimientos que le suceden a un personaje y le interesa ver cómo ese personaje se enfrenta a dichos acontecimientos.

Es un error pensar que una historia tiene necesariamente que sorprender al lector; de hecho, si la narración es coherente y la línea causal está bien planteada puede que haya poco lugar para las sorpresas. Puedes aprender a trabajar bien la causalidad en el Curso de Novela.

A los buenos lectores les gusta hacer pronósticos y ver si la historia se conduce por los derroteros que pensaban. Cuando el lector tiene algunas tablas casi siempre acertará y eso no es demérito ni del autor ni de la obra, antes al contrario.

La lacra de los finales sorpresa

Si hay un momento de la obra en el que el autor quiere dar el do de pecho incluyendo una buena sorpresa es en el desenlace. Muchos autores aguardan ese momento para sacar la porra de la sorpresa y asestar un golpe contundente a sus desvalidos lectores.

Por supuesto, cuando se hace bien, un final sorpresa puede suponer un broche de oro. Pero de nuevo hay que tener mucho cuidado de no caer en lo rocambolesco, en lo impostado y, especialmente, en lo no causal.

El final debe ser causal, desprenderse de manera lógica de la cadena de acontecimientos anteriores que se han venido presentado al lector. Hace falta una gran maestría para equilibrar esa causalidad con la sorpresa; cuando ese equilibrio no se logra el final, más que una sorpresa, resulta un fiasco.

En este artículo te damos seis consejos para escribir un buen final para una novela.

¿Y por qué es importante que el final se desprenda por lógica de lo que ha sucedido antes? Precisamente por lo que ya hemos comentado acerca del placer de hacer pronósticos: el lector va recogiendo pistas mientras lee (pistas que el autor ha dejado sabiamente) y lanzando hipótesis. En ocasiones ver confirmadas dichas hipótesis es tanto más satisfactorio que encontrarse con un final sorpresa.

ALERTA DE SPOILER:
Vamos a analizar el final de un par de novelas: Rojo y negro, de Stendhal, y El asesinato de Roger Ackroyd, de Agatha Christie. Si no quieres saber cómo terminan, no sigas leyendo.

Puede decirse que el germen de un buen final se encuentra ya en el primer capítulo de la novela.

El protagonista de Rojo y negro, Julien Sorel, muere en la guillotina después de una ambiciosa carrera para salir de la pobreza en la que nació. Pero ya en el capítulo cinco Sorel visita la iglesia de Verrières, su pueblo natal.

La encontró sombría y solitaria. Con motivo de una fiesta, todas las ventanas del edificio habían sido cubiertas con tela carmesí. Los rayos de sol, reflejados en ella, producían un efecto deslumbrador, asombroso. (…)

Sobre el reclinatorio, Julien encontró un trozo de papel impreso que estaba allí colocado como a propósito para que lo leyera. Lo miró y lo leyó:

Detalles de la ejecución y de los últimos momentos de Louis Jenrel, ejecutado en Basançon, el…

El papel estaba roto. (…)

«¿Quién habrá dejado aquí este papel —pensó Julien—. Pobre desgraciado —murmuró con un suspiro— Su apellido termina como el mío… —y arrugó el papel.»

Al salir, Julien creyó ver sangre cerca de la pililla del agua bendita. No era más que agua derramada: el reflejo de los cortinajes rojos que cubrían las ventanas hacía que pareciese sangre.

El retazo de papel que Julien encuentra prefigura su propio final. El trozo de papel impreso recoge una ejecución en Basançon, donde el propio Julien será ajusticiado, y, como él mismo apunta, hay un paralelismo entre los apellidos Sorel y Jenrel. La luz filtrada por los cortinajes rojos hace que el agua derramada parezca sangre, anunciando el truculento final que tendrá que afrontar el personaje en el desenlace.

Todavía más: los mismos cortinajes rojos estarán colgados en la iglesia el día que Julien entra en ella para intentar asesinar a madame de Rênal, crimen por el que será condenado.

Frente al final de Rojo y negro, cuyo germen anida ya en los primeros capítulos, tenemos un final sorpresa como el que la maestra de la novela policiaca, Agatha Christie, ideó para El asesinato de Roger Ackroyd, una de sus primera novelas.

La novela está narrada por el doctor Sheppard, de la pequeña localidad de King´s Abbot, donde sucede un extraño crimen. A esa localidad acaba de mudarse Hércules Poirot, que investigará el asesinato teniendo como escudero al diligente doctor Sheppard.

La novela se cierra con la acostumbrada escena en la que Poirot reúne a todos los sospechosos para revelar quién cometió el asesinato. Y el asesino resulta ser el mismísimo doctor Sheppard.

Desde luego es un final inesperado y Christie hizo un uso soberbio de un narrador no fiable… Pero al tiempo el lector no puede evitar sentir cierta decepción porque, como es natural, al actuar Sheppard como narrador ha presentado la información de manera que fuera imposible colegir que él era el más interesado en asesinar a Roger Ackroyd y el que tuvo los medios y la oportunidad de hacerlo. El lector ha tenido siempre una visión parcial e incompleta y, de ese modo, sus pronósticos solo podían resultar erróneos.

Es este un excelente final sorpresa, sin duda. Pero deja un gusto amargo.

Dosificación de la información

Al escribir, a veces conviene más centrarse en dosificar bien la información que en pergeñar puntos de giro impactantes que dejen al lector con la boca abierta. Probablemente cueste más lo primero que lo segundo.

Revelar el dato preciso en el momento adecuado para que, llegado el momento, si el lector sigue la línea de puntos, todo encaje, requiere de una enorme pericia. Hay que desarrollar un gran instinto narrativo (a fuerza de lecturas) para lograrlo.

Dosificar bien la información a veces precisa sutileza, para que el dato esté ahí, como aletargado, hasta que cobra todo su sentido. A veces, por el contrario, hay que tener la inteligencia de saber cuándo dar un dato de forma clara.

Muchas veces revelar información beneficia más a la historia, a su tensión e incluso a su intriga, que ocultarla. Incluso en géneros donde la sorpresa importa, como el negro.

Imagina una novela donde un rico industrial ha desaparecido. No sabemos si está vivo o muerto, si se ha ido por propia voluntad, si ha sido asesinado o si ha sido secuestrado. La investigación del caso promete ser interesante.

Ahora imagina la mista novela en la que, desde un primer momento, el autor revela que el industrial ha sido secuestrado por un antiguo compañero de colegio que tiene envidia de su éxito y lo ha encerrado en un sótano sin comida ni agua. La investigación del caso sigue siendo interesante, pero se le añade la tensión extra que provoca al lector saber que la vida del industrial corre peligro y que mientras la policía descarta posibilidades, el tiempo de la víctima se agota.

Como ves, hay que tener cuidado con la sorpresa. No siempre es necesaria y muchas veces ni siquiera es aconsejable.

Asegúrate de construir tramas sólidas, con una línea causal vigorosa, en las que el final sea el resultado lógico de lo que se ha narrado y en las que el arco dramático trace una línea armoniosa desde el principio hasta el final.

¿Te gusta incluir sorpresas en tus narraciones? ¿Consideras que la sorpresa es lo que hace funcionar una obra? ¿Crees que el lector espera ser sorprendido y se decepciona cuando esto no pasa? ¿Habías pensado alguna vez en el placer de hacer pronósticos mientras se lee? Cuéntanos tu opinión en los comentarios.

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12 COMENTARIOS


Otros artículos:

  • Excelente información, muy importante para tenerlo en cuenta. En mis cuentos cortos utilizo un elemento sorpresa que da vida al personaje principal que solo se revela al final, pero que esta presente en la descripción del relato pero oculto por el narrador.

  • excelente!! me encanta este blog!! Ojala tuviera algo para aportar, pero son demasiado completos en sus descripciones y articulos!. Gracias por existir, son un verdadero apoyo para un escritor novel como yo

  • En mis novelas el narrador va sembrando el camino con pistas muy sutiles, como pequeñas migas de pan,que un lector sagaz debe descubrir para no toparse con final inesperado.

  • Lo mas importante no solo es sorprender al lector, sino darle congruencia a la sorpresa como fue mencionado en el articulo. Normalmente no solo se ve en primerizos, sino en autores que olvidan o dejan de lado la planificacion. Dejandose llevar por la historia y añadiendo cosas innecesarias, puedes contar una historia interesante que al final desenvoque en una locura total sin argumentacion o logica; asi, lo mejor es anotar toda la informacion posible y estructurarla de forma que todo tenga sentida. Buen articulo, saludos.

  • Estoy de acuerdo… a medias.
    Por poner un ejemplo, en las dos novelas que he leído de Murakami, he visto una trama interesante y dos estrepitosos finales. Eso sí, fue un placer leerle. Pero creo que no todo es disfrutar de la lectura, también necesitamos un desenlace acorde, que no digo que siempre tenga que ser sorpresivo.
    Supongo que las novelas que acaban con sorpresa se pueden distinguir en dos grupos: historias que desembocan en un final con sorpresa, y finales con sorpresa envueltos en una historia. Obviamente, es el segundo grupo el que no deseamos.
    También estoy de acuerdo con este artículo a medias porque se da pie a que los futuros novelistas se desentiendan de un desenlace interesante, y solo se centren en el placer de leer una buena novela. Yo, personalmente, entiendo que narrar una historia tiene que tenerlo todo: un buen planteamiento, un buen desarrollo y un desenlace acorde. Si no tienes todo esto, mejor no lo escribas.
    Yo escribo novelas, y me gustan las sorpresas finales (no siempre, por supuesto). Tengo varias historias en mi cabeza que no he plasmado en un libro porque no encuentro un desenlace adecuado. Y por eso solo están en mi cabeza, porque no quiero defraudar a nadie.
    Un saludo.

  • Woow. Es un artículo interesante. Lo mejor de todo, y lo digo con el mayor de los respetos, es que me parece que está dirigido a personas que ya tienen cierto recorrido a la hora de escribir. Gente que entendemos de manera más fácil y clara. Quizá esa sea la razón para leer todo lo que postean. En lo personal me gustan los finales inesperados que coinciden con la trama. Eso como lector. Como escritor sigo la misma línea. Pero no es una regla de oro. Supongo que todos queremos creer que hay gente que tiene placer por leer de manera lenta y a las cuales no hay que estarles dando una explosión cada dos segundos por miedo a que nos dejen a medio leer. Va, podría seguir hablando del tema por horas. Saludos.

  • Muy buen artículo. Agregaría sí, que además en los géneros descritos es relevante un final sorpresa. Sino también en los cuentos cortos o muy breves (ej: de 100 palabras), donde lo importante es el «qué» y éste es uno de sus elementos esenciales. Saludos y gracias por todo, desde Concón, Chile

  • Estoy completamente de acuerdo. Hay sorpresas innecesarias. Spoiler: no sigas leyendo. Por ejemplo: el final de La elegancia del erizo. Solo quería arrancar el último capítulo y hacer como si eso no hubiera pasado nunca. Dejar un sabor agrio en el lector era absolutamente prescindible.

  • Buenas tardes, creia justamente que el factor sorpresa era importante sobre todo en cuentos cortos. Deberé revisar entonces tal concepto.
    Quedo muy agradecida por el aporte enriquecedor y constante.
    Un abrazo grande.

  • Muy constructivo e informativo. Dejar atrás las ideas fijas e intocables; a veces una construcción sólida y no reglada causa más sorpresa que la propia sorpresa…Saludosss.

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