Las buenas historias se construyen, en gran parte, gracias a los personajes, uno de los elementos fundamentales de la trama. Ellos son la carne de tu historia, a quienes les acontecen los sucesos que imaginas y, en gran medida, si leemos lo hacemos por ellos. Cuando nos adentramos en una narración, nos interesa desde luego lo que sucede, la acción, la cadena de acontecimientos que se desovilla ante nosotros. Pero si lo hace es, en gran parte, por a quiénes les suceden esos acontecimientos.
La mayoría de los autores, incluso los principiantes, tiene clara la importancia de los personajes. Quizá porque son uno de los elementos de la obra literaria más claramente apreciables para el lector. De modo que todo escritor sabe que debe prestar atención a sus personajes.
Sin embargo, cuando pensamos en nuestros personajes y nos cuidamos de lo que sabemos importante (darles un carácter, un conflicto, un pasado, objetivos…) a menudo nos olvidamos de algo que es fundamental para construir obras sólidas y bien tramadas: la función de los personajes.
Reflexionemos sobre la función de los personajes y veamos algunas ideas al respecto que tal vez puedan ayudarte a tener una imagen más exacta de lo que es la creación literaria y, esperamos, a escribir mejores obras.
La función de los personajes
Cuando pensamos en los personajes, especialmente en los personajes secundarios, los concebimos en función de su relación con el protagonista.
La función del protagonista está clara: a él es a quien le suceden los acontecimientos que narra la historia, él es quien se enfrenta al conflicto, es la estrella, a su alrededor giran el resto de los personajes como planetas en torno a un sol. Sin embargo, con frecuencia se piensa en los personajes secundarios como en la constelación de relaciones (familia, amigos, compañeros, conocidos) que rodea a una persona real. De manera que definimos al resto de los personajes de acuerdo con la relación que guardan con el protagonista: uno será el amigo, otro el amado, otro la madre, otro el enemigo…
En lugar de pensar únicamente en las relaciones sociales, sentimentales o de parentesco entre los personajes, el buen escritor debe ir más allá y pensar en el papel que van a desarrollan en la obra, en su función. Para comprenderlo mejor debes pensar que el personaje tiene una naturaleza actancial, derivada de su pertenencia a una estructura dentro de la cual desempeña una serie de cometidos. Es decir, tu novela o relato no es otra cosa que una estructura narrativa y dentro de ella los personajes cumplen determinados cometidos, los que tú les otorgues de acuerdo con tus intenciones y las necesidades de la narración.
Probablemente conozcas el esquema actancial propuesto por A. J. Greimas que analiza las relaciones entre los actantes y sus funciones dentro de la narración. El esquema actancial identifica los siguientes roles:
- Sujeto: el personaje que busca un objeto o tiene un objetivo.
- Objeto: lo que el sujeto desea o busca.
- Dador: la instancia que motiva al sujeto a buscar el objeto.
- Destinatario: la instancia que recibe el beneficio de la acción del sujeto.
- Ayudante: el actante que facilita al sujeto la consecución de su objetivo.
- Oponente: el actante que se opone a la consecución del objetivo del sujeto.
Te habrás dado cuenta de que al repasar el esquema de Greimas hemos hablado de actantes y no de personajes. Esto se debe a que, en el esquema de una narración, un actante no tiene por qué ser necesariamente un personaje. Por ejemplo, el objeto (lo que el sujeto desea o busca) podría ser un personaje en la historia de un padre que busca a su hijo perdido o en tramas románticas en las que el protagonista anhela conseguir a la persona amada; pero también podría no serlo, si lo que el protagonista (el sujeto) busca es alcanzar una meta, como un ascenso, o algo material, como construir una casa. Lo mismo sucede con el oponente: podría ser un personaje, pero también las circunstancias sociales, económicas, éticas o morales que conciernen el protagonista y le impiden alcanzar sus objetivos. De este último aspecto hablamos en el artículo que le dedicamos hace tiempo al villano.
En cualquier caso, todos los roles propuestos por Greimas pueden, en muchos casos, ser interpretados por personajes. Reflexiona sobre si los tuyos cumplen alguno de esos papeles o, en sentido inverso, sobre si te conviene incluir algún personaje para encarnar alguno de esos roles.
Cuando pienses en los personajes que acompañarán a tu protagonista no lo hagas únicamente desde la perspectiva de las relaciones: que el personaje principal tenga un hermano, un amigo del alma, pareja e hijos… en un intento de darle el entramado de relaciones que tendía una persona real; piensa también (quizá sobre todo) en la función que esos personajes van a cumplir dentro de la obra. Si no tienen una función clara, quizá te convenga prescindir de ellos y aligerar así la trama de cargas innecesarias.
Un ejemplo
Pero veamos algún ejemplo concreto que nos ayude a comprender mejor esta idea de la función del personaje.
En El primer siglo después de Béatrice, Amin Maalouf nos cuenta la historia de un entomólogo y una periodista que descubren la existencia de una sustancia que provoca que los hombres que la toman tengan descendencia únicamente masculina. Esa sustancia se comercializa al principio bajo el nombre de «habas del escarabajo» en países africanos y orientales; pero lo que parece un producto de hechicería destinado a engañar a la gente, finalmente demuestra ser una sustancia realmente efectiva resultado de unas investigaciones llevadas a cabo por algunos científicos poco escrupulosos.
Maalouf nos propone con esta historia una reflexión no tanto sobre la relación entre hombres y mujeres, entre lo masculino y lo femenino, como una reflexión sobre la relación entre lo que hemos dado en llamar el «primer mundo» y los países «en vías de desarrollo». Con su fábula, Maalouf nos recuerda que todos vivimos en el mismo planeta y que lo que suceda a unos afectará indefectiblemente a los otros.
En su novela, Maalouf incluye un personaje llamado Pradent. Pradent es un asesor externo del diario para el que trabaja la periodista protagonista. Ese personaje aparece en una única escena, pero su papel es clave; es decir, a pesar de su poco peso en la acción, tiene una función relevante.
Por un lado, Pradent representa la opinión de aquellos que consideran positivos los efectos de la sustancia como una especie de control de la natalidad. Si solo nacen varones, con el tiempo determinados pueblos o etnias no podrán reproducirse o lo harán a un ritmo mucho más lento, lo que a algunos les parece un feliz antídoto contra la sobrepoblación.
La función de Pradent es, por tanto, en cierta forma temática, ya que introduce una visión complementaria —contraria— a la que se viene exponiendo en la obra, cuyo narrador (el entomólogo) no está para nada de acuerdo con la existencia de esa misteriosa sustancia y sus catastróficas consecuencias.
Pradent actúa también como oponente. El objetivo de la periodista es publicar un artículo sobre la sustancia, pero Pradent se opone a ello y la protagonista no recibe permiso para escribir sobre el tema. Es decir, Pradent actúa como una fuerza al servicio del conflicto, impidiendo que la existencia de la sustancia y el descenso del nacimiento de niñas que ya está provocando salgan a la luz pública.
Pradent todavía cumple una última función, que podríamos considerar estructural: introducir un punto de giro. Durante su conversación, ciertas palabras del personaje hacen sospechar a la periodista que la sustancia existe realmente, que no es un mero producto de propiedades falsas vendido en zocos y bazares. Hasta su entrevista con Pradent, la periodista no tiene la certeza de que las «hablas del escarabajo» sean eficaces, que sean realmente la causa del descenso en el número de nacimientos de niñas constatado; pero tras ella está casi completamente segura de que la sustancia existe, es efectiva y los «hombres de poder», como Pradent, saben de su existencia, lo que la anima a seguir investigando en busca de la verdad.
Como ves, Pradent es un personaje con diversas funciones en la novela. Maalouf no se limitó a pensar en él como «el jefazo» de su protagonista, ni su entrevista con él es meramente un intento de dar contexto y mostrar cómo funciona un diario por dentro. Maalouf ha usado el personaje como una herramienta para alcanzar determinados fines.
Así es como un escritor debe ver también a sus personajes. Cuando pienses en los tuyos no te ocupes solo de darles un carácter, piensa también en su función dentro de la estructura de la obra. Y si su función no está clara, por compleja que sea su personalidad, quizá ese personaje no juegue en realidad ningún papel en la obra y, en realidad, pueda eliminarse.
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Este análisis es muy bueno, lástima los términos como de escuelita, perdón por eso, parece un colegio! Es cosa de que le puso nombres bien raros a su teoría!
Se comprende mejor con tu ejemplo.
He visto este tipo de analisis antes y es muy acertado siempre pensar en función de la «columna vertebral», al «mensaje principal». Suelo escribir ese en cuatro palabras o seis, y lo pego al frente de mi escritorio para recordarme de qué haré un análisis, tener la visión de apoyo y la visión de lo que se opone, analizar qué ayuda y qué distorsiona y daña, pero analizando lo que me lleva a escribir más de lo que podría ser un cuento, aquí hay que plantear una tesis, dar una antítesis y dejarle la síntesis al lector. Es soberanamente difícil!
Gracias por ese post buenísimo!
Muy buena referencia. También les recomiendo leer la página en Google con el título, “¿Cómo sabemos que un personaje es inútil?”
Maravilloso! Lo miraré! Todos los días estudio un poco!