Hace aproximadamente un año dedicamos un artículo a desarrollar la idea de lo difícil que es escribir.
Aunque al principio pueda no parecerlo, cuando la pasión y la diversión son las únicas fuerzas que guían al autor principiante, a poco que este se interese por el oficio verá que la cosa se complica. Crear tramas bien anudadas, darle solidez a la estructura, facetar a los personajes, mimar el lenguaje, desarrollar un estilo personal… son aspectos que suman complejidad a lo que parece tan sencillo como idear una historia y ponerla por escrito.
Como dice James Salter, en El arte de la ficción: «El habla es un atributo natural del ser humano, y en gran medida sale espontánea, casi al tuntún, pero escribir no es lo mismo. Escribir es más difícil».
Si quieres leer el artículo completo sobre la dificultad inherente a la escritura, lo tienes aquí.
Lo paradójico es que escribir no se vuelve más sencillo con el tiempo y la práctica. Cuanto más sabes sobre escritura y más te preocupas por la calidad de tu obra, más difícil se vuelve. Y esa idea nos lleva al tema sobre el que queremos reflexionar hoy: la responsabilidad que exige escribir.
Escribir es una responsabilidad
En un comentario al artículo arriba citado, una de vosotros nos decía: «Es cierto. Tengo varios libros publicados y cada día me resulta más difícil escribir, tengo más dudas, más sentido de la responsabilidad. No sé. El primero lo escribí en menos de un año, el último me ha llevado tres».
Meditando sobre esas palabras, comprendimos qué acertada era esa idea del sentido de la responsabilidad. Si en un primer momento, para escribir, nos basta con montarnos en el caballo alado de la imaginación, a poco que nos interese de verdad la creación literaria comenzamos a ver su complejidad. Y nos sentimos responsables de entregar al lector una obra que tenga un argumento interesante, personajes bien trabajados, un lenguaje expresivo, calidad formal y estética, ideas bien expuestas…
De pronto, no somos meramente los que escribimos una historia que nos entretiene y que confiamos en que entretenga también al lector. De pronto, aspiramos a crear una obra con una intención artística y, a la par, comunicativa, que transmita ideas, una visión; queremos entregar esa obra al lector, queremos ser leídos; y aspiramos a que nuestra obra perdure.
El escritor es un híbrido de intelectual y artista que tiene un gran poder. Y, como es bien sabido, un gran poder implica una gran responsabilidad.
La intención comunicativa
Toda obra literaria tiene una función comunicativa: quiere contar una historia.
La primera responsabilidad del escritor será, entonces, asegurarse de que esa historia se presenta de modo claro ante el lector; que no es confusa ni embrollada, que es inteligible. Para lograrlo, la estructura, la cronología y la causalidad serán sus aliados. (Si son aspectos que no dominas bien, puedes aprenderlos, junto con muchos otros, en el Curso de Novela).
Al tiempo, la obra literaria transmite ideas y la visión personal que el escritor tiene del mundo. El autor es, pues, responsable de las ideas que sus textos transmiten; y con ellas puede lograr cosas asombrosas (por ejemplo, colaborar a la abolición de la esclavitud, como sucedió con la novela de Harriet Beecher Stowe La cabaña del tío Tom).
La intención artística
Pero una obra literaria es también, y sobre todo, una obra de arte. De modo que en ella hay siempre (o debería haber) una intención artística.
La responsabilidad del escritor será, en este punto, transmitirles a su historia y al modo en que está contada esa cualidad artística. Para lograrlo hay diversos aspectos formales a los que puede prestar atención: el manejo del tiempo, el uso del narrador y, por supuesto, la expresividad del lenguaje.
Pero no olvidemos que el arte emana, en gran manera, de una mirada personal, de un modo propio de mirar el mundo y de plasmarlo después en palabras. En palabras de John Berger: «Los civiles solo ven, mientras los artistas miran». Hablamos de ello cuando hablamos de la mirada del escritor.
Todavía hay más: la intención artística surge también de un conocimiento inteligente de lo que los escritores precedentes han escrito a lo largo de toda la historia de la Literatura. Porque solo conociendo lo precedente puede el autor ser rupturista y buscar la originalidad.
En Doctor Faustus, Thomas Mann lo expresa así:
El arte progresa […] gracias a la personalidad que es a la vez producto e instrumento de su tiempo y en la cual se conjugan hasta identificarse e intercambiar sus formas lo subjetivo y lo objetivo. El progreso revolucionario, la gestación de la novedad son necesidades vitales del arte, que solo pueden verse satisfechas por el vehículo de un subjetivismo lo bastante fuerte para rechazar los valores tradicionales, para comprender su agotamiento. El cansancio, el tedio intelectual, el asco por los procedimientos conocidos, el maldito impulso de ver las cosas iluminadas por su propia parodia, el sentido de lo cómico, son el recurso de que el arte se sirve para manifestarse objetivamente y realizar su esencia.
Llegar al lector
Quizá este es el aspecto que más peso le da a la responsabilidad del escritor. Quizá era en este punto en lo que pensaba nuestra lectora cuando mencionó el sentido de la responsabilidad.
Cuando hacemos algo solo para nosotros, quizá podemos concedernos cierta permisividad: el resultado puede ser más imperfecto porque nosotros perdonaremos sus defectos. Pero cuando hacemos algo para los demás, es nuestra responsabilidad entregarles el producto más acabado de nuestros esfuerzos.
Cuando aspiramos a que nuestra obra sea leída somos responsables de su calidad artística y comunicativa. Somos responsables (junto al editor, si lo hay) de entregarle al lector el producto más perfecto que con nuestros conocimientos, habilidades y capacidades seamos capaces de pergeñar. Y si dudamos de que nuestras capacidades, habilidades y conocimientos sean capaces de dar a luz un producto digno, deberemos mejorarlas.
Perdurar
En su novela Basada en hechos reales, Delphine de Vigan advierte: «El libro no es sino un material de difusión lenta, radioactivo, que sigue emitiendo durante largo tiempo».
Esa frase puede entenderse en el sentido de que un buen libro deja un poso en nosotros durante mucho tiempo, un poso que saborearemos con delectación; pero también en el de que una obra literaria puede ser casi tanto como eterna.
Cuando un escritor se toma en serio su oficio, se vuelve consciente de que es responsable de un artefacto que no solo puede potencialmente llegar a miles de personas, sino que, además, puede pervivir en el tiempo y llegar a las generaciones futuras. Su responsabilidad, entonces, trasciende el presente y llega al futuro en forma de legado.
Al pensar en todos estos aspectos de la obra literaria: su capacidad para transmitir ideas que pueden cambiar el mundo, su intención artística, su capacidad para llegar a miles de lectores y de perdurar en el tiempo, es normal que el escritor se vuelva consciente de la inmensa responsabilidad que reposa sobre sus hombros.
Y aunque pueda cortarle el aliento, la conciencia de esa responsabilidad no debe incapacitarlo, sino espolearlo a hacer su trabajo con la dedicación, la delicadeza y la atención precisas.
Nos gustaría saber sí tú habías pensado antes en que escribir es una responsabilidad. Y si te habías detenido a desgranar los motivos por los que lo es. Aquí abajo en los comentarios tienes espacio para contarnos tu visión sobre este tema, ¿nos la cuentas?
Buenas noches, me pareció interesante el artículo, más que nada para escritores profesionales lo considero, un punto importante; la responsabilidad. Ahora para escritores aficionados, no lo veo tan así, escribo 1 o 2 veces semanales, pero para asociación de ideas, nuevos temas de tramas, pero por ahora no veo responsabilidad, porque solo estoy en la antesala de escribir un cuento o novela. Pero voy al punto, ser responsable, lo cambiaria o agregaría ser más disciplinario. Agrego para terminar el libro Zen en el arte de escribir de Ray Bradbury, recomendadisimo! Saludos.no!
Escribir es constructivo y, hasta entretenido cuandose hace pra uno mismo, pero cuando se hace de forma comercial es muy duro, no lo encuentras nunca bien hecho
Hace poco leí el libro de una colega. Ambas escritoras de formación, nos conocimos en una diplomatura sobre escritura creativa. El caso es que el sentido de responsabilidad no parece algo que se haya tenido en cuenta en la producción de su libro. Y me duele bastante haberme encontrado con ese resultado, porque me duele que la industria nacional no lleve la conciencia necesaria de que se está haciendo algo que perdura, algo que permanecerá en mi biblioteca (y en la de varias otras personas) durante muchísimos años.
¿Qué sentido tiene escribir si no es para aspirar a la excelencia? Al menos, así me siento yo.
Mi manuscrito está en etapa de revisión, y sé que se convertirá en libro solo cuando sienta que alcancé la excelencia de la que soy capaz ahora mismo. Cada proyecto es único, cada libro es único. Nunca son perfectos. Pero si pongo la mira en lo más alto, en las estrellas y la excelencia, entonces, aunque no llegue, será mucho mejor que si apunto a lo intermedio.
Gracias por este posteo, se lo mando a colegas porque es algo muy interesante para pensar nuestro oficio.
Gracias por tu aporte, Sofía, nos parece muy adecuado. A veces aspiramos a la perfección, que no existe, cuando a lo que deberíamos aspirar es a la excelencia: hacerlo lo mejor que podamos, sin conformismos.
Un abrazo y gracias por compartir el artículo con otros escritores.
El post de esta semana me parece de lo más interesante. Quizá, a priori, cuando una persona necesita expresarse a través de la escritura, como una afición, pueda ser que no sea consciente de que escribir es una responsabilidad. Lo cierto es que cuando decides dar el paso al ámbito profesional me parece imprescindible aprender bien las herramientas propias de la literatura. Y, de ahí, puede surgir la toma de conciencia de lo difícil que es escribir bien a la hora de comunicar tu historia, de un modo artístico, para que llegue al lector y, por último, como algo excepcional, si tu obra aporta un valor literario relevante, aspirar a perdurar en el tiempo.
Responsabilidad toda y sentido del ridículo mucho.Pero yo no deseo escribir de la forma que decís, seguro que es la idónea y acertada. Yo discrepo, tampoco escribo con la intención de perdurar en el tiempo. Yo escribo porque ya no puedo ni quiero remediarlo. Reconozco que no es nada fácil y que cada vez más insegura me vuelvo pero lo disfruto tanto…
Convencida que vuestras técnicas son las adecuadas y recomendadas pero quizás no es lo que yo desee. Sólo leyendo muchísimo pero mucho, obtengo avances y me veo muy suelta; mi progreso aumenta.Tengo mi criterio, gustos por escritores. Se cuando uno me encanta y al que no volveré a leer. Son tantos libros los que leo , que sería imposible recordar cada uno de ellos; por ello me quedo más con el buen sabor que me dejan los autores. Entré en este mundo a tientas, lo que sé está en todos esos libros que leí. Yo también miro, observo; no me basta con ver. Creo que escribo como hablo; tal vez sea algo mediocre pero eso no significa que no sea auténtica y convenza y que lleguen al final de mi novela. Y aunque nunca me consideré vanidosa; en este terreno creo que gusto.
Muy cierto, por ejemplo, leí o escuché una reflexión por ahí que decía, que si quieres mejorar en la escritura, no pares de escribir, pues, nadie sea hace peor haciendo mucho una cosa. Y quizás, ustedes lo mencionaron en un correo, pero también el consejo de, si quieres escribir algo bueno, primero intenta escribir algo malo, y uno ve que de las ideas que surgen, uno les da forma..