Cómo presentar con eficacia el mundo interior del personaje

La narrativa de ficción nos ofrece una ventana a la vida. Leemos porque queremos vivir mil vidas, además de la nuestra. En Cómo leer y por qué, Harold Bloom cita a sir Francis Bacon, quien al parecer dijo: «No leáis para contradecir o impugnar, ni para creer o dar por sentado, ni para hallar tema de conversación o discurso, sino para sopesar y reflexionar». En la misma obra, Bloom reflexiona:

[La lectura] lo devuelve a uno a la otredad, sea la de uno mismo, la de los amigos o la de quienes pueden llegar a serlo. La lectura imaginativa es encuentro con lo otro, y por eso alivia la soledad. Leemos no sólo porque nos es imposible conocer bastante gente, sino porque la amistad es vulnerable y puede menguar o desaparecer, vencida por el espacio, el tiempo, la comprensión imperfecta y todas las aflicciones de la vida familiar y pasional.

Podemos estar de acuerdo con Bloom en que la literatura nos lleva a la otredad, nos conduce hacia los otros, a veces hacia un otro que habita en nuestro interior sin que nosotros lo sepamos. La narrativa nos presenta vidas variadas, ajenas, tumultuosas o tranquilas, vidas que en muchas ocasiones nada tienen que ver con la nuestra; la narrativa nos muestra cómo son los otros.

También podemos estar de acuerdo con Bacon en que la literatura sirve para sopesar y reflexionar. Pero ¿qué sopesamos?, ¿sobre qué reflexionamos? Sobre la experiencia humana, sobre lo que significa ese relámpago entre dos oscuridades que es la existencia.

Siendo así, parece evidente que una parte importante del trabajo del escritor consiste en volcar esa experiencia humana en sus obras. Y, para lograrlo, plasmar los pensamientos y las emociones de sus personajes es fundamental. Son los pensamientos, los sentimientos, las reflexiones, las emociones… del personaje lo que da entidad a esa experiencia del otro que el buen lector busca cuando lee.

Y es que trabajar con cuidado el mundo interno del personaje contribuye a hacer que una obra literaria sea decididamente mejor, porque hacerlo aporta varios efectos interesantes:

  • Como queda dicho, refleja la experiencia humana, objeto principal de la literatura y uno de los motivos principales que nos empujan a leer.
  • Aporta cohesión a la obra al convertirse en un elemento fijo de la narración, que reaparece una y otra vez a lo largo de todo el texto.
  • Genera empatía en el lector. Al tener acceso al mundo interior de los personajes, el lector puede empatizar con ellos y, lo más importante, comprenderlos. Acceder a sus pensamientos y emociones permite que el lector entienda qué los impulsa a actuar como lo hacen.

En resumen, cuando se trabaja con cuidado el mundo interior de los personajes lo que se hace es permitir que el lector penetre en el interior de estos. Se construye así un paisaje interno por el que el lector transita, un paisaje que puede tener tanta entidad e interés como el paisaje externo, el «mundo» que habita el personaje, del que puede ser una continuación o, por el contrario, con el que puede crear un contraste.

La capacidad de crear ese paisaje interno, de exponer a los personajes «por dentro», es privativa de la narrativa. Ni el cine ni el teatro disponen de las herramientas para permitir al espectador penetrar en los personajes cuyos avatares sigue como lo hace la literatura. Por eso el buen escritor debe usar sabiamente sus herramientas para darle acceso al lector a ese mundo íntimo y personal.

Los textos literarios necesitan mostrar el mundo interior de sus personajes

Con frecuencia, muchos autores noveles olvidan darle la consistencia necesaria al mundo interior de sus personajes, construir ese paisaje interior por el que al lector también le gusta caminar.

Esto sucede por dos causas. La primera y más evidente es que se tiende a primar la acción sobre cualquier movimiento interior del personaje. Lo importante, piensan muchos escritores, es lo que pasa, porque el lector quiere que pasen muchas cosas. Pero eso no es cierto, o no en todos los casos.

Lo que el lector quiere es una novela que no se estanque, pero para que la trama avance la acción, entendida como «que pasen cosas» no es la única vía. La acción también puede ser interna y reflejar los movimientos interiores que sucede en el alma o en la psique de los personajes. Ya hemos desarrollado esta idea en otro artículo que te invitamos a leer.

La segunda causa de que el mundo interior de los personajes esté pobremente trabajado en muchas novelas de autores primerizos obedece a que estos no han comprendido todavía las posibilidades narrativas que tiene, valga la redundancia, el narrador. Esos autores se apoyan casi por completo en el diálogo y usan al narrador únicamente para que describa las acciones —por lo general externas— de los personajes: sus movimientos, gestos, desplazamientos, etc.

Sin duda, hay obras en las que la acción primará necesariamente sobre la reflexión y la introspección. Pero dejemos claro que esas no son las únicas novelas que les gustan a los lectores. Si te sientes inclinado a escribir otro tipo de literatura, no creas que tu obra no va a gustar porque no se suceden en cada página confrontaciones, persecuciones, idas y venidas.

No obstante, si estas son las obras que prefieres escribir, recuerda igualmente que presentar el mundo interior de tus personajes es asimismo necesario. Porque al hacerlo estarás permitiendo que el lector vea y experimente el mundo desde el punto de vista del personaje y, al tiempo, le estarás mostrando por qué un personaje actúa de cierta manera, qué lo motiva y lo impulsa y cómo eso conduce a las acciones que realiza.

Según esto, todas las narraciones (las tuyas también) necesitan mostrar un poco del mundo interior de los personajes. Dependiendo del tipo de obra que escribas ese mundo interior tendrá mayor o menor peso, le darás al lector amplias perspectivas del paisaje interior de tu protagonista, o solo le mostrarás una postal, pero si incluyes este elemento tu obra ganará en profundidad, unidad y fuerza.

Algunas técnicas para trabajar el mundo interior del personaje

Puesto que toda obra narrativa necesita al menos una pizca de mundo interior del personaje repasemos brevemente algunas técnicas efectivas para incluirla.

Diálogos

Cuando hablamos de que el personaje exprese quién es, seguro que el primer recurso que se te viene a la mente para hacerlo es el diálogo. En efecto, el diálogo es un método seguro para que el personaje muestre quién es. El problema es que a menudo el diálogo no dice todo o no dice la verdad sobre quién es tu personaje den realidad.

Piensa en ti mismo: piensa en la miríada de pensamientos que tienes al día, los expertos dicen que rondan los 60.000. Y piensa ahora en cuántos de esos pensamientos expresas en voz alta mientras hablas con otras personas. El diálogo, lo que decimos a nuestros interlocutores, no es ni la punta del iceberg de todo nuestro mundo interior, cuando dialogamos apenas permitimos que nuestros interlocutores se asomen por una mirilla a nuestro vasto paisaje interior.

Eso por no mencionar que nuestros diálogos no tienen por qué corresponderse por entero con la realidad. Nuestras verdaderas intenciones, sentimientos o pensamientos quedan a menudo enmascarados o velados porque cuando hablamos lo hacemos a través de nuestra máscara social y reservamos partes de nuestro yo que no queremos mostrar.

Precisamente, una de las ventajas de presentar el mundo interior del personaje es que permite establecer interesantes contrastes entre lo que el personaje muestra o cuenta de sí a los demás y lo que encierra en las profundidades de su pensamiento. Con esa doble perspectiva el conocimiento que el lector tiene del personaje es mucho mayor y sus posibilidades de comprender por qué actúa como lo hace, también.

Narrador

El narrador es quizá una de las formas más efectivas de presentar el mundo interior del personaje.

Como es lógico, si se trata de un narrador en primera persona podrá contar de primera mano sus emociones, sensaciones y reflexiones, dándole al lector amplio acceso a los desvanes de su conciencia. Pero también el narrador en tercera persona puede hacerlo. Rompamos con esa idea de que el narrador en primera permite una mayor cercanía al protagonista que el narrador en tercera. Puede haber (y hay) narradores en primera distantes, que den poco acceso al lector a su mundo interior, y puede haber narradores en tercera que se peguen de manera muy estrecha a los movimientos espirituales del personaje. La proximidad o distancia del narrador no viene dada por el tipo de narrador, sino que es una cualidad que el escritor le otorga independientemente de en qué persona narre. Es otra de las decisiones que el autor debe tomar al idear su obra.

En cualquier caso, el narrador tiene la facultad de penetrar dentro del personaje y contarle al lector cuanto acontece dentro de este. Puede hacerlo de una manera objetiva, sin entrar en juicios sobre lo que el personaje siente o piensa, o bien puede permitirse juzgar, moralizar e incluso ironizar. De nuevo, esa es decisión del autor, tu decisión.

Monologo interior, flujo de conciencia y estilo indirecto libre

Por último, tenemos varias técnicas narrativas que nos permiten acceder directamente al fuero interno del personaje.

El monologo interior y el flujo de conciencia recogen directamente los pensamientos del personaje, nos muestran las palabras que hay en el interior de su cabeza, por lo que ambos recursos son una excelente manera de sumergir al personaje en la vida interior de los personajes.

El estilo indirecto libre mezcla los pensamientos del personaje, sus palabras, con el discurso del narrador en una amalgama expresiva y muy interesante desde el punto literario.

Si quieres aprender más sobre estas técnicas y recursos, así sobre construcción de personajes, uso del narrador, escritura de diálogos y estructura y trama puede interesarte el Curso de Novela. Si te apuntas a la lista de espera te avisaremos en cuanto se abra el plazo de inscripción. Puedes hacerlo en el formulario que encontrarás aquí.

Con los diálogos, pero sobre todo con el narrador y apoyándote en técnicas como el monologo interior y el estilo indirecto libre puedes representar con eficacia el mundo interior de tu personaje y darle acceso a él al lector para que disfrute como le gusta de la posibilidad de acercarse al otro y cumplir así una de las más hermosas tareas de la literatura.

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  • Este post es muy importante, a mí me has ayudado montones porque estudio lo que expones, luego lo llevo a lo que estoy haciendo.
    Tengo dos narradores, ambos entran dentro de los personajes, pero de forma diferente. Este recurso me ha permitido darle fuerza a lo psicológico – lo que más me importa- y dejar que sus actos sean más emocionales.
    Las emociones ahora son mis actos literarios favoritos!
    Gracias millones!

  • De verdad, infinitas gracias por este artículo. Antes de leerlo ya me traia de un ala este trascendental tema, sobre todo como se conjuga el monólogo interior en las acciones que el personaje ejecuta en su entorno y con otros circunstantes de su mundo. En definitiva, no puede haber empatía entre el lector y los personajes, si no tienen una psicología firme y creible… y sobre todo bien sustentada en la prosa.

  • Lo maravilloso de escribir es la magia de crear. No solo si es una obra de ficción. En una obra aurobiográfica (lo encuentro mas complicado), la magia está en saber relatar a ese personaje que eres tu mismo de manera objetiva, intuitiva y honesta.
    Gracias por este artículo.

  • Bravo!! Esperaba este artículo nuevo para resolver muchas cuestiones, dudas. Muchas gracias.

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