En la temporada anterior dedicamos un artículo a hablar de la torre de marfil del escritor. La de la torre de marfil es la imagen que se ha usado tradicionalmente para transmitir esa idea del creador alejado del mundo, recluido en un espacio y un tiempo propios en los que puede dar rienda suelta a su búsqueda creativa e intelectual.
Si es cierto que el escritor necesita estar pegado a la realidad para tomarle el pulso a la experiencia humana y poder plasmarla en sus obras (a fin de cuentas, la novela imita a la vida), también lo es que el escritor necesita de cierta soledad y aislamiento para realizar ese proceso de alquimia por el cual su experiencia del mundo se transforma en literatura.
Para llevar a cabo esa delicada alquimia es para lo que el escritor necesita su torre de marfil. Porque precisa quietud para transmutar esas experiencias —entendidas en un sentido amplio, no necesariamente restringido a lo vivido en primera persona— y convertirlas en arte, en literatura.
Por eso el escritor Saul Bellow decía: «Creo que el arte está relacionado con el acto de fijar la atención en medio de las distracciones».
Pero en esta sociedad que nos somete a una sobreestimulación continua, en la que vivimos hiperconectados y dejamos muy poco tiempo para el silencio y para nosotros mismos, en la que mil distracciones tienen el monopolio de nuestro interés, ¿cómo fijar la atención?, ¿cómo construirse una torre de marfil?
Pasos para construirse una torre
El pionero de la psicología Carl Jung tomó al pie de la letra la idea de construirse una torre en la que poder concentrarse en el estudio y la escritura, como único modo viable de enfocarse en su trabajo y llevarlo adelante. A principios de la década de los años veinte del siglo pasado compró un terreno y edificó sobre el la conocida como Torre de Bollingen, no como un retiro burgués, sino como un lugar de trabajo que le permitiera enfocarse en sus teorías psicológicas y desarrollarlas.
La mayoría de nosotros no podemos edificarnos una torre en un sentido literal, a la que poder retirarnos cuando deseamos pensar, estudiar, leer o trabajar concentrados; pero sí podemos hacerlo en un sentido metafórico y no por ello menos práctico. Se trata de buscar la manera de construir una torre virtual que nos permita aislarnos para entregarnos a nosotros mismos, a nuestras ideas y al acto de crear.
Ciertamente no es sencillo, en gran parte porque nos falta la práctica de hacerlo y también porque todo a nuestro alrededor parece conjurarse en contra. Pero hemos pensado cuatro pasos que puedes dar para construirte tu torre de marfil mental (y espiritual) a la que retirarte periódicamente, o incluso cada día.
1. Sé consciente de que necesitas una torre
El primer paso para construirse una torre es comprender la necesidad indiscutible de aislarse para pensar, crear y escribir.
Nuestra sociedad hiperconectada, hiperrápida, hiperproductiva e hipercompetitiva nos disuade una y otra vez de buscar la tranquilidad necesaria para la creación. Desde todas partes y por todos los medios se nos insta a «estar al día», a permanecer atentos a lo que hacen los demás, pero también a compartir cuanto nosotros hacemos; a hacer más, más rápido, a hacer muchas cosas, pero no necesariamente a hacerlas bien; a ser los mejores y a serlo de inmediato, sin tomarnos el tiempo para madurar y adquirir destreza.
Sin embargo, la escritura, y el arte en general, necesita tiempo, tiempo para madurar las ideas, para moldearlas, para convertirlas en una obra artística, una obra que sea intelectual y estética al tiempo; necesita también de bastante ensimismamiento, de un mirar hacia dentro, de un olvidarse de los demás para poder entregarse a la creación; y necesita alejarse de la presión de la competición: ser el mejor requiere largos años de aprendizaje y práctica y hay mucho que aprender del otro, que es un compañero y quizá un maestro, pero nunca un rival.
En una época como esta, en la que estamos sometidos a un constante bombardeo ¿informativo?, con miríadas de distracciones a un clic de distancia, con una oferta de ocio casi ilimitada, se hace necesario ser consciente de que la escritura requiere una concentración plena.
Para escribir es necesario acallar el ruido (interior y exterior), centrarse y concentrarse. Volver visible ante los propios ojos esa verdad primordial es el primer paso para construir tu torre de marfil metafórica.
2. Encuentra el tiempo
Solo cuando comprendas que necesitas tu torre de marfil estarás en condiciones de comenzar a trazar sus planos. Pero hemos dicho que esta torre es metafórica, por eso se construye con materiales intangibles. Y el primero de esos materiales es el tiempo.
Ya hemos señalado en numerosas ocasiones que la escritura necesita tiempo: tiempo para conocer sus entresijos (recursos, técnicas, modos de hacer…), tiempo para leer, tiempo para la práctica, tiempo para que las ideas florezcan y fructifiquen y para desarrollarlas después con paciencia y mimo.
El tiempo dedicado a la escritura debe ser, además, tiempo de calidad. Un tiempo suficiente que te permita concentrarte, enfocarte y, como apuntaba Saul Bellow, fijar la atención.
Sabemos lo que te estás diciendo ahora mismo: «Tiempo es justamente lo que no tengo. Si supieras lo complicado que es mi día a día, no tengo un minuto para mí». Seguramente sea cierto, o tal vez lo del tiempo sea para ti (como para muchos otros) solo una excusa. La realidad solo la conoces tú, pero no te quedes con la respuesta reactiva, haz examen de conciencia.
Puede que si repasas tu rutina diaria, día a día durante una semana, encuentres que dedicas tiempo a actividades de las que podrías prescindir (atención a los ladrones de tiempo, especialmente a las redes sociales) o que hay labores que podrías delegar.
No decimos que despejar el tiempo que demanda la escritura sea sencillo, solo queremos instarte a que lo intentes, a que comprendas que sin dedicar tiempo de calidad a la escritura no podrás progresar en ella del modo en que tú deseas hacerlo. Busca la manera, la solución la tienes tú.
3. Silencio y desconexión
Los muros de tu torre están hechos también de silencio. De nuevo, se trata de un silencio metafórico, puede que tú para escribir necesites escuchar a todo volumen death metal; se trata de comprender que necesitas acallar el ruido externo que te impida concentrarte en la tarea.
Tienes que acallar el ruido del mundo exterior, solo de ese silencio puede surgir el mundo de la literatura, el mundo que el escritor crea tan solo con palabras. Es en el silencio, en la quietud, donde se puede desarrollar una escritura consciente. Una escritura que permanece atenta a sí misma y que es la única que permite tanto crear buenas obras como crecer como escritor.
Olvídate de las notificaciones del correo y de las redes sociales, silencia las voces que te instan a escribir una novela en tres meses y a convertirte en un escritor best seller de hoy para mañana. Solo en el silencio podrás escuchar las voces de tus personajes, el sonido de la historia al desovillarse, el tema que te susurra la mejor manera en que puede ser expuesto.
También debes acallar los ruidos internos, los de esas voces con las que dialogas de continuo. Y probablemente esto cueste más que aislarse del bullicio exterior.
En tu torre de marfil no debería haber espacio para esa desagradable vocecilla que te pregunta quién te crees que eres para pensar que puedes escribir una novela e insiste una y otra vez en que nunca lo lograrás. Tampoco para ese despiadado crítico interno que te repite insidioso que lo que escribes es una basura, que cada página es peor que la anterior.
Recuerda que escribir una novela es una tarea ímproba. La duda forma parte del proceso, porque es la que te lleva cada vez a esforzarte para hacerlo mejor. Pero no se puede juzgar el trabajo día a día: hay días buenos y días regulares. Y tienes todo el tiempo del mundo para trabajar en tu obra hasta que sea tan maravillosa como tú la imaginas.
4. Concentración
Entre los ladrillos que componen los muros de tu torre virtual también está la concentración. De hecho, este es quizá el material más importante de los que la forman, los tres anteriores están a su servicio. Si necesitas una torre de marfil en la que poder encerrarte durante un tiempo (el que tú creas necesario o del que puedas disponer) en busca de silencio y desconexión es precisamente para poder concentrarte en el trabajo. Solo si enfocas durante mucho tiempo tu atención en la escritura alcanzarás la maestría.
Como ya dijimos en este otro artículo, se habla mucho de la inspiración como condición indispensable para escribir; sin embargo, más que aguardar la inspiración, el escritor debería propiciar la concentración.
Y es que para escribir es mejor la concentración que la inspiración. De hecho, justamente un trabajo concentrado es lo que da lugar a esos raptos de inspiración que tanto entusiasman a los autores, esos en los que la escritura fluye como un manantial. A lo mejor, cuando tradicionalmente se habla de inspiración, en realidad de lo que se habla es de concentración.
La concentración consiste en fijar nuestra atención de manera sostenida en una tarea. Y es especialmente necesaria cuando esa tarea es una actividad intelectual demandante, como lo es la escritura.
Por desgracia, nuestro modo de vida actual tiende a fragmentar nuestra atención. Saltamos de una tarea a otra porque nos han contado que el multitasking nos hace más productivos (no es verdad) y por el medio atendemos las notificaciones de las redes sociales, recibimos una llamada o contestamos un correo. Una vez que esa manera de proceder se ha vuelto mecánica en nosotros resulta mucho más difícil llevar a cabo un trabajo concentrado como el de la escritura, pues este requiere de largos periodos de actividad intelectual ininterrumpida.
De modo que para que encerrarte en tu torre de marfil dé resultados debes, sobre todo, usarla como una herramienta, un espacio, un modo mental que te permita escribir concentrado, centrarte en la tarea al cien por cien, fijar la atención en medio de las distracciones y entregarte por completo a la creación.
Al principio no es sencillo, pero date tiempo. Verás cómo logras aislarte en tu torre y pronto descubrirás sus increíbles beneficios.
¿Tienes tú ya una torre de marfil, metafórica o real? ¿Qué consejos le darías a alguien que se plantea ahora construir la suya? Tu experiencia nos ayuda a todos, compártela en los comentarios.
No hay torre de marfil que valga, sin no hay concentración.
A mí el multitasking todavía me mata, pero es cuestión de ser consciente de ello y seguir vuestras indicaciones. El poder y los materiales están en nuestro interior, habrá que desempolvarlos. Gracias!
Pues aunque no me gusta aconsejar, creo que esa torre imaginaria o real, se construye día a día sin prisas ni remedio. Si de veras lo que deseas con todas tus ganas es escribir y desconectar, el camino o en este caso la torre crecerá según tus preferencias, necesidades, costumbres o manías.Y un día, sin más, te encuentras en tu propio rincón de los escritos o de los espíritus como yo lo llamo, cuando me sumerjo en mi tarea diaria.
Qué gran verdad, Malena.
Somos criaturas habitando el universo de Einstein y por lo tanto sujetos a las limitaciones físicas de tiempo y espacio. Es obvio que debemos conseguir el dónde y el cuándo para crear algo de la nada usando nuestra imaginación. Hasta ahora estamos hablando de factores físicos y de la realidad de nuestros presentes, porque es en el presente cuando escribimos. Cada autor escoge el cómo, el dónde y el cuándo para escribir. No hay una manera definitiva y correcta porque cada uno es libre de escoger su presente momento para escribir. Lo que funciona para unos es imposible para otros y viceversa. No me atrevo a sugerir nada porque yo tengo mi método y el tal cambia de acuerdo con las circunstancias. El concepto de la torre de marfil no existe para mí porque el marfil es un material demasiado noble y delicado. Yo escribo desde una torre de hormigón reforzada con acero, cubierta con bolsas de arena y alambre de concertina. Estamos bajo un ataque constante por parte de las dudas, autoinfligidas y las de otros, del rechazo, de la frustración de no poder escribir como quisiéramos y de la sospecha de haber malgastado largas horas, tal vez años, escribiendo lo que nadie quiere leer. Estamos exhaustos por el esfuerzo de poner palabras juntas para crear algo digno de ser leído y este trabajo nunca cesa. La verdadera torre donde nuestros escritos florecen es nuestra fortaleza mental, un lugar solitario bajo el acecho de las dudas, no un escritorio cómodo mirando paisajes hermosos. No importa el entorno físico donde escribes o cuando lo haces, lo que importa es la voluntad férrea de escribir en solitario, y mientras lo haces la vida real continua sin ti y sin garantía del éxito literario. Decide si así es como quieres vivir.
Muy bien expresado.
Jose Rodríguez, me ha parecido muy realista la forma en cómo has explicado cómo es la vida de quien se dedica a la escritura. La verdad es que en torno a esta profesión hay mucha leyenda y poética, pero, como dices, es una vida que requiere de una voluntad férrea, rodeada de dudas, soledad y sin garantía de éxito. Gracias por tus palabras.