Cuatro características de un buen lector

En su Curso de literatura europea, Vladimir Nabokov cuenta que preguntó en cierta ocasión a sus alumnos cuáles eran las características de un buen lector. Dio una serie de diez cualidades entre las que sus alumnos debían elegir cuatro. Eran las que siguen.

Un buen lector:

  • Debe pertenecer a un club de lectores.
  • Debe identificarse con el héroe o la heroína.
  • Debe concentrarse en el aspecto socioeconómico.
  • Debe preferir un relato con acción y diálogo a uno sin ellos.
  • Debe haber visto la novela en película.
  • Debe ser un autor embrionario.
  • Debe tener memoria.
  • Debe tener imaginación.
  • Debe tener un diccionario.
  • Debe tener cierto sentido artístico.

Los estudiantes consideraron importante que el lector tuviera la capacidad de identificarse en el protagonista o prefiriera las obras donde priman la acción o el diálogo. Sin embargo, las cualidades que Nabokov resaltaba para un buen lector eran las cuatro últimas: tener memoria, tener imaginación, tener un diccionario y tener cierto sentido artístico.

En vísperas de celebrar el Día del Libro vamos a reflexionar, siguiendo la estela de Nabokov, sobre los atributos de un buen lector.

Un buen lector debe tener memoria

Leer requiere memoria. En primer lugar para recordar los sucesos de la acción, las relaciones entre los personajes y la progresión de la historia. Tal vez te haya sucedido que, por cualquier causa, has abandonado una lectura durante una temporada y, al volver a la obra, te has encontrado con que ya no recordabas lo precedente y has tenido que retroceder para refrescar tu memoria. Así de importante es la memoria, porque sin ella no podemos adentrarnos de manera satisfactoria en la lectura.

Pero para un buen lector la memoria es necesaria para más que para poder seguir la cronología, la causalidad y las relaciones que sostienen la historia contada. Un buen lector se sirve de su memoria para relacionar esa lectura con otras. Tras siglos de literatura y, en especial, tras un siglo XX lleno de experimentación literaria, el lector debe recurrir a su memoria para crear paralelismos, comparaciones, retroalimentaciones entre la obra que lee y otras obras que ha leído (o simplemente conoce).

El autor lo quiere así, pues es el mismo escritor quien en ocasiones espera que el lector reconozca en su texto influencias, inspiraciones, parecidos… Los buenos autores ya no se conforman con que el lector se arrellane en su butaca y se deje llevar, antes bien, como apuntaba Cortázar, quieren «hacer del lector un cómplice, un camarada de camino».

Un buen lector debe tener imaginación

Como es natural, el lector debe poder imaginar la historia que el escritor ha creado para él y plasmado negro sobre blanco en el papel. Es la imaginación la que le permite convertir las palabras en imágenes y sensaciones que quien lee proyecta en la pantalla de su mente y siente con la misma fuerza que si le sucedieran a él mismo. (No olvidemos que al leer en el cerebro se activan las mismas áreas que cuando experimentamos en primera persona lo que las páginas contienen: por eso nos asustamos con una novela de miedo o nos excitamos si leemos una escena erótica).

Pero Nabokov apuntaba a otro tipo de imaginación. Para él, el lector que simplemente se identifica con el protagonista y se emociona con lo que este siente es un lector «básico». Un buen lector, sin embargo, va más allá y usa su imaginación de «una manera impersonal».

Debemos mantenernos un poco distantes y gozar de este distanciamiento a la vez que gozamos intensamente —apasionadamente, con lágrimas y estremecimientos— de la textura interna de una determinada obra maestra. […] Lo que quiero decir es que el lector debe saber cuándo y dónde refrenar su imaginación; lo hará tratando de dilucidar el mundo específico que el autor pone a su disposición. Tenemos que ver cosas y oír cosas: visualizar las habitaciones, las ropas, los modales de los personajes de un autor. El color de los ojos de Fanny Price, la protagonista de Mansfield Park, y el mobiliario de su pequeña y fría habitación, son importantes.

Muchos lectores confiesan que las descripciones o los largos fragmentos de narración les aburren. Buscan la acción, el diálogo, y les sobran las páginas en las que, sin embargo, el autor está construyendo para ellos un mundo. De acuerdo con el criterio de Nabokov esos lectores un tanto impacientes no serían buenos lectores.

Aunque en ellos funciona la imaginación que les ayuda a representarse la historia, incluso a emocionarse con ella, no funciona en cambio esa otra imaginación que se preocupa por la obra en sí y su ejecución.

Un buen lector debe tener un diccionario

Entendamos esta recomendación de Nabokov en un sentido amplio. No se trata meramente de que el lector tenga un diccionario, incluso de que lo tenga cerca mientras lee (cosa siempre conveniente). De lo que se trata es de que el lector tenga un conocimiento profundo del idioma.

La literatura se construye con palabras, por eso es tan importante tener un buen manejo del lenguaje cuando se es lector. Ese manejo es el que permite comprender el esfuerzo que el escritor ha hecho no solo para dar con la palabra precisa, sino para servirse de palabras y frases para crear algo que, a pesar de ser intangible, el lector puede recrear con su imaginación, tal como veíamos en el punto anterior.

El lenguaje es la pieza básica de la que se compone la narrativa. Sin lenguaje no hay obra. Un buen escritor sabe cuidarlo con mimo. Y un buen lector sabe apreciarlo con deleite.

Un buen lector debe tener cierto sentido artístico

Para terminar, un buen lector debe tener cierto sentido artístico. Esta es tal vez la parte más difícil de explicar, pero cualquier lector que lea buena literatura comprenderá de inmediato el significado de esta cualidad que Nabokov apunta como necesaria para un lector.

Una obra literaria no es meramente una historia, es mucho más: es arte. Sucede lo mismo que con un cuadro: cuando lo contemplamos no nos limitamos a ver un paisaje, un retrato, una escena…, sino que apreciamos otras muchas cosas: el uso del color, la pincelada, la disposición de los elementos, el uso (o no) de la perspectiva, la escuela o el periodo a los que pertenece, etc.

Otro tanto sucede con la literatura. En su ensayo Seis paseos por los bosques narrativos, Umberto Eco apunta:

Hay dos formas de pasear por un bosque. La primera nos lleva a ensayar uno o muchos caminos (para salir lo antes posible, para conseguir llegar a la casa de la Abuela, o de Pulgarcito, o de Hänsel y Gretel); la segunda, a movernos para entender cómo está hecho el bosque, y por qué ciertas sendas son accesibles y otras no. Igualmente, hay dos modos para recorrer un texto narrativo. Este se dirige ante todo a un lector modelo de primer nivel, qué desea saber (y justamente) cómo acaba la historia (¿conseguirá Ahab capturar la ballena, se encontrará Leopold Bloom con Stephen Dedalus después de haberse cruzado con él casualmente algunas ve­ces en el curso del 16 de junio de 1904?). Pero el texto se dirige también a un lector modelo de segundo nivel, el cual se pregunta en qué tipo de lector le pide esa narración que se convierta, y quiere descubrir cómo procede el autor modelo que lo está instruyendo paso a paso.

Un buen lector no es, por tanto, el que juzga la obra únicamente por su final y, mientras lee, solo desea saber cómo termina todo. Un buen lector es el que «pasea» por la obra atento a su arquitectura, sus detalles, a cómo ha dispuesto el autor los elementos que la forman en busca de determinados efectos.

Cómo desarrollar las cualidades de un buen lector que propone Nabokov

Para evolucionar desde el lector de primer nivel hacia el lector del segundo nivel a los que alude Eco hacen falta muchas lecturas. Leer, como escribir, es un aprendizaje que no se acaba nunca.

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Pero también son necesarios ciertos conocimientos de lo que una obra literaria es, de los elementos que la componen y la sustentan, para poder encontrarlos en las que se leen y juzgarlos con conocimiento de causa. Hay que afinar el sentido de lo artístico.

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En general, conocer mejor cómo piensa y lee un buen lector va a ayudarte en la concepción de tus obras. Una novela es como una partida de ajedrez: cada jugador debe prever los movimientos del otro. El lector tratará de anticiparse a lo que el autor le reserva, pero el autor también debe predecir cómo evolucionará el lector a lo largo de la obra.

Eduardo Mendoza advierte:

La literatura la hacen a medias el autor y el lector. Y no hay un lector fijo ante el cual vaya cambiando la literatura. El lector actual, después de las vanguardias y aunque él no lo sepa, se ha convertido en un crítico. No es el lector inocente que se entrega por entero al juego de Victor Hugo, sino un estudioso que analiza frase a frase el tejido de cada escena.

Si alguien debe estar interesado en ser un buen lector, ese lector-crítico del que habla Mendoza es un escritor. Únicamente cuando se tienen herramientas para entender un libro es posible entrar verdaderamente en su discurso.

Por eso, ya sabes, debes esforzarte en mejorar tu memoria, tu imaginación y en desarrollar tu lenguaje y tu sentido artístico.

¿Qué tal lector eres?, ¿te consideras un lector básico o por el contrario eres un lector de lo que Umberto Eco consideraba de «segundo nivel»? ¿Lees solo para pasar un rato entretenido o esperas que tus lecturas te conmuevan intelectualmente? Hablamos sobre leer en los comentarios.

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3 COMENTARIOS


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  • Me encanta la idea que escribe E. Mendoza, la de que la literatura la hacen a medias el lector y el autor. Eso supone que los dos participan en la creación, pero además cada obra, cada historia, se convierte en infinitas versiones de una misma semilla. Mendoza, tan brillante como siempre.
    Gracias por vuestro artículo, un placer leeeros

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