Hace poco, un escritor inició una conversación en Twitter con una pregunta que hemos visto planteada en numerosas ocasiones: ¿los capítulos deben tener un título personalizado?, ¿o basta con numerarlos?
Hay otras preguntas relacionadas con la ordenación en capítulos de una novela que nos encontramos con frecuencia, también planteadas por los miembros de nuestra comunidad. Por eso hemos querido dedicar un artículo a tratar de resolverlas. Si tienes alguna otra, puedes como siempre plantearla en los comentarios y la responderemos allí.
¿Es necesario dividir una novela en capítulos?
Empecemos por la principal: ¿es necesario dividir una novela en capítulos?
La respuesta es inequívoca: no lo es.
Hay numerosas novelas que no están divididas en capítulos, sino que en ellas el texto avanza sin interrupción o división aparente desde la primera página hasta la última. Así sucede por ejemplo en Maestros antiguos o en La Calera, de Thomas Bernhard, un escritor poco dado a dividir sus obras en capítulos.
Lo mismo sucede con Austerlitz, de W. G. Sebald o con El muro, de Marlen Haushofer. También con Homo Faber, de Max Frisch, si bien en este caso Frisch crea divisiones dentro del texto, sirviéndose de blancos, que lo separan en fragmentos menores de extensión irregular; algo similar a lo que hace Andréi Platónov en Chevengur, si bien él usa asteriscos para marcar la separación entre las diversas partes del texto.
Cuando no se divide la obra en capítulos, siempre es posible hacerlo en partes. Por ejemplo, La princesa de Clèves, de Madame de La Fayette se divide en cuatro libros («Libro primero», «Libro segundo»…); Hermann Broch divide La muerte de Virgilio en cuatro partes: «Agua – El arribo», «Fuego – El descenso», «Tierra – La espera» y «Éter – El regreso»; mientras, de nuevo Bernhard, divide Corrección en dos partes: «La buhardilla de los Höller» y «Examinar y ordenar».
De modo que una novela no tiene que estar dividida en capítulos: puede disponerse como una única pieza de texto. También es posible dividir ese texto en partes, tituladas de forma específica o de una manera general: «Parte primera, parte segunda». O crear múltiples divisiones en el texto, marcadas en la página con un blanco o algún otro elemento, como hacen Max Frisch en Homo Faber y Andréi Platónov en Chevengur.

Homo Faber, de Max Frish

La princesa de Clèves, de Madame de La Fayette
Ahora bien, al margen de cómo decidas plantear el texto ante el lector, a la hora de concebir la novela resulta de gran ayuda usar una división en capítulos.
En el momento de planificar la obra conviene subdividirla en segmentos y secciones que te ayuden a avanzar paso a paso y a decidir qué sucederá en cada momento, cómo se irá construyendo el arco de los personajes, cómo modelando la tensión o haciendo palpable el conflicto…
De manera que aunque decidas que tu novela no se dividirá en capítulos, sí puedes realizar este tipo de divisiones para que trabajar en ella te resulte más sencillo. Y, de hecho, la manera en que presentarás el texto final al lector es algo en lo que deberías meditar también durante la fase de planificación.
¿Qué opciones existen para titular los capítulos?
Si decides presentar al lector tu novela dividida en capítulos, tienes varias opciones a la hora de nombrarlos. Puedes no darles ningún nombre o título. Puedes numerarlos. Y puedes darles un título que resulte representativo de lo que acontece en cada uno de ellos.
Capítulos sin título ni numeración
Esta es la opción más sencilla. La novela se divide en capítulos, sí, pero estos no tienen un número o título que los identifique. Simplemente cada nuevo capítulo comienza en una nueva página, y es justamente la disposición del texto en esa página —su maquetación— lo que indica al lector que se halla al inicio de un nuevo capítulo: por lo general la página será impar y el texto no comenzará al comienzo de la página, sino que aproximadamente el tercio superior de esta quedará en blanco.
Así sucede en Corazón tan blanco o Mañana en la batalla piensa en mí, de Javier Marías.

Corazón tan blanco, de Javier Marías
Capítulos numerados
Otra opción habitual es numerar los capítulos.
Las formas de hacerlo son variadas: puedes usar números arábigos (1, 2, 3…) o números romanos (I, II, III…). Si eliges esta última opción, asegúrate de que conoces bien los números romanos, no es la primera vez que nos topamos algún libro en nuestras asesorías con ellos escritos de manera incorrecta.
Además, tienes la opción de añadir la palabra «capítulo» a la nomenclatura, y hacerlo de distintas formas: usando arábigos o romanos u optando por escribir el número con su palabra. Así, «Capítulo 1», «Capítulo primero», «Capítulo I».
Como es natural, que los capítulos estén numerados no impide que se agrupen en partes. Por ejemplo, El arrecife, novela de Edith Wharton, se divide en cinco libros, cada uno de los cuales se divide además en diversos capítulos, en este caso indicados por números romanos.
Dostoievski dividió Crimen y castigo en seis partes y un epílogo. Cada una de estas partes se subdivide a su vez en capítulos identificados también con números romanos.

La tienda de antigüedades, de Charles Dickens

El arrecife, de Edith Wharton

Crimen y castigo, de Fiodor M. Dostoievski
Capítulos titulados
Los capítulos también pueden llevar un título, de diversa extensión, que resuma y anticipe lo que sucederá en él.
Muchos autores célebres se han servido de este recurso en sus novelas.
Era un recurso muy habitual en el siglo XIX. Dickens lo usa a menudo en sus obras, en las que, aunque suele numerar sus capítulos, incluye siempre un breve título representativo. Así por ejemplo en Oliver Twist, donde encontramos capítulos titulados «De cómo Oliver es mejor cuidado que nunca, con algunos detalles relativos a cierto cuadro» o «En el que entra en escena un misterioso personaje y ocurren muchas cosas directamente relacionadas con esta historia».
También John Galsworthy, ya en el siglo XX, titula sus capítulos. En El mono blanco encontramos «XI. Iniciativa» o «VI. Michael se rinde».

Oliver Twist, de Charles Dickens

El mono blanco, de John Galsworthy
Como ves, los títulos se mezclan a menudo con la numeración de los capítulos, para que el lector tenga, junto con el atisbo que le da el título, la sensación de avance que confiere el número.
Pío Baroja, en La busca, optó por incluir lo que podría ser un resumen casi telegráfico de los hechos fundamentales de cada capítulo. En el capítulo II podemos leer: «La casa de doña Casiana – Una ceremonia matinal – Complot – En donde se discurre acerca del valor alimenticio de los huesos – La Petra y su familia – Manuel: su llegada a Madrid».
Una vez más, los capítulos titulados pueden asimismo agruparse en partes.
Michael Faber divide El Libro de las cosas nunca vistas (2016),en cuatro partes: «I. Hágase tu voluntad», «II. Así en la tierra», «III. Como en» y «IV. En el cielo». Y da nombre también a sus capítulos: «1. Cuarenta minutos después, estaba cruzando el cielo», «2. Nunca volvería a ver a los humanos de la misma manera»; y, siguiendo la pauta que marcan los títulos de las diversas partes, titula el último capítulo «28. Amén».
También hay autores que fragmentan sus capítulos en partes más pequeñas y le dan a cada una un título. Por ejemplo, Andréi Biely divide Petersburgo en dos partes, cada una de ellas de cuatro capítulos. Pero a su vez divide cada capítulo en partes más pequeñas, a las que da un título: «Apolón Apolónovich Ableújov», «En una palabra, era el jefe del Organismo…», «Nordeste», «Barón, rastrillo», etc.
O Alfred Döblin, que divide Berlín Alexanderplatz en nueve libros, que actúan a modo de capítulos, y cada uno de ellos en diversas partes: «A la ciudad con el 41», «Todavía no está allí», «Aprendiendo del ejemplo de Zannowich»…

La busca, de Pio Baroja

Petersburgo, Andréi Biely

Berlín Alexanderplatz, de Alfred Döblin
Sabemos que muchos de vosotros sois reacios a titular vuestros capítulos por el temor de dar pistas al lector sobre lo que va a suceder en él. Sin embargo, titular los capítulos puede ser un recurso interesante.
Por un lado, los títulos se pueden usar para ayudar a dar el tono de la obra: misteriosa, humorística, evocadora… Por otro lado, no hay que olvidar que una novela no debe buscar siempre la sorpresa. En la conversación en Twitter que ya hemos mencionado, muchos autores reconocían que, como lectores, les gustaba hacer pronósticos acerca de por dónde iba a transcurrir la acción y que era gratificante acertar. Lo cierto es que esa es una de las maneras de atrapar al lector más eficaces y menos tenidas en cuenta: permitirle hacer pronósticos y darle pistas que le permitan participar activamente en la historia.
Con frecuencia se le hurta al lector ese placer para apostarlo todo a la sorpresa. Pero debes tener presente qué tipo de lector prefieres para tus obras: un lector pasivo, que espera que tú hagas todo el trabajo y lo lleves de sorpresa en sorpresa; o un lector activo, implicado, que ponga de su parte para completar el texto, que lea con atención cada palabra cazando el indicio y buscando señales.
A menudo indicar en el título de qué va a tratar al capítulo actúa no como un spoiler, sino como un acicate que espolea las ganas de seguir leyendo y descubrir cómo se desarrolla eso que el título nos viene a anunciar.
¿Cuántos capítulos debe tener una novela?, ¿y qué extensión cada uno de ellos?
Otras preguntas frecuentes relacionadas con los capítulos tienen que ver con su número y su extensión: ¿cuántos capítulos debe tener una novela?, ¿y cuántas páginas debe ocupar cada uno de ellos?
Tras los ejemplos anteriores podrás deducir que no hay una respuesta estándar. El número de capítulos en los que se divide una novela (si es que se opta por separarla en capítulos), así como el número de páginas que abarcará cada uno de ellos depende. ¿De qué depende? De la historia.
Cómo ves, en el momento de planificar tu novela debes reflexionar –entre otras cosas— sobre cómo presentarás el texto a tus lectores: ¿como un único flujo?, ¿o dividido en capítulos? ¿Agruparás esos capítulos en partes?, ¿o prescindirás de ellos y harás solo una división en partes?
Si te decides por dividirla en capítulos, algo muy común, deberás pensar cuántos son necesarios en función de cómo vas a desarrollar la historia y de cómo la estructurarás. Los esquemas que deberías realizar durante la planificación te servirán para saber el número aproximado de capítulos que tendrá tu novela.
A su vez, la extensión de estos variará en función de lo que cuentes en cada uno de ellos. No creas que cada capítulo debe tener un numero más o menos igual de páginas. Puede que tengas capítulos de unas pocas páginas y otros que se extiendan a lo largo de un buen número de ellas. Y será correcto.
Ahora bien, puedes decantarte por guardar la proporción y procurar que cada capítulo sea más o menos de la misma extensión que el resto. También es una opción válida.
¿Y cómo es la mejor manera de nombrar esas partes y capítulos? Puede que sea suficiente con numerarlas, pero tal vez prefieras usar títulos representativos que subrayen el sentido y el tono de la historia, hagan partícipe al lector de su desarrollo y lo acicateen a adentrarse en cada nuevo capítulo.
Eso es algo a lo que también puedes prestar atención en el momento de la planificación, aunque es probable que lo veas más claro ya metido en la fase de escritura, cuando al trabajar con las palabras se te ocurran títulos que encajen con tus capítulos.
Esperamos haber resuelto alguna de tus dudas respecto a los capítulos. E incluso tal vez haber despertado tus ganas de leer algunas de las obras mencionadas, gracias a los sugerentes títulos de sus capítulos.
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Hola, muy buen artículo. A mí me encanta numerar y poner título a los capítulos, pero mis títulos a veces dejan con más intriga a los lectores y después que leen dicen: «le queda perfecto ese título». Je, je, je
En mi opinión, fagmentar una historia en capítulos no es más que una forma de estructurarla. Una herramienta, tal como dice Roberto, que va a permitir al lector orientarse y al escritor, mientras escribe, no perder la dirección del relato. Porque saber en qué orden vas a contar la historia y cuáles son las escenas que integrarán cada parte es como fabricar un andamio invisible para que el lector pueda concentrarse en ella. Para eso servirían los capítulos, y a gusto de cada escritor, y según demande la historia, creo que se pueden numerar o titular.
Yo, como lectora, prefiero no ver números ni frases resumenes de lo que va a pasar. Prefiero deslizarme por la historia y de vez en cuando sentir la pausa que da un espacio en blanco en mitad de la página. Como mucho leer un breve título que encaje con lo que la historia pide en ese momento ( «Noviembre»). En todo caso, títulos que sugieran pero que no desvelen («Éter», sí ; » De cómo el pequeño Hans encontró los zuecos y aprendió no sé qué…», no).
Excelente, me ha gustado.
Muy interesante el artículo. Bueno, como tantos anteriores…
Una pregunta: si citas al principio del capítulo letras de canciones, ¿puedes tener problemas legales?
Gracias por la ayuda que nos dais.
Hola, FJ:
Aunque no es común que se produzcan reclamaciones en ese sentido, según la Ley de Propiedad Intelectual española deberías solicitar autorización a los autores de esas canciones (o a quien detente sus derechos) para usarlas en tu novela.
Saludos.
Muchas gracias por este artículo. Estoy en la fase de planificación de mi segunda novela, tenía bastantes dudas sobre este tema y vuestra entrada me ha resultado muy útil. Aprovecho para felicitaros por lo que compartís porque no dejo de aprender, tanto con la lectura de los post del blog como con los cursos que he hecho con Sinjania.
Muchas gracias, Adela. Nos encanta saber que los artículos que compartimos os resultan útiles. Lo decimos a menudo, pero nunca deja de ser verdad: saber que os ayudamos, aunque sea un poquito, nos da energía para seguir trabajando.
Mil gracias también por elegirnos para formarte.
Un abrazo.
Como escritor (sin pretender tener ese título) me parece que la división en capitulos es deseable, porque debemos una vez más hacer uso de la ceatividad premiando al lector con un cierre emocionante o interesante de esa parte del libro. Si usamos este gancho (ya hemos visto que al principio del libro no es indispensable) , el lector se sentirá con deseos de seguir adelante con la lectura. Por otra parte, como escritor de nuevo, titulando cada capítulo me parece que complace más haber escrito la obra. Los capítulos no dejan de ser como los “descansos” en las escaleras. También un buen título del capítulo invita al lector a seguir con la obra. Le doy la razón a Sinjania de usar los clásicos como ejemplos, pero hay que recordar que los lectores, a quienes nos debemos, evolucionan al igual que sus preferencias.
Hola, Rodrigo:
Lamentamos profundamente estar en desacuerdo contigo, pero no creemos que el lector «evolucione» en el sentido en que tú señalas.
Lo que creemos es que existen distintos tipos de lectores: unos que necesitan o gustan de esos ganchos al inicio de la obra, al final de cada capítulo… Y otros que no. Ambos lectores son respetables, sobra decirlo, y lo adecuado es que el lector sepa para qué tipología de lector desea escribir. (Más o menos de eso hablamos en un artículo de hace poco: https://www.sinjania.com/el-escritor-crea-a-su-lector/).
Sigue habiendo lectores que leen a los clásicos (que por eso lo son, porque siguen vigentes decadas e incluso siglos después); o que leen a escritores contemporáneos, pero no necesitan «ser enganchados» en cada página. No creemos que esos sean lectores que «no han evolucionado». Simplemente son otra tipología de lectores, y sus preferencias deben también ser atendidas (por los escritores que prefieran escribir para ellos, naturalmente).
Muchísimas gracias por compartir tu opinión. Un abrazo.
Hola a todos.
Con respecto a la evolución o no del lector, donde parece que hay una diferencia, quiero aportar mi propia experiencia COMO LECTORA.
Leo desde que aprendí a hacerlo, a corta edad me asocié a la biblioteca pública local y desde entonces leo.
He cambiado en mis gustos, lo que es obvio, han pasado cincuenta años desde que comencé a hacerlo. No sé si hablar o no de evolución. He seguido a autores y ahora de ningún modo me atrapan. Tal vez fue una etapa personal, hoy en día estoy un poco a la deriva, buscando algo y no sé de qué se trata. Es probable que me sumerja en los clásicos, y que incluya la poesía (a la que nunca he leído con atención, pero que considero grandiosa ya que en muchas oportunidades presenta una forma más adecuada de presentar sensaciones. De hecho, puede que entre en el desafío de la poesía).
Volviendo al inicio, no sé si evolucioné como lectora o simplemente cambié las preferencias. Creo que es posible que el lector evolucione, que busque algo nuevo, que lea con más criterios lo que en otro tiempo fue simplemente seguir la historia.
Numerar los capítulos es una herramienta. Bien utilizada sirve para ordenar el conjunto, dar forma a las escenas y tener claro al momento de escribir como avanza la historia. Desde el punto de vista del lector también ayuda. Esa pequeña pausa entre capitulo y capitulo permite reflexionar sobre lo leído. En lo personal hace un tiempo tenía la manía de poner frases apropiadas, convenientes y referenciales a lo que había escrito, frases generalmente de personajes importantes de la historia. En algunos casos puede ser útil porque son una especie de decoración al principio del capítulo, pero básicamente no lo aconsejo, no aportan mucho al conjunto.