Hace unos años (¡cinco!) dedicamos un artículo a las ventajas incontestables que escribir despacio tiene para poder desarrollar una escritura consciente y, así, que la escritura no sea fruto del azar o de la improvisación, sino de una práctica reflexiva y de un proceso de escritura consecuente. Al escribir aquel artículo, un tema se desprendió por sí solo de él: la necesidad del escritor de entrenar la paciencia. Hoy, algún tiempo después, hemos querido desarrollar esa idea e invitarte a pensar sobre ella.
Aquí tienes el enlace al artículo Cuatro ventajas de escribir despacio, por si quieres leerlo.
Por qué paciencia
Henry Miller dijo: «Primero tenemos que adquirir visión, después disciplina y paciencia». No podemos estar más de acuerdo, con la salvedad de que quizá la paciencia sea lo primero que un escritor debe desarrollar. La paciencia es la llave que lo abre todo: el acceso a la visión y la vía hacia la disciplina.
Porque la realidad es que un escritor necesita ambas cosas para escribir grandes obras: tanto una visión propia como disciplina. Pero ni la una ni la otra son facultades innatas, ambas deben cultivarse. Y siendo así, la paciencia es la cualidad que le permitirá perseverar y darse el tiempo para que su mirada de escritor alcance su sazón y para desarrollar una práctica de su oficio rigurosa.
Solo teniendo la paciencia necesaria podrás madurar como escritor, concebir mejor tus obras y escribirlas con solvencia, incluyendo un proceso de revisión exhaustivo y eficaz. Para todo ello, como te contamos en su día en el artículo sobre las ventajas de escribir despacio, hace falta tiempo.
Escribir es una larga paciencia
Lo cierto es que escribir es una larga paciencia.
Una paciencia que debe emplearse primero en aprender, practicar y leer. El aprendizaje de un escritor no termina nunca, es cierto, pero en los comienzos de su camino es un trayecto que debe transitar. Y debe hacerlo con tranquilidad, sin prisas. Sería fantástico escribir un primer relato sin fallos o poder leer todas esas obras canónicas que un escritor necesita conocer en un plazo breve. La realidad es que ir alcanzado ciertos hitos implica tiempo y, por tanto, paciencia.
De igual manera, el laborioso proceso que va desde la concepción de una obra hasta su culminación lleva tiempo. Aunque hay quien promete la posibilidad de escribir una novela en un mes, eso rara vez es posible. Imaginar, reflexionar, decidir, escribir, corregir, reescribir… son fases insoslayables y requieren tiempo. Cada escritor debe tomarse el suyo, que será mayor o menor en función de diversas circunstancias: conocimientos previos, complejidad de la obra, circunstancias personales del escritor, etc.
La realidad es que no se puede cosechar lo que se acaba de sembrar. Hay que esperar a que germine, crezca, dé flor y más tarde fruto.
Desarrollar una carrera también demanda paciencia
Por tanto, hay que darse tiempo para escribir, formarse y madurar como escritor. También para trabajar en cada una de las obras que acometas; no solo para la escritura en sí con todas sus fases —planificación, escritura, revisión, etc.—, sino también para el proceso de gestación, que a veces puede llevar años, como ya dijimos en este otro artículo en el que hablamos sobre la paciencia de gestar una novela. Hurtar ese tiempo de germinación puede ser nefasto para la obra.
Pero el tiempo, y naturalmente su compañera inseparable la paciencia, también son necesarios para llegar a publicar, para construir una relación sólida con los lectores, en resumen, para desarrollar una carrera literaria.
Con un borrador definitivo en las manos, el escritor se muestra impaciente por verlo convertido en libro. No puede aguardar a que el fruto de su trabajo salga al encuentro de los lectores. Pero el proceso para publicar un libro es largo.
Si se opta por la vía tradicional, hay que cumplir el protocolo de seleccionar las editoriales en las que nuestro libro pueda encajar, enviar una propuesta editorial y una carta de presentación y aguardar pacientemente la respuesta del editor, que a menudo tarda en llegar. El escritor que no tenga una paciencia robusta puede verse superado por ese periodo de espera y caer en la desesperación.
Si se opta por la autopublicación (a menudo porque no se ha tenido o no se ha querido tener la paciencia de aguardar la respuesta del editor), también es necesaria la paciencia. Convertir un original en un libro es, de nuevo, un proceso que requiere tiempo, y por lo tanto paciencia. Hay que buscar y contratar a los profesionales necesarios y negociar o aceptar los plazos de entrega que nos fijen. Y si se opta por ocuparse personalmente de esas labores, hay que corregir, diseñar el interior, diseñar la portada, escribir los textos de cubierta… No es un trabajo que pueda hacerse de una manera precipitada, por eso la paciencia es una estupenda aliada.
Del mismo modo, la paciencia es necesaria para desarrollar una carrera de escritor. El escritor novel, con una obra recién publicada, sueña con el reconocimiento, aspira a él, y es legítimo y saludable. Pero debería comprender que una trayectoria profesional sólida no se construye de un día para el siguiente. Incluso aunque el éxito bendiga la primera obra publicada, ese es solo el inicio del viaje, el primer peldaño de la escalera.
La paciencia es necesaria para publicar (o autopublicar), construir una relación duradera con nuestros lectores y para promocionar nuestros libros y nuestro trabajo. Una carrera se construye por una acumulación de acciones a lo largo del tiempo. Hay que tener constancia para trabajar cada día y paciencia para saber esperar el momento de cosechar el fruto.
A menudo el escritor principiante confunde el síndrome del impostor con la inexperiencia. Siente que no sabe lo suficiente y que su trayectoria no es tan sólida como la de otros escritores a su alrededor. Y lo que sucede es que, en efecto, como se halla al comienzo de su andadura todavía le quedan cosas por aprender y camino que recorrer hasta asegurar su carrera. Necesita tener paciencia y tomarse el tiempo para seguir aprendiendo y trabajando. La suma de esos dos elementos, tiempo y paciencia, limarán esa sensación de impostura porque el escritor se habrá convertido en quien quería ser pero al principio todavía no era.
Al parecer, Jean-Jacques Rousseau dijo «la paciencia es amarga, pero su fruto es dulce». Y sin duda es así. La espera que antecede a la consecución de nuestros objetivos puede tener a ratos un sabor acibarado, quisiéramos estar ya del otro lado de la línea de meta. El error está en concebir esa espera como un tiempo letárgico de inactividad; no es así. La paciencia del escritor es laboriosa, está llena de un trabajo atento y cuidadoso, de una atención feliz por lo bien hecho.
La paciencia no es una cualidad pasiva. No significa quedarse de brazos cruzados esperando a que las cosas sucedan por sí solas. La paciencia es activa, es una fuerza que trabaja a lo largo del tiempo. Y es una de las mejores cualidades que puede desarrollar un escritor.
Si la paciencia es generosa con nosotros, nosotros debemos serlo con ella.
La paciencia en la escritura es la paciencia aplicada a uno mismo. Lo digo porque, visto así, cuenta con cierta ventaja. Se trataría pues de una paciencia, digamos, ventajista. Mediante la paciencia toleramos nuestros bloqueos, nuestros errores, extremos que primero no encajan, pero más tarde sí, aunque sea de otra forma.
Creo que no se puede escribir dignamente sin paciencia. No hay reflexiones sin paciencia, retoques sin paciencia; rectificaciones sin paciencia; cribas sin paciencia; reescritura sin paciencia… Hasta la imaginación requiere de paciencia. No deberían existir papeleras sin el cedazo de la paciencia.
Si combinaríamos la paciencia con la autoconfianza, tan sabiamente expresada por Charlie Chaplin en las palabras que paso a reproducir, pienso que habríamos dado con el camino correcto…
«Hay que tener fe en uno mismo. Ahí reside el secreto. Aun cuando estaba en el orfanato y recorría las calles buscando qué comer para vivir, incluso entonces, me consideraba el autor más grande del mundo. Sin la absoluta confianza en sí mismo, uno está condenado al fracaso».
Hola, Óscar:
Expresas con precisión y talento la importancia de la precisión en la escritura, me quedo con las palabras de que«nNo deberían existir papeleras sin el cedazo de la paciencia».
Un abrazo.
Paciencia para que lleguen las ideas,
Paciencia para dar con la mejor manera de darle carne cuerpo y forma.
Paciencia también para encontrar esas palabras, las únicas que la podran contar.
Y toneladas de paciencia para que, al revisar la historia, surja el momento en el que por fin que la puedas soltar.
Hola.
La paciencia es la madre de todas las ciencias!
Leí lo anterior cuando niño. Y lo repetí durante un tiempo hasta que la vida me alcanzó. Y entonces descubrí que nada valioso y duradero se obtiene sin pa-ciencia. Dar el tiempo necesario a cada proceso.
En la escritura, la paciencia es incontestable (me apropio del adjetivo).
Es cierto que hay instantes de iluminación, dónde alcanzas a ver muy lejos, y tienes tiempo para robar algunas perlas cultivadas
Pero son el trabajo paciente, la actitud reposada lo que te permiten progresar y afianzarte en el oficio de escribir
Saludos.
Hola.
En efecto coincido con la idea de que la primera cualidad del escritor debe ser la paciencia.
Pero no es igual el tipo de paciencia en escritores noveles según su edad. En uno joven su paciencia puede estar tildada por el ímpetu, en cambio, en uno de edad avanzada, la paciencia puede estar tildada por el sosiego.
Yo pertenezco a los segundos, no por tener la paciencia debida, sino por la edad.
Me ha encantado el artículo, y cuando he llegado al último párrafo me he quedado con ganas de más…
Con ganas de saber más sobre la paciencia como la mejor cualidad que puede cultivar un escritor.
Estoy completamente de acuerdo.
¡Gracias!
Una maravilla de artículo. Gracias.