Seguro que usas internet varias horas al día. Eso significa que todos los días escribes. Un correo, una entrada en tu blog, un comentario en el blog de un amigo o una actualización en tu perfil de Facebook.
Eso en lo relativo a la vida privada. ¿Y por trabajo? Correos electrónicos a clientes, jefes y compañeros, presentaciones, informes… Si eres emprendedor o empresario tal vez tengas que escribir además las fichas de los productos que vendes, entradas de un blog comercial, los textos de tu web o un ebook para reputarte como experto en tu sector.
Y si eres escritor, sea profesional o novel, escribes relatos, narraciones y novelas. Textos que publicas en tu web, en tus redes sociales o autoeditas en formato ebook.
Ya ves que sí, todos los días escribes.
Y, más aún, todos los días eres leído. Puede que por amigos (siempre más benévolos), puede que por contactos profesionales. O por un lector al que, por más que le apasione la historia que has tramado, le desconcierta el uso incorrecto de una palabra o una puntuación defectuosa.
Y es que tus textos te representan. Son tu imagen o, al menos, contribuyen a formarla. Nunca irías vestido de manera inapropiada a un encuentro de trabajo o a una cita con un cliente. Pero escribes correos con errores de ortografía o informes farragosos que resulta difícil leer y comprender.
No consideres que eso no tiene importancia, porque la tiene. Incluso Facebook se está planteando cerrar aquellas cuentas que cometan faltas de ortografía. ¿Te imaginas que te cierren tu cuenta porque pones «haber» en lugar de «a ver», o «que» cuando deberías poner «de que»? Pues puede pasar.
Los errores de ortografía y la mala gramática y sintaxis dificultan la lectura. Convierten el texto en algo incómodo y levantan una barrera entre su significado y el lector.
Todos llevamos un autorcorrector interno que se activa cuando leemos un texto mal redactado. Entonces empezamos a corregir y reescribir mentalmente el texto y dejamos de prestar total atención a lo que nos cuenta. Da igual si es una novela trepidante, un ebook con consejos para aplicar en nuestro ámbito profesional o el correo de un compañero que nos explica una tarea que debemos ejecutar. ¿No temes que eso le suceda a tus textos?
Y es que piensa por un momento en la impresión que causa leer un texto lleno de erratas. Aunque lo leamos hasta el final es inevitable que pensemos que su autor es descuidado y poco profesional; que es alguien que no cuida los detalles; que trabaja aprisa y no se ha tomado la molestia de releer su texto, pasarle el autocorrector del procesador de textos y corregir aquellos errores que pudiera haber. Es más, sin duda pensaremos que el autor no valora de verdad la atención que le estamos prestando y que, en el fondo, no le importa lo que pensemos de él.
Pero lo cierto es que sí te importa lo que el destinatario de tus textos piensa de ti. Si es tu jefe o tu compañero, quieres que piense que eres un buen profesional; si es tu potencial cliente, quieres que te compre; si es tu cliente efectivo, quieres que repita su compra; si es un visitante de tu web quieres que vuelva; si es un lector de tu libro quieres que te recomiende y que desee leer más títulos tuyos.
Como ves con tu escritura te juegas mucho.
Asegúrate de que tu escritura deja una buena impresión.