Sobre la lucha con las dificultades de la creación literaria

Hace unos meses dedicamos un artículo a hablar sobre las dificultades de la creación literaria y su tipología. Partiendo de la idea, que no nos cansaremos de repetir, de que escribir no es sencillo, repasamos los dos tipos de dificultades a las que un escritor puede enfrentarse cuando trabaja en una obra. A nuestro juicio, esas dificultades pueden ser de dos tipos: dificultades técnicas o aquellas otras que emanan de no haber desarrollado una poética propia. Si quieres, puedes leer aquí el artículo completo.

Hoy queremos seguir indagando sobre ese tema, el de las dificultades de la creación literaria. Thomas Mann dijo que «Un escritor es un hombre que, más que cualquier otro, es de la opinión de que resulta difícil escribir». Y Antonio Lobo Antunes opina que, en la escritura, «todo es una cuestión de trabajo, de tiempo, de empeño en resolver los problemas técnicos».

Resolver las dificultades de la creación literaria es, pues, parte importante, diríamos que decisiva, del trabajo del escritor. Ya sea durante la fase de planificación, cuando el autor debe tomar decisiones importantes sobre el modo en que escribirá la obra: estructura, narrador, tono…; ya en la de escritura, cuando debe afrontar esas dificultades que se plantean sobre la marcha; o bien durante la revisión, cuando debe ser capaz de discernir qué es lo que no funciona y enmendarlo, en todos esos casos el escritor debe saber identificar sus dificultades y, por supuesto, resolverlas.

Dada la relevancia del tema, hoy traemos las palabras de dos escritores de talla, Henry James y Malcolm Lowry, para que sean ellos quienes expliquen cómo se enfrentan a las dificultades que el texto les presenta.

Las dificultades de la creación literaria

Así habla Henry James en La locura del arte sobre el modo en que tuvo que elegir a qué dar prioridad mientras escribía su conocida novela de misterio Otra vuelta de tuerca:

Recuerdo, por ejemplo, un reproche que en aquella época me hizo un lector capaz, evidentemente, de prestar cierta atención, pero no lo bastante y que se quejaba de que yo no había «caracterizado» lo suficiente a mi joven, perdida en su laberinto; no la había dotado de señales y marcas, rasgos y gracias; en pocas palabras, no la había invitado a tratar su propio misterio al margen del de Peter Quint, la señorita Jessel y los desventurados niños. Recuerdo bien, por absurdo que parezca que lo recuerde ahora, mi respuesta a aquella crítica, ante la cual mi corazón artístico, mi corazón irónico se agitó hasta casi romperse. «Usted incurre en esa crítica fácilmente y no me importa confiarle que, por extraño que parezca, uno siempre tiene que elegir con cuidado entre sus dificultades, dedicándose a las más importantes para poder dominarlas y dejando a las demás sabiamente al margen. Si uno intenta enfrentarse a todas ellas, lo más seguro es que no resuelva ninguna por completo; mientras que la dedicación efectiva a unas pocas proyecta una bendita neblina dorada bajo la cual, como juguetonas diosas burlonas entre las nubes, las demás se retiran con prudencia.

Por su parte, Malcolm Lowry rebate a su editor algunos de los apuntes detallados en el informe de lectura que este mandó hacer de su novela Bajo el volcán:

En lo referente al monólogo interior, confieso que he utilizado muchas técnicas y, a pesar de que traté de reducir el artificio a un mínimo, sospecho que su lector, si tuviera que enfrentarse a estos problemas, acabaría por admitir que no podrían resolverse de otra manera.

Los ejemplos de Henry James y Malcolm Lowry nos muestran lo que sucede en el taller del artista mientras este trabaja en sus obras, el modo en que el escritor concibe sus textos y trata de llevarlos a cabo echando mano de las técnicas y recursos que tiene a su disposición. Un trabajo delicado que requiere al menos dos cosas: conocimiento y reflexión.

Lo primero que un escritor necesita es, naturalmente, conocer los mecanismos que integran un texto literario y las herramientas para ensamblarlos y crear una máquina literaria eficiente y bien engranada. Sin ese conocimiento es muy difícil que el escritor pueda resolver sus dificultades, porque lo más probable es que ni siquiera sea consciente de tenerlas. Sin él, se limitará a escribir textos lineales, tópicos, repetitivos, sin belleza expresiva, puesto que desconoce las múltiples herramientas que le permitirían volver el texto más literario, más complejo, mejor afinado, más elocuente…

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Pero el conocimiento por sí solo no es suficiente. El escritor necesita también reflexionar sobre las posibilidades de su obra, sobre lo que pretende alcanzar y sobre cuál puede ser, entonces, el mejor modo de alcanzarlo. Para ello tiene que valorar recursos, técnicas y modos y sopesar cuál de ellos puede acercarle más al resultado que busca. Como siempre, ser un buen lector será de ayuda en estos momentos, porque así el escritor tendrá almacenados en su memoria mil y un modos de hacer, los que han empleado los grandes autores de todos los tiempos, y esa experiencia arrojará luz sobre las diferentes posibilidades y le ayudará a decidir cuál es el mejor modo de alcanzar sus fines.

El feedback que recibirás sobre tus textos en el Curso de Escritura te ayudará a comenzar a entrenar tu criterio para saber cómo resolver las dificultades del texto o como subsanar los errores que inevitablemente lleva aparejados el primer borrador.

Sobra decir que ni el conocimiento ni la reflexión libran al escritor del procedimiento de prueba y error. A veces es necesario que este pruebe a escribir un texto, o una parte de una obra, de diferentes formas, antes de poder tomar una buena decisión. Otras veces será en la fase de revisión cuando compruebe que su elección no ha sido la más adecuada y, en consecuencia, tendrá que sopesar nuevas opciones para resolver la dificultad.

Se trata de tomar las mejores decisiones lingüísticas y narratológicas, elegir entre las distintas opciones estilísticas para resolver los apuros narrativos y los problemas técnicos a los que el escritor se enfrenta durante la elaboración de la obra.

Dos cosas importantes

Pero las experiencias de James y Lowry también nos enseñan otras dos cosas importantes.

La primera es que, citando a Henry James, «el escritor debe saber elegir con cuidado entre sus dificultades, dedicándose a las más importantes para poder dominarlas y dejando a las demás sabiamente al margen».

En un texto puede haber, y seguramente habrá, diversas dificultades, y a veces no es posible resolverlas todas satisfactoriamente. En ese caso, el autor debe tener la sagacidad de elegir aquella o aquellas cuya resolución mejorará más la trama, de manera que proyecte «una bendita neblina dorada» que difumine aquellas otras partes en las que las dificultades han sido resueltas de un modo menos satisfactorio (desde el punto de vista del autor).

Al tiempo, la visión de Lowry nos aporta otra idea importante: se debe tratar de «reducir el artificio a un mínimo». La caja de herramientas del escritor está llena de útiles fascinantes, pero eso no significa que se deban utilizar todos, ni elegir los más rebuscados, tal vez en un intento de demostrar maestría o de ser original. La fineza del escritor se demuestra tanto en elegir la palabra correcta como en elegir el recurso correcto.

Ya hemos tocado este tema cuando hablamos de cómo hacer un uso inteligente de los recursos del escritor.

Resulta muy apropiado cerrar este artículo citando las palabras de Hermann Hesse:

No es la abundancia o novedad de las ideas lo que hace duraderas las creaciones literarias; tampoco es la mera fuerza de la personalidad artística, sino el grado de maestría, de fidelidad y responsabilidad en la lucha con las dificultades de la labor artística.

Maestría, fidelidad y responsabilidad en la lucha con las dificultades de la labor artística: eso es lo que caracteriza a un buen escritor. Si quieres entrenarte en ellas, únete al Curso de Escritura Creativa.

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  • Los obstáculos para ponerte a escribir y crear algo nuevo y se muy bien que sobra lo de nuevo, pueden ser tan extensos como una de esas cada vez más frecuentes malas películas o series, que con solo cinco minutos y estoy siendo generoso, muy generoso, son humo, son tan malas que me pregunto muy a menudo, ¿cómo coño semejante mierda la ponen en Netfilx, pongamos por caso? Hay más obstáculos que granos de arena en todas las playas del mundo, que ya sé que es mucho decir, pero lo cierto es que si tú tienes la jodida y puta convicción de las horas, días, semanas y años que le dedicas a crear, a formarte, a conocer el gran circo de la vida y escribir sobre los miedos, las mentiras, las frustraciones, el odio, la culpa, el amor y su jodido sinónimo, el desamor. Si eres capaz de escribir de todo eso y en todo eso de forma ineludible estas tú, todos los muros, las paredes, los obstáculos se convertirán como por ensalmo en serrín. Y dejaran un horizonte jodido, que duda cabe, pero con mucha menos niebla, aunque quería decir mierda.
    Un saludo y espero disculpéis algunos tramos de lenguaje muy explicito, pero también que la gente no acaba de encajar, a pesar de que está perfectamente instalado en la RAE.

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