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Qué es el tono y cómo utilizarlo en tu novela

Los elementos que componen una novela son muchos y muy variados. Seguro que muchos de ellos ya los dominas, o por lo menos los conoces: estructura, personajes, diálogos, conflicto, descripciones… La mayoría de ellos resultan evidentes en el texto y su función en la obra es clara.

Pero hay otros que, siendo también importantes, pasan más desapercibidos. Están, y contribuyen notoriamente a la impresión final de la novela y al disfrute que el lector experimenta al leerla, pero por lo general solo los lectores más avezados reparan en ellos. Esos elementos son los que contribuyen a crear literatura con mayúsculas, obras de arte imperecederas. Y son los que, a un escritor que ya controla los rudimentos del oficio, le interesa aplicar.

Uno de esos elementos es el tono. Hoy hablaremos de él para conocer en qué consiste, cómo su uso beneficiará a tu novela y cómo puedes construirlo.

Qué es el tono

Podría definirse el tono como la actitud que el narrador adopta a lo largo de su relato. En concreto, la actitud que adopta tanto respecto a la historia que cuenta y a sus personajes como al propio lector.

Recordemos que el narrador es la voz principal de la novela, él es quien presenta la historia y son sus palabras las que se la hacen llegar al lector. Ahora describe, ahora explica; ahora se enseñorea del discurso, ahora permite hablar a los personajes; ahora se muestra explícito, ahora elide una parte de la historia…

Recordemos también que el narrador, en la mayoría de los casos, no es el autor. Es una herramienta que este usa, un elemento más de los que componen la obra. En palabras de Henry James, “Se trata del delegado o diputado concreto del impersonal autor, un sustituto o apología del poder creativo”. Podría decirse que es un personaje cuya función es narrar y, por ello, es quizá el personaje más importante de la novela.

Ciertamente, a veces el narrador es sin duda un personaje: cuando se usa un narrador en primera persona. Entonces es más posible que el autor se detenga a pensar cómo ese personaje, de acuerdo con sus características, contará la historia. Pero cuando se usa un narrador en tercera no se suele concebir al narrador como a un personaje. En consecuencia, a menudo los escritores noveles no le conceden la importancia que merece y no reflexionan en profundidad acerca de las características que tendrá esa voz fundamental.

En resumen, meditar bien quién es tu narrador (incluso si no es un personaje que aparece explícitamente en la novela) es esencial. Y entre otras cuestiones deberás decidir cuál es el tono que adoptará para narrar.

Los tipos de tonos son muy variados. Puede ser un tono irónico, realista, solemne, formal, grandilocuente, moralista, explicativo, nostálgico, trágico, paródico, íntimo…

Una novela puede tener un único tono (y en ese caso contribuirá notablemente a construir su atmósfera), pero lo habitual es que a lo largo de la narración coexistan distintos tonos.

Y es que el tono está muy ligado a la intención y es muy probable que la intención del narrador varíe a lo largo de la novela, de acuerdo con la emoción que mejor se adapte a lo que se narra. Si se trata de una escena de acción, quizá interese usar un tono conciso, parco. Si se expone un recuerdo quizá el tono que mejor encaje sea uno nostálgico… Como imaginas, no es el narrador quien toma esas decisiones, ya que se trata de tu herramienta, por eso quien debe tomarlas eres tú. En definitiva, el tono que el narrador adopta en cada momento es un aspecto más que el escritor debe cuidar.

Por qué prestar atención al tono

Cuidar el tono supone añadir más trabajo a tu labor como escritor, lo sabemos. Es una pelota más que sostener en el aire en este complejo pero gratificante juego de malabares que es la escritura. Pero te conviene hacerlo. Examinemos por qué.

Hemos dicho que el tono forma parte de ese tipo de elementos que a priori pasan desapercibidos para el lector. Solo los lectores muy atentos serán conscientes del tono de la novela que leen, o de la sucesión de ellos. Y sin embargo tanto el lector consciente del tono como el que no lo es sentirán su influjo. Porque es uno de los factores que ayuda a establecer una conexión emocional con el lector.

El tono literario opera a un nivel profundo porque contribuye de manera significativa a crear respuestas emocionales en los lectores. Gracias a él lograrás que el lector experimente diferentes estados de ánimo a lo largo de la novela, los que tú deseas que sienta.

Recuerda que leemos, entre otras cosas, para emocionarnos. Deseamos sentir miedo, risa, intriga, amor… Las emociones son en gran medida las que nos impulsan a avanzar por las páginas, son una parte importante de la experiencia de lectura. Pero, además, cuando el lector puede evocar emociones es muy probable que recuerde la historia que has pergeñado para él mucho después de volver la última página. Y como escritor, nada puede resultar más gratificante que lograr que tu obra perdure en la memoria de tus lectores.

Eso sí, las emociones que embarguen al lector no deben ser aleatorias. Deben estar orquestadas, en la medida de lo posible, por ti como autor.

Para lograr esto, para lograr que el tono suscite en el lector las emociones que pretendes hay que decidir con gran fineza qué tono es el más adecuado para la historia que queremos escribir. Concretar el tema de tu novela te ayudará en gran medida a discernir la actitud que el narrador debe adoptar ante el mismo, también a valorar qué emociones te interesa despertar en tu lector.

Ten presente que un mismo tema puede tener diferentes enfoques. Por ejemplo, una novela de aprendizaje cuyo tema es el abandono de la infancia y la entrada en la vida adulta puede prestarse a distintos tonos. Puede tener un tono inocente, que subraye el modo todavía candoroso con el que un joven se enfrenta al mundo; puede tener un tono esperanzador, para subrayar las promesas de una vida independiente y de la fuerza con la que las propias alas se despliegan; o puede tener un tono desencantado, si se aborda el tema desde la perspectiva de la pérdida de la inocencia y el fin de una vida ajena a las responsabilidades de la edad adulta.

Una vez que has decidido cuál es el mejor tono para el tema que deseas tratar, habida cuenta del enfoque que quieres darle, tendrás que pensar en qué emociones, qué sensaciones quieres despertar en el lector. Eso tanto desde una perspectiva global, la emoción que esperas que tu novela suscite; como desde una perspectiva parcial, atendiendo a las distintas partes (capítulos, escenas, etc.) que compondrán la narración.

En suma, casi cada vez que tu narrador intervenga deberás plantearte qué tono debe emplear para subrayar el tema general de la obra, acentuar el sentido de ese pasaje concreto y provocar en el lector la emoción adecuada.

Cómo trabajar el tono

Ya hemos repasado qué es el tono y cuál es su importancia. Pero seguro que quieres conocer algunas maneras de construirlo. Hay varios recursos que puedes utilizar para establecer el tono.

  • Tema. Ten presente lo que acabamos de explicar: conocer el tema y decidir qué tono es el que mejor le conviene según la perspectiva desde la que lo abordes es básico. El tono no se improvisa, así que conviene tenerlo claro desde el comienzo.
  • Paisajes y escenarios. Los lugares donde sucede la acción son básicos para instaurar el tono. Un paisaje inhóspito o un escenario hostil pueden reforzar un tono trágico o tremendista; el locus amoenus se ha usado tradicionalmente para establecer un tono bucólico, de inocencia o incluso de sensualidad.
  • Descripciones. Del mismo modo que los paisajes y escenarios, las descripciones son excelentes pasajes en los que jugar con el tono. Si eres de los que no les prestas atención o incluso las reduces a su mínima expresión, puedes estar perdiendo una gran oportunidad de usarlas para trabajar el tono de tu novela y malogrando así todas las ventajas que este aporta a la obra literaria.
  • Lenguaje. El lenguaje es probablemente la herramienta más eficaz para transmitir el tono. De hecho, interviene en las descripciones y en la representación de escenarios y paisajes. Piensa en una batería de palabras que se relacionen con tu tema, también en aquellas que representan la actitud que el narrador va a adoptar con respecto a la historia, así como las que puedan representar las emociones que quieres transmitir. Y luego aplícalas en tu texto.
  • Metáforas. Las metáforas e imágenes van a ayudarte a reforzar el tono de tu novela, siempre que te asegures de que están alineadas con el tema y la actitud del narrador.

Trabajar el tono no es sencillo, pero sí es una labor que trae recompensa. Por supuesto, en la forma de un lector que disfrutará tu novela, pero también en la satisfacción de haber mimado cada detalle de tu obra y en haber creado así un artefacto verdaderamente estético y literario.

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