La procrastinación es uno de los (malos) hábitos que más preocupan a los escritores. Ya sabemos que la procrastinación es la tendencia a aplazar o posponer una tarea o actividad sin que haya un motivo para hacerlo. En el caso de los escritores, la actividad que se aplaza es, naturalmente, la escritura.
Lo chocante en este caso es que escribir es, en principio, una actividad que un escritor desea hacer. Una actividad que se elige libremente y que además resulta enriquecedora. Pero, sin motivo aparente, el escritor aplaza el momento de ponerse a escribir. ¿Por qué sucede?, ¿por qué un escritor se niega o pospone el placer de dedicarse a una actividad que le gusta?
Motivos para procrastinar
La clave para responder a esa pregunta está en el «sin motivo» que forma parte de la definición de procrastinación: «aplazar una actividad o tarea sin motivo». La realidad es que, por lo general, sí que hay una razón para ese aplazamiento. Lo que sucede es que habitualmente está oculta, latente, no se manifiesta a las claras, de manera que en un examen superficial podemos suponer que no hay ninguna razón.
Las razones que nos llevan a procrastinar son variadas, cada procrastinador tiene la suya. En este artículo repasamos cuatro focos fatídicos de procrastinación del escritor. Pero el miedo a hacerlo mal y la falta de conocimientos son fuente habitual de procrastinación entre los escritores.
No empiezo a escribir porque temo fracasar, no estar a la altura. La idea de que debemos escribir una obra perfecta a la primera es muy paralizante. Pensamos que no vamos a ser capaces de escribir un libro con la calidad de esos títulos que tanto nos gustan. Y es cierto, no vamos a hacerlo, no a la primera, no en el primer borrador. Hay que escribir una primera versión titubeante y floja y, después, seguir trabajando sobre ella hasta que convertirla en ese tipo de obra que a todos se nos viene a la cabeza cuando pensamos en la buena literatura.
La falta de conocimientos también es fuente de procrastinación. ¿Cómo voy a ponerme a trabajar si no sé lo que tengo que hacer? Puede que comience, pero más pronto a más tarde me encontraré con una de esas dificultades inherentes al oficio de escribir y no me quedará otro remedio que detenerme hasta que aprenda lo necesario para resolverla.
Esta última forma de procrastinar puede tener, sin embargo, un matiz. La procrastinación puede ser, en ocasiones, no un mal hábito, sino un mecanismo de afrontamiento.
El afrontamiento
Para hablar de la procrastinación como mecanismo de afrontamiento debemos comenzar por comprender qué son estos mecanismos.
Los mecanismos de afrontamiento son aquellos que nos ayudan a encarar etapas importantes de la vida. Pueden ser momentos difíciles, como aquellos que implican una pérdida o un duelo; pero también momentos felices, como el nacimiento de un hijo o la compra de una casa.
Esos momentos, por los cambios que implican (aunque esos cambios sean positivos), generan una cierta cantidad de estrés. De manera que, para adaptarse a estas situaciones y gestionar el estrés que conllevan, ponemos en marcha determinados comportamientos (que se combinarán con pensamientos y emociones).
Escribir es una tarea ilusionante, pero también demandante. Nos reta, nos exige un esfuerzo intelectual continuado, nos pide que pongamos en juego todo lo que sabemos sobre narrativa, nos enfrenta a problemas de estructura, desarrollo, lenguaje… que debemos resolver. Y no pienses que esto sucede solo cuando se escribe una obra larga, como una novela, también escribir un buen relato exige mucho de nosotros.
Siendo así, es normal que escribir nos genere un cierto estrés y que pongamos en juego un mecanismo de afrontamiento como puede serlo la procrastinación. Pero hay más.
La procrastinación como mecanismo de afrontamiento
Acabamos de ver que la procrastinación, a pesar de su mala fama, puede ser positiva y estar en realidad ayudándote a escribir esa obra magnífica con la que sueñas. La procrastinación puede no ser otra cosa que el cerebro tomándose tiempo para resolver un problema, para afrontar una tarea difícil.
Tú sabes que escribir no es sencillo. Paul Auster dijo: «Si crees que escribir es fácil es que no estás haciendo algo bien». Para componer su obra el autor se enfrenta a un sinnúmero de dificultades. Antonio Lobo Antunes opina que escribir es una cuestión de trabajo, de tiempo y «de empeño en resolver los problemas técnicos».
Resolver las dificultades de la creación literaria es, pues, parte importante, diríamos que decisiva, del trabajo del escritor. Ya sea durante la fase de planificación, cuando el autor debe tomar decisiones importantes sobre el modo en que escribirá la obra: estructura, narrador, tono…; ya en la de escritura, cuando debe afrontar esas dificultades que se plantean sobre la marcha; o bien durante la revisión, cuando debe ser capaz de discernir qué es lo que no funciona y enmendarlo, en todos esos casos el escritor debe saber identificar sus dificultades y, por supuesto, resolverlas.
De manera que, a lo largo del proceso de escritura —mientras se idea, se planifica, se escribe y se revisa— afloran una y otra vez las dificultades. Afrontar esas dificultades, como es lógico, generará un estrés que puede llevarnos a la procrastinación. Pero no se trata de aplazar por aplazar, de evitar la fuente de nuestras preocupaciones. Se trata, en realidad, de darnos tiempo para pensar, reflexionar y explorar posibilidades en busca de la solución.
En resumen, se trata de hacer trabajo blando, del que ya hemos hablado también y que ya sabemos que forma parte igualmente del trabajo de escritor. No todo consiste en estar sentado ante el escritorio luchando con las ideas, peleando con las palabras y las frases.
También hay una parte del proceso de escritura que consiste en pensar e imaginar, en idear y descartar, en explorar y analizar. Y a veces esas actividades suceden en las bambalinas de nuestro cerebro, mientras paseamos, limpiamos la casa, charlamos con un amigo o vemos una película. Quizá nos sentimos mal por ello. «Estoy procrastinando», nos decimos, porque nos hemos ido a dar una vuelta o nos hemos puesto a limpiar cuando lo que deberíamos estar haciendo, según nuestra agenda, es escribir.
Entonces, el trabajo blando forma parte del proceso de escritura. Y puede ser necesario en cualquier momento: en la fase de planificación, en la de escritura o en la de revisión. En un momento te sientes inclinado a ponerte a hacer cualquier otra cosa en lugar de escribir, pero es muy posible que no estés procrastinando, como crees, sino resolviendo las dificultades de tu obra.
Por supuesto, resolver esas dificultades implica conocer bien tus herramientas del escritor, solo así, gracias a esos momentos de reflexión (que no de procrastinación) podrás dar con el modo de solventar los problemas que escribir la historia te plantea. Si te interesa aprenderlo todo sobre ellas, no te pierdas la próxima edición del curso de escritura creativa. Únete a la lista de espera y te avisaremos en cuanto se abra el plazo de inscripción.
Pero, además de tener un buen dominio de los recursos del oficio, el escritor también necesita tiempo para pensar. El propio proceso de escritura hará que en determinados momentos te lo tomes. Y no solo no estarás procrastinando, sino que estarás trabajando para que tu obra sea todo lo buena que la imaginas.
Interesante todo lo que dicen me siento reflejada en muchas de las situaciones, gracias por la sugerente y completa información.