El trabajo duro y el trabajo blando en el proceso creativo

Que escribir es un trabajo duro es algo de lo que hemos hablado muchas veces. Probablemente es algo que tú ya sepas por experiencia propia: cuando pasas horas sentado frente al ordenador, inmóvil, luchando a brazo partido por expresar con claridad y gracia esa idea, por ordenar las frases y encontrar la palabra precisa, por afinar las reacciones de tu personaje ante el conflicto para que sean coherentes con su carácter…

Sin embargo, hay una parte del trabajo de escritura que no consiste en estar sentado ante la página o el procesador de textos, anotando palabra tras palabra. A esa parte del trabajo la llamamos trabajo blando, pero que su nombre no te confunda, porque es una parte muy importante del proceso creativo. Hablemos sobre el trabajo blando.

El trabajo blando

Hemos dicho que el trabajo duro es aquel que se realiza cuando netamente se escribe. Cuando, sentado a su escritorio, el autor encadena palabras, anuda frases y va plasmando en el papel la historia que ha concebido: escenas, personajes, situaciones, diálogos, descripciones… Es el momento de la fluencia narrativa.

El trabajo blando, por su parte, se refiere a aquella parte del proceso creativo en que no se escribe, sino que se piensa, se reflexiona, se medita sobre la obra. No escribes, todavía no —o no en ese momento—, pero tu imaginación y tu razón están ocupadas en idear las mejores formas de articular y representar la historia, su tema, a los personajes, etc.

Como comprenderás, ese trabajo es indudablemente importante en un trabajo intelectual y artístico como lo es la escritura. Para algunos autores, como Gabriel García Márquez, es de hecho el trabajo más importante y el que más disfrutan:

Cuando se me ocurre una idea que juzgo buena para escribirla, me pongo a darle vueltas en la cabeza y dejo que se vaya madurando. Cuando la tengo terminada (y a veces pasan años, como en el caso de Cien años de soledad, que pasé diecinueve años pensándola), cuando la tengo terminada, repito, entonces me siento a escribirla y ahí empieza la parte más difícil y la que más me aburre. Porque lo más delicioso de la historia es concebirla, irla redondeando, dándole vueltas y revueltas […]

El caso de Gabriel García Márquez no es único, son muchos los autores que rumian y le dan vueltas a su novela durante largas temporadas antes de sentir que la conocen del modo completo en que necesitan hacerlo para poder narrarla. Durante ese periodo también van planteándose posibilidades narrativas, explorando opciones estilísticas, explorando las facetas del conflicto, acotando el tema…

Está claro que el trabajo blando forma parte de la fase de planificación de una obra literaria, pero también lo hace de la fase de escritura y de la de revisión.

El trabajo blando en la fase de planificación

El ejemplo de García Márquez es una muestra excelente de esa parte imaginativa, netamente creadora, del proceso creativo. El escritor rumia durante un tiempo indeterminado sus ideas y las posibilidades expresivas de esta, va dando vueltas entre los dedos de su mente y de su imaginación a la arcilla maleable de la historia hasta darle la forma que le parece más adecuada.

Decimos que ese tiempo de rumiación es indeterminado, variará tanto en función del escritor como de la obra. Pero nuestro consejo sería que te des tiempo suficiente para dedicarte al trabajo blando en este punto del proceso. Las prisas no son buenas consejeras y el querer dar por finalizada la fase de planificación con premura, para lanzarse al momento gozoso de escribir, puede significar que no te has dado tiempo suficiente para dejar que la historia madure y te presente todas sus caras. También puede implicar que no has explorado lo suficiente las opciones y posibilidades narrativas y que inicies la fase de escritura con las ideas verdes, lo que más adelante puede ponerte en aprietos.

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El trabajo blando en la fase de escritura

Pero el trabajo blando no se circunscribe, ni muchos menos, al momento de la planificación de la obra. También en la fase de escritura se realiza trabajo blando.

Miguel Delibes lo expresó así:

La tortura —o tal vez la dicha— del artista, del novelista, estriba en la imposibilidad de echar la llave ni de día ni de noche; en su actitud de permanente vigilia. El novelista cuando pasea, cuando come, cuando duerme (?), resuelve mentalmente escenas, verifica situaciones, perfila personajes… En mi caso puedo asegurar que no pocos problemas presentados ante las cuartillas se me han desvelado, de pronto, durante el reposo, lo que equivale a decir que el creador nunca desconecta totalmente su cerebro, de tal forma que su sueño no es la inconsciencia plena durante la cual su cabeza prosigue maquinalmente buscando soluciones.

Ya metido en la escritura de la obra, el escritor sigue dándole vueltas a sus ideas, a la historia y a las diferentes posibilidades de convertirla en palabras. Incluso cuando no está ante su escritorio, su cerebro no descansa y continúa «resolviendo escenas, verificando situaciones y perfilando personajes». El trabajo no se acaba cuando el escritor apaga la luz y se dispone a descansar o a dedicarse a otras tareas, sencillamente porque el cerebro no se desconecta y sigue trabajando en un segundo plano, un plano silencioso pero fértil.

También durante la fase de escritura el trabajo blando es el que soluciona esas dificultades técnicas que siempre se presentan y que el escritor tiene que luchar por resolver.

El trabajo blando en la fase de revisión

Por último, el escritor también deberá realizar trabajo blando en la fase de revisión.

En ella, el autor ha leído el texto, tiene una imagen completa del mismo y se ha llevado una impresión de aquellas partes que deben ser enmendadas y reescritas. Puede ser que falten piezas de información que sea necesario escribir, puede ser que haya que mover escenas para evitar cierta linealidad y darle más interés al modo en que se presentan los acontecimientos, puede fallar un personaje… En este artículo te contamos cuatro puntos a los que prestar atención durante la fase de revisión.

De nuevo, el autor necesitará reflexionar sobre qué es lo que no funciona (a veces está claro, pero en ocasiones hay que pensar y pensar hasta dar con ello); y luego deberá meditar sobre cuál es la mejor manera de resolver los problemas detectados.

Todos estos puntos que hemos citado, durante la planificación, la escritura y la revisión, son momentos en los que el escritor no está escribiendo (aunque sí puede ser muy útil que tenga a mano elementos con los que anotar y preservar sus ideas: un cuaderno, el móvil). Quizá esté paseando al perro o jugando con sus hijos, cocinando o dando un paseo, charlando con amigos o asistiendo a un concierto. Nadie diría que está trabajando, a veces ni siquiera él mismo, pero lo está. Su cerebro, que no echa la llave ni de día ni de noche, como dice Delibes, continúa rumiando la historia y resolviendo sus problemas.

Como ves, escribir una obra abarca mucho más que el tiempo que se dedica a poner palabras en un papel. Y el trabajo blando es clave en el proceso de escritura. Aprende a darle tiempo y espacio. No te agobies si un día no escribes, tu cerebro sigue trabajando aunque no estés ante el ordenador. No te preocupes si te has quedado encallado en una escena que no sabes cómo resolver, levántate y vete a dar un paseo, quizá para cuando regreses tengas la solución. Date tiempo para descansar y alimenta tu cerebro con experiencias que lo enriquezcan: lee, acude a conciertos, visita exposiciones, charla con gente interesante, visita lugares nuevos, haz cosas que nunca has hecho antes… Estarás dando combustible a tu cerebro para que haga mejor su trabajo creativo; también el trabajo blando.

¿Habías oído hablar del trabajo blando? No te preguntamos si lo haces, porque estamos convencidos de que sí: no se puede escribir sin dedicar tiempo a pensar en la historia y en cómo la vamos a contar, pero nos encantará conocer tus ideas y experiencias al respecto. Te leemos en los comentarios.


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  • Esta clase es una de las más importantes que he recibido de vosotros. Mi mente trabaja casi todo el dia en un departamento aparte que, constantemente se comunica conmigo, a fin de presentarme soluciones posibles a la trama de mi novela. «Quiero felicitarles porque estan realizando un excelente trabajo didáctico, en aras de formar escritores con una base muy sólida. Conocerse a uno mismo es crucial en este proceso, y vosotros estáis claros en esos «estados alterados de conciencia» en los que podemos caer y desestimar nuestro trabajo, sumidos en una perenne frustración. Muchísimas gracias por mi y por todos los participantes de esta «Cátedra».

  • Enhorabuena por el artículo. En mi caso son dos problemas los que tengo que enmendar: el primero es que no dedico tiempo al trabajo blando previo a la escritura sino que me lanzo a escribir porque la historia me va saliendo sola en el género en el que me muevo (humor), sin embargo, con otros géneros no me fluye la historia y me detengo constantemente y el segundo problema, es que no me gusta revisar, me aburre totalmente porque quiero meterme en nuevas historias por descubrir. Muchas gracias.

    • Hola, Francisco:

      Como siempre decimos, la fase de planificación puede, hasta cierto punto, obviarse. El trabajo de pensar la obra irá apareciendo a lo largo del camino y entonces el escritor puede tomar las decisiones y resolver los problemas a los que no atendió al principio. Pero la revisión es una fase insoslayable, sobre todo, precisamente, si no se ha hecho una concienzuda labor de planificación. Pero incluso así, revisar es imprescindible. Nadie escribe una novela, un relato, correcto al primer intento, siempre hay cosas que enmendar, pulir y mejorar y eso se hace en la fase de revisión.

      Saludos.

  • Estoy intentando avanzar en mi primera novela. Que pasó a ser novelita para que no se me haga tan larga. Voy a medias entre trabajo blando y escribir concreto porque hasta que no lo escribo me cuesta imaginar como siguen las cosas. Porque mientras escribo las escenas se me ocurren giros y cosas de los personajes que llevan la historia hacia adelante. Veremos a donde arribo.
    Saludos

  • El nombre es, cuando menos, curioso. No tiene nada de “blando”, te inunda la vida, paseas como un zombi, a veces sin ver ni oír. Ajeno a las conversaciones cercanas… las historias te rodean, te envuelven… Las ves en cualquier persona, acto o paisaje: Ayer, cenando en un restaurante, dos niños de dos familias distintas; una francesa, la otra alemana. Se miran y se sonríen y mi cabeza se pone en marcha…
    “y si”
    ¿y si se encuentran de mayores? ¿Y si uno será el verdugo del otro? ¿El amante de su mujer? ¿Que les reserva el destino? ¿Y si en ese encuentro han creado un vínculo que desconocen?… y de ahí, al infinito.
    Y así todo el día
    Saludos

  • En mi mente he desarrollado historias grandiosas contándomelas a mi mismo durante horas.Las siento y las vivo
    con intensidad. Es muy agradable;
    solo que no puedo plasmarlas como las siento;pero es lindo que nos pasen esas cosas

  • Conocía el trabajo blando, aunque no sabía que esa era su denominación. Me alegro mucho de haber leído este artículo, que os agradezco infinitamente, pues yo pensaba que ese proceso, al que no sabía ponerle nombre, era fruto de inseguridades mías e inexperiencia, porque soy novel. Ahora, me siento verdaderamente feliz y con ganas de continuar, tanto el trabajo duro como el blando. Gracias, equipo de Sinjania.

  • Excelente artículo sobre el Trabajo blando. Muy interesante e ilustrativo. Aunque de forma natural se utiliza, nos aporta más Luz sobre el tema.
    Gracias.

  • Excelentes artículos. Retratan muy bien lo que sucede al momento de intentar escribir, también, lo que hay que hacer para continuar que es lo que todo escritor desea. Me ha pasado muchas veces, pero siempre logro superarlo.

  • Tremendo trabajo para dar ideas de como escribir. Me parece genial que hayan herramientas que ayuden a la composición de trabajos literarios.

  • Escuché una entrevista, con motivo del lanzamiento de Falcó y/o de Eva, concedida a Hugo Alconada Mon por Arturo Pérez Reverte y este comentaba : «…Mi problema es que a mí no me gusta escribir. Me gusta imaginar. Para mi escribir es la parte peor de escribir novelas. Me gusta imaginar historias, pero tengo que escribirlas para vender novelas y vivir de eso para seguirlo haciendo . Es una condena casi que económica. Me gustaría que existiera un aparato que se conectara a la oreja y que a través de él pasara (la historia) a un escáner. Me haría el hombre más feliz del mundo. Es que el acto mecánico de escribir me molesta. Me gusta imaginar historias, personajes, situaciones, acciones, la trama …»

  • Parece que me leáis el pensamiento. Hoy mismo pensaba que trabajo más ahora que cuando estaba en el mercado laboral. Comparto lo que dice Delibes que la llave nunca se echa. Toda yo enfocada a la escritura sin poder remediarlo , me atrapó.
    A cualquier lugar que vaya , situaciones distintas, una simple obra en casa rodeada de obreros ¡todo lo miro con detenimiento!
    Cualquier cosa, cualquier conversación , diálogo de películas, personas paseando por la calle suscita mi atención y las miro, no observo porque aprendí a mirar. Todo llama mi atención y a veces es agotador.Mi cabeza no para de ingeniar. Me grabo y me oigo en el silencio de la noche , salgo andar y lo mismo. Estoy en un viaje y también…Y aún publicado, nunca estoy satisfecha.¡Un bendita locura!
    La historia que tengo entre manos nunca se aleja de mí hasta finalizarla. Es más cuando estoy finalizando una novela , como ahora, de repente surgen ideas para la próxima y rápido las grabo. Cuando finalizo una novela me quedo triste por un tiempo, los personajes me abandonan y se van; ya no me pertenecen.

  • El trabajo blando yo siempre lo tengo que hacer ante un cuaderno. El día a día aleja mi mente de la historia en la que estoy trabajando, así que la única manera de centrarme en ella es utilizando un cuaderno.

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