La semana pasada hablábamos del trabajo duro y el trabajo blando en el proceso creativo. Dijimos que ambos eran importantes para construir la obra y que el escritor pasa de uno a otro indistintamente a lo largo de las diferentes fases del proceso de escritura. A veces toca reflexionar, y entonces es el turno del trabajo blando, y otras veces toca escribir: trabajo duro. Aquí tienes el enlace al artículo completo por si quieres leerlo.
Aunque el trabajo blando es importante y no necesariamente sencillo, el trabajo duro ha recibido su nombre con justicia. Porque es en el momento de escribir, de enfrentarse a la página en blanco, cuando el autor se esfuerza al máximo. Es en la lucha con las palabras donde el escritor demuestra su valía, y esa lucha nunca es fácil.
Franz Kafka anotó en su diario:
28 de diciembre de 1910. Mis fuerzas ya no bastan para ninguna frase más. Sí, si se tratara de palabras, si fuera suficiente colocar una sola palabra para apartarse luego con la conciencia tranquila de haber colmado esta palabra con todo nuestro ser.
15 de noviembre de 1911. Todo cuanto he inventado por adelantado, palabra por palabra e incluso por casualidad, pero en palabras expresivas, sobre el escritorio, al intentar dejarlo por escrito, resulta seco, equivocado […].
El momento de elegir las palabras, de construir con ellas frases que comuniquen con sencillez y precisión nuestras ideas, de jugar con los recursos estilísticos para darle al texto brillo y elocuencia resulta crucial para la composición de la obra. No olvidemos que nada existe en realidad: ni esos personajes, ni esas situaciones… Lo único que hay, lo único que habrá ante el lector, son palabras impresas.
Así las cosas, el momento en que el autor se sienta dispuesto a escribir es un momento crucial. El escritor lo sabe y por eso en ocasiones se siente paralizado. Trabaja, pero siente que el fruto de su esfuerzo no es lo bastante bueno. El desánimo comienza a cundir, la tarea se vuelve frustrante y al final la sesión de escritura se va al traste.
Para evitar sesiones de escritura perdidas y, sobre todo, para evitar los sentimientos negativos que pueden acompañar al proceso de poner en palabras la obra, queremos hoy hablarte del grifo de la creatividad.
El grifo de la creatividad
Imagínate tu creatividad como un caudal de agua. Ese caudal se alimenta de muchas fuentes (lecturas, experiencias, imaginación…) y se atesora en un depósito donde aguarda paciente a ser usado. De ese depósito sale una tubería al final de la cual hay un grifo. Ese es el grifo que tú abres cada vez que te dispones a escribir.
El problema es que cuando abres el grifo no sale agua limpia de inmediato. Debido a la naturaleza misma de la creatividad, su agua está mezclada con muchas impurezas: imágenes entrevistas, ideas válidas pero no para esta obra, posos fragmentarios difíciles de identificar, pensamientos confusos o balbucientes… Esas aguas fangosas, impuras, ocupan siempre el primer tramo de la tubería. No importa si todavía ayer escribiste y tuviste una sesión de trabajo fructífera, durante las horas en que te has alejado de tu escritorio (e incluso si has estado haciendo trabajo blando durante ellas) la tubería se ha ocluido; es necesario abrir el grifo y dejar que el agua corra hasta que vuelva a salir limpia.
El problema radica en que el escritor a veces se obstina en que el agua salga limpia desde el primer momento. Comienza a escribir, el resultado le parece horrible y se frustra. Las dudas sobre sí mismo (no sirvo para esto), sobre la obra (no merece la pena) lo atenazan y el resultado puede ser desastroso. Pero si no se deja salir el agua turbia, nunca se llegará al agua clara.
El secreto está en dejar el agua fluir y permitir que salgan las inmundicias creativas acumuladas en la tubería. Sí, hay que dejar que esa agua marrón y maloliente en forma de frases poco garbosas, clichés y situaciones trilladas salga y empape la primera parte de la sesión. Solo entonces comenzará a brotar el agua fría y cristalina de la buena escritura.
La cuestión es, entonces, que no se deben juzgar esos primeros párrafos renqueantes, con sus frases oscuras y sus palabras romas. Como dijimos hace poco, apaga el crítico y permite que tu científico controle desapasionadamente la calidad del agua hasta comprobar que es estilísticamente potable.
Concentración
En el fondo, si te paras a pensarlo, y aunque usemos la metáfora de un grifo y de aguas claras o turbias, en realidad no se trata de otra cosa que de concentración.
Ya hemos hablado en numerosas ocasiones de que la escritura es un trabajo intelectual y de que, como tal, necesita de concentración para ser llevado a cabo. Pero el estado de concentración no es instantáneo, el cerebro necesita algo de tiempo para llegar a él. Mientras todavía no estás concentrado al cien por cien la calidad de tu trabajo se ve resentida. Tienes que seguir adelante, sin distraerte ni desesperarte, hasta entrar en ese otro estado en el que todo fluye.
Cuando admiramos el talento de un escritor, su estilo, la brillantez de su producción literaria, por lo general admiramos (sin saberlo) a alguien que ha aprendido a trabajar concentrado. Alguien que ha enfocado durante tanto tiempo su atención en su escritura que ha alcanzado la maestría. Alguien que, en definitiva, ha aprendido a dejar correr el agua turbia hasta llegar a la limpia.
Otra ventaja del grifo de la creatividad
Dejar correr el agua turbia del grifo de la creatividad tiene otra ventaja, además de la de perseverar en el trabajo hasta llegar a la concentración. Esa ventaja consiste en que, en esos primeros momentos, cuando nos enredamos en los clichés y las frases hechas y la palabra justa se resiste a aparecer tenemos una experiencia directa de lo mal hecho, de lo que no funciona.
Nadie es capaz de hacer algo bueno desde cero. Es necesario tantear y equivocarse para comprender cuál es el modo correcto de hacerlo. Esa frase resulta oscura y enrevesada, esa no es la palabra que expresa con justeza lo que quieres significar, esa comparación es manida… Solo al hacerlo mal podemos tener una imagen de cuál es el modo bueno de hacerlo.
De manera que mientras el agua turbia corre suceden dos cosas: tu cerebro va entrando en la tarea hasta llegar al punto de concentración; y tú vas indagando acerca de cuál es la manera correcta de escribir esa escena, de describir a ese personaje, de presentar esa idea o esa situación.
Y entonces, pareciera que mágicamente (pero no) brota el agua clara. Has dado con el modo de escribir esa parte del texto en la que trabajas y estás plenamente concentrado, de manera que ahora el trabajo fluye.
La próxima vez que abras el grifo de la creatividad, acuérdate: no te desesperes si el trabajo no fluye o lo que escribes te parece deleznable. Sigue adelante, no te levantes y te pongas a otra cosa, persevera. El agua clara está llegando.
Para evitar que se sierre el grifo de la creatividad yo he implementado una herramienta que me ha dado excelentes resultados.
Pongo un personaje conocido por mí de la vida real, a partir de ahí empiezo a crear entorno a él, como lo conozco a veces solo un poco, me basta para imaginar el resto y fluye de manera excelente la creatividad, el agua limpia y cristalina.
Hola a todos
No sé si alguna vez os habéis sentido impostores en vuestra propia vida, pues yo sí y en muchas ocasiones. Como ahora, por ejemplo. No me encuentro capaz de escribir nada y mucho menos con talento.
Un saludo. Lidia.
Hola, Lidia:
Aquí no creemos en el talento, sino en el conocimiento y la práctica. Hay que escribir lo que se suele llamar «un primer borrador de mierda» para, perseverando en el trabajo, ir puliéndolo y perfilándolo hasta tener un buen texto definitivo. Ahora bien, hay momentos en que nos desconectamos de la escritura y creemos que hay que respetar ese estado de ánimo. Puede ser un buen momento para revisar textos antiguos y, siempre, para leer mucho. Las ganas de escribir volverán.
Un abrazo.
Muy interesante el artículo, cierto hay que dejar fluir el agua turbia si desde el primer momento cuestionamos que no te gusta lo que escribes, no llegas al agua clara y «en mi caso» a la concentración, importante tener tú lugar de escritura. Excelentes comentarios.
Gracias.
No todo es sacar palabras, también es cohesionar, amalgamar y dar sentido. Ahorita estamos en un momento en que no hay fluidez, es muy difícil actuar contra la corriente. Así que corrijo y reviso. Hay porciones de la novela que no elaboro, las dejo para este tiempo retro, es mi forma de no obligarme a hacer lo que no se puede hacer. Este tiempo dura un mes, hay que saberlo utilizar!
No es que no se pueda, sólo es doble esfuerzo.
Saludo especial!
Muy de acuerdo, Hilda, con tu idea de «no hacer lo que no se puede hacer». Obstinarse es casi siempre contraproducente, al menos en cuestiones de calidad. Es mejor dejarlo estar y volver sobre ello en otro momento con otra disposición de ánimo.
Un abrazo.
Un articulo realmente interesante. Aveces el desanimo nos hace retirarnos de la silla de escritura. La desconcentracion nos hace perder el interes. Como en todo, hay que estar dispuesto a perder si se quiere ganar. Gracias por el animo.
Muy interesante el enfoque. Un artículo realmente motivador.
Excelente artículo, en vuestra línea habitual. Como aporte, decir que la mejor manera que he encontrado para mantener la concentración es, a parte de apagar el teléfono, escribir con música. En alguna parte leí que esto podía impedir la concentración, pero en mi caso, no es cierto. Escribo en el salón de mi casa y no vivo solo. Me sitúo de espaldas a la televisión y me pongo unos “cascos” buenos, envolventes, y escucho Jazz, Smooth Jazz y similar. Nada que pueda entender la letra ni ruidoso en exceso. Esto hace de barrera, tanto física como mental, ya que, a parte de aislarme de los sonidos del mundo exterior, es un enorme cartel de “No Molestar”
Bueno, esta es mi manera de mantenerme concentrado, y me funciona,
Salut!
Gracias por compartir tu «método», Antoni. Te creas una burbuja muy confortable.
Un abrazo.
La metáfora del grifo es genial, pero que ocurre si vivo en una de esas cabañas casi perdidas en medio de un bosque o en el nacimiento de una montaña. Allí no hay grifos. Ni siquiera fontaneros cualificados ni de los otros. Por tanto que puedo hacer para aplicar la teoría del iceberg. Perdón que me voy de linea. Quiero decir, ¿cómo abro el grifo para que salga toda la mierda de mi cabeza? Y no es que viva en la indigencia ni nada parecido. Más bien debo confesar que no me gustan las aglomeraciones, las ciudades empachadas de gente, las colas por todas partes. El otro día que tenía el antojo de comer pipas no pude satisfacer tan diminuto deseo porque en el kiosco de la pipa gorda, que así se llama el establecimiento, aunque suene a coña, había una cola que superaba las veinte personas. Yo había dejado el coche en doble fila al filo de uno de esos semáforos de cruce. A muy pocos metros, y yo sin darme cuenta, la semana anterior el Alcalde de la localidad inauguró en un acto mucho menos multitudinario que la cola de la pipa gorda, un estanque para patos y tortugas, que distaba mucho de aquel estanque dorado y titulo de una preciosa película. En fin, vivo en una remota cabaña sin agua potable. ¿qué puedo hacer? La solución del conflicto no debe pasar por sacar un as de la manga entre otras razones porque es verano y además podría parecer una de esas técnicas narrativas en las que nunca, nunca, nunca hay que incurrir. Deus ex machina o algo así.
Jajaja. ¡Un texto realmente divertido! No parece que te funcione mal la fontanería.
Abrazos.
Es toda una lucha esto de escribir. Yo antes de ponerme, doy muchas vueltas, estoy inquieta hasta que de una puñetera vez me siento , me sosiego y allá que voy pasando por todo lo anterior mencionado en vuestro artículo. Y sí, el grifo gotea al principio luego el caño es abundante.
Me ha encantado vuestra imagen del grifo. Tanto,que ahora cuando me siento a escribir me digo siempre » vamos a abrir el grito!» Y funciona, porque escribir también es cuestión de paciencia contigo misma. Es permitirte escribir frases malas, tópicas,sin sentido. Calentar la mano, desatascar el grifo poco a poco para que el agua mas cristalina,que suele brotar desde el fondo, encuentre el camino y acabe desbordando el grifo.
Gracias por otro estupendo artículo.
Quiero agradecer tan valiosa entrada.
Permítanme contar una anécdota justamente sobre la concentración y la idea del grifo. Hace años cuando tenía 15, cuando iniciaba mi primera novela (una muy autobiográfica) me sentaba a escribir alrededor de una hora, y trataba de controlar mi incomodidad porque consideraba que lo que escribía era mala prosa. Sin embargo, luego de esta espera, mágicamente, sentía que ya me expresaba con las palabras justas y que la cañería de mi imaginación estaba limpia 🙂 Bueno, me ha gustado mucho este texto. Ha tenido un impacto en mí. Gracias por compartirlo.
Yo perservo aunque al principio no las tenga todas conmigo, ni me desespero ni abandono. Son días simplemente.
Es un consejo clarificador y tranquilizador al mismo tiempo. Es la esperanza de que las aguas turbias no son eternas, se aclaran con la perseverancia y la confianza en que aparecerán. Me encantó, gracias
Resulta muy revelador saber que, lo que pensaba que era un problema mío, es algo que comparto con muchas otras personas. Gracias, Sinjania, por ser siempre un rayito de luz que guía a los escritores a través de su mente laberíntica ❤️.
Me parece increíblemente clarificadora esta manera de expresarlo. ¡Gracias! Me ha ayudado muchísimo.
Y, a veces, en medio del agua oscura y turbia, se encuentran pequeñas piedritas brillantes. Vale recogerlas.
¡Exacto!