La creatividad es una de las cualidades que, en principio, todo escritor debe tener. Pero, aunque resulte paradójico, no resulta suficiente para la creación.
Creación y creatividad van de la mano, pero no son lo mismo ni se presentan igual. La creación no puede vivir sin la creatividad. Pero la creatividad, sin la creación, a menudo no sirve de nada.
El modo en que trabajan juntas no deja de ser apasionante. Por eso hoy vamos a pensar un poco en el tándem creación y creatividad.
Creatividad
Los escritores reverencian a la creatividad casi tanto como a la inspiración y al talento. Son cualidades que esperan tener (y que temen no tener), pero también son esquivas fuerzas que van y vienen libremente, causando así muchos problemas y sinsabores.
Tal vez hayas pasado alguna vez por una época de sequía creativa. No se te ocurre ninguna idea para escribir una nueva historia, o no sabes por dónde continuar la que estabas escribiendo. Pasan los días y la cosa no fluye, hasta el punto de que empiezas a ponerte nervioso. Sientes que has perdido una especie de poder que antes tenías y temes no poder recuperarlo nunca.
En realidad, no tienes motivos para preocuparte: la creatividad no es ningún poder mágico. La creatividad es simplemente una habilidad. Todos la tenemos, en mayor o menor grado.
La creatividad se relaciona con la curiosidad, con un modo receptivo de estar en el mundo, atento, abierto, inquisitivo. Miramos alrededor, nos percatamos de cosas, comprendemos algunas, dudamos sobre otras, nos hacemos preguntas. Amélie Nothomb dice: «No comprender algo es un fermento fenomenal para la escritura».
Pero la creatividad también tiene que ver con mirar adentro, a lo que hay en lo más profundo de nosotros. Hacerse preguntas sobre la persona que somos, sobre nuestras experiencias, sobre el camino que hemos recorrido y el que nos queda por recorrer. La creatividad nos ayuda a acceder a lo que hay en nuestro interior, sacarlo a la superficie y darle un orden y un significado.
Todos nacemos con el don de la creatividad, pero con frecuencia permitimos que se embote. Dejamos que nuestra curiosidad languidezca, no nos hacemos preguntas (quizá por miedo de las respuestas). Y, para colmo, nuestra sociedad fomenta que vivamos desconectados tanto de nuestro entorno como de nosotros mismos, como ya dijimos cuando hablamos de la mirada del escritor.
Abrir los ojos, hacerse preguntas, mostrarse interesado; darse tiempo para desconectar; darse tiempo para el juego y la improductividad son formas excelentes de alimentar nuestra creatividad y deberíamos procurar ponerlas en práctica.
De esa manera de estar presente surge el cúmulo de materiales e ideas, todavía amorfos, que son susceptibles de convertirse en literatura.
Pero, como hemos dicho, creatividad y creación no son lo mismo. Caminan juntas, apoyándose la una en la otra, y deben trabajar solidariamente si se aspira a que el resultado de su colaboración sea una obra literaria.
Creación
La creación, por su parte, es la capacidad de ordenar y dar sentido a ese cúmulo de materiales que el pensamiento creativo fabrica, recopila y atesora. Aunque parezca un contrasentido, se puede ser creativo y no tener capacidad de creación.
Hay personas que tienen multitud de ideas: su cerebro no deja de idear tramas, personajes, situaciones, diálogos… Pero después no son capaces de convertirlas en textos, en novelas o relatos; empiezan a escribir y dejan el trabajo apenas esbozado porque ya otra idea ha llamado su atención. O, pasado el primer momento, no saben cómo convertir esa idea bullente en una narración bien pergeñada. Quizá a ti mismo te suceda algo así.
Esa es la muestra evidente de la creatividad sin creación.
En su ensayo La razón estética, Chantal Maillard establece una diferencia interesante entre la creatividad y la creación:
La creatividad puede definirse como la capacidad de un sujeto para enlazar, asociándolos, unos elementos dispersos; la creación, en cambio, es la capacidad de diseñar mundos posibles: formas actuantes.
La creatividad nos da los materiales en bruto. La creación es el proceso para ordenarlos y hacer con ellos, en el caso de un escritor, una obra literaria. La creatividad nos proporciona lana; la creación nos permite hilar esa lana, convertirla en un ovillo y tejer con él una chaqueta. De manera que la creatividad es la potencialidad de crear algo nuevo (una chaqueta), mientras la creación convierte lo que solo es potencia en acto.
La creación exige, por tanto, un conocimiento previo: de técnicas, de recursos, del modo de usar ciertas herramientas. Sin ese conocimiento no podremos tejer la chaqueta, aunque tengamos la lana. Podemos seguir acumulando madejas y madejas, pero jamás podremos crear nada con ellas.
Creación y creatividad
En su libro Alabanza de la lentitud, el neurobiólogo Lamberto Maffei explica:
La creatividad podría definirse como un encuentro casual, aunque afortunado, de la fantasía, la imaginación y la racionalidad. Las dos primeras, vestales misteriosas del funcionamiento cerebral, encienden el fuego, introducen la idea, y la última, la razón, valora y decide si merece la pena continuar con la obra o dejar que el fuego se apague.
Según esto, la creatividad tiene un importante componente irracional, en el sentido de que no sabemos muy bien cómo opera. Podemos discernir cómo se alimenta, pero no los procesos exactos por los que algo llama nuestra atención, y luego, de imprevisto, se relaciona en nuestro cerebro con una idea anterior y salta una chispa que será el germen de la obra.
La creación, sin embargo, es racional (pese a que muchas personas sigan pensando lo contrario). Es la razón no solo quien decide «si merece la pena continuar con la obra o dejar que el fuego se apague», como dice Maffei, sino también cómo se va a construir esa obra.
Por eso, tan importante como ejercitar la creatividad, como mantener viva su capacidad de asombro y su curiosidad es, para un escritor, dominar las técnicas de su oficio. Conocer las diferentes posibilidades de convertir esa chispa en una obra terminada y solvente en la que el lector pueda penetrar con garantía de inteligibilidad.
De manera que hay que mantener viva la creatividad y desarrollar la capacidad de creación. Sin esos dos componentes, creación y creatividad, el trabajo literario no es posible.
Toda la razón, los ejemplos vuestros son fantásticos, hacen verlo todo con mayor claridad. Para mí la escritura es mágica, por muchas vueltas que le doy no puedo explicar como esta magia del proceso creativo en mis días, vaya rellenando folios y folios en blanco que van cobrando vida. No tengo palabras pero el caso es que lo logro y sucede. Gracias.
Creo que nos has descrito a muchos, y, pensando, he dado con la solución; en mi caso, asociarme con un creador!!!
Tengo muchas ideas con las que fabulo y divago. Las acabo “creando” en forma de microrrelatos y relatos cortos. Pero hay algunos con los que siento que son historias mal aprovechadas. Siempre achaqué la falta de “creación” a la disposición de tiempo. Y quizás, por lo que acabo de leer, sea otra cosa, con la que, de hecho, he decidido poner remedio y empezar a crear… La creatividad, la mía, está ya resuelta, me brota en cada rincón donde ponga mi atención. Por ejemplo, al empezar a leer el artículo, me vino a la mente que se parecen mucho, y, hurgando en el ordenador, encontré un diccionario de la RAE, edición 2014, e investigué;
Entre creación y creatividad hay tan solo un intervalo 6 palabras. A saber; creacionismo, creacionista, creador/ra, crecimiento, crear y creatinina. Esta última, la única que no comparte familia con las demás.
La otra cuestión es que, tomando la primera acepción de ambas palabras, tenemos que creación, es la acción y efecto de crear, mientras que creatividad, es la facultad de crear.
Solo después de leer el artículo uno se da cuenta que, aun sabiendo que son parte de la misma cosa, no son lo mismo, Son la sal y el azúcar del mismo pastel, con una relación que hay que mantener equilibrada, ya que deduzco que son inversamente proporcionales la una de la otra…
Mas o menos…
Salut!
Nada mejor, Antoni, que acudir al diccionario para ver qué son las cosas. La creatividad es la facultad de crear, la creación, esa facultada en acción. Son potencia y acto. La facultad de crear no sirve de nada, permanece inactiva, si fehacientemente no se crea, es decir, si no se ponen manos a la obra.
Saludos.
P.S.: Qué extraña se debe de sentir la creatinina entro todas esas otras palabras, primas hermanas.