La semana pasada hablamos de que todo el mundo tiene un estilo. Tú también. Por el mero hecho de usar el lenguaje, de escribir, tú ya tienes un estilo. La forma en que usas el lenguaje es única y esa unicidad es la base de tu estilo.
Pero, como dijimos, tener un estilo no implica que ese estilo sea bueno. O literario. Solo significa que escribes de una determinada manera. Por eso la verdadera maestría del escritor se demuestra en cómo usa las palabras. Por eso tantos grandes autores se han obsesionado con ellas.
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El primer paso, entonces, es conducir el mero estilo (la manera de escribir de cada uno) hacia el estilo literario.
El estilo literario
Cuando hablamos de estilo literario todos sabemos a qué nos referimos. Sabemos cuándo un texto lo tiene y cuando no. A pesar de ello, el estilo literario no es tan sencillo de describir y, por desgracia, a menudo es confundido con un tipo de escritura ampulosa y grandilocuente o lírica en exceso.
Tratemos de deslindar qué es el estilo literario:
El lenguaje literario es, en primer término, un lenguaje correctamente escrito. Respeta lo que se llama «el estilo de la lengua», es decir, aquel que acata la norma y se ciñe al uso común y reglado del lenguaje.
Ahora bien, un texto periodístico, un informe o un manual también pueden estar correctamente escritos, respetar el estilo de la lengua (aunque cada vez sucede menos, por desgracia). Sin embargo, no diríamos, en la mayoría de los casos, que tienen un estilo literario.
El estilo literario es, entonces, el modo característico de usar el lenguaje que encontramos en las obras literarias. (Aunque no únicamente: el estilo literario brilla en ocasiones en lugares donde no se lo espera).
Podemos decir, por tanto, que la literatura, los escritores de narrativa (o poesía), tienen un modo concreto, propio, de usar el lenguaje. No es exactamente el modo en que todos usamos el lenguaje a diario (aunque tampoco difiere demasiado); y no es, desde luego, el modo en que se usa en la prensa, en un informe o en un manual. Aunque todo eso entra en la categoría de lenguaje escrito, no es lenguaje literario.
Quizá el rasgo más notable del estilo literario es el que acabamos de mencionar: no difiere demasiado, o no siempre, del lenguaje que utilizamos a diario. Es como si el escritor cogiera nuestras palabras cotidianas y les sacará brillo, las dispusiera de maneras nuevas para con ellas lograr decir mucho más.
Por eso Virginia Woolf se preguntaba:
¿De qué modo podemos combinar las palabras viejas en diferentes órdenes para que perduren, para que creen belleza, para que digan la verdad? Esta es la cuestión.
Virginia Woolf. «Destreza», La muerte de la polilla.
Pensemos un poco en algunas de las cualidades que tienen esas combinaciones de palabras que crean belleza y dicen la verdad y, por eso, perduran. Es decir, las cualidades del estilo literario.
Tres características del estilo literario
Algunas de las claves del estilo literario se relacionan con el hecho de que se preocupa por el ritmo, la cadencia y la acertada elección de las palabras. No son las únicas, pero serán en las que nos centremos en esta ocasión.
1. El ritmo
El ritmo es un elemento común en la poesía, sin duda. Pero no lo es tanto en la prosa. Cuando los autores logran imprimir ritmo a sus textos no es un logro menor.
El ritmo se trabaja, entre otras cosas, cuidando la estructura de las oraciones y la longitud de palabras y frases.
Las oraciones largas, formadas a su vez por palabras largas, enlentecen el ritmo. Lo mismo sucede cuando se eligen estructuras compuestas: oraciones subordinadas, yuxtapuestas o coordinadas. Por el contrario, las oraciones simples y las palabras cortas construyen un ritmo rápido.
Como es natural, trabajar el ritmo no consiste meramente en usar unas u otras, sino en combinarlas con sagacidad para crear un determinado tempo que, idealmente, debería concordar con lo que se expone en un fragmento concreto de la obra.
2. La cadencia
La cadencia se relaciona directamente con el ritmo. Viene dada por la manera en que se agrupan las palabras: como frases independientes o unidas por conjunciones y acentuadas por signos de puntuación.
También tiene que ver con los sonidos que se producen al pronunciar esas palabras y con los que se emiten al enlazar unas con otras. El uso de asonancias, consonancias y aliteraciones crea una cadencia, un son, que nuestro oído interior percibe mientras leemos.
Pero la cadencia (y el ritmo) van más allá de los efectos sonoros que producen las palabras y sus combinaciones. Atañen igualmente al significado de lo que esas palabras expresan. Borís Pasternak opinaba:
Tanto en el lenguaje hablado como el escrito la musicalidad de una palabra no es solo cuestión de sonido, no es el resultado de la armonía entre vocales y consonantes, sino de la relación entre el discurso y el significado. Y el significado, el contenido, debe ser siempre lo determinante.
Borís Pasternak, entrevistado en The Paris Review
Lo que nos lleva al siguiente punto al que se debe prestar atención si se quiere alcanzar un estilo literario: la acertada elección de las palabras
3. La elección de palabras
La acertada elección de palabras es clave a la hora de escribir cualquier texto. Si no elegimos la palabra adecuada el mensaje puede caer en la ambigüedad o, directamente, ser incomprensible. Pero cuando hablamos de literatura es un requisito sine qua non.
Por supuesto, también en el texto literario la elección de las palabras contribuye a la claridad y a la inteligibilidad de lo que se cuenta, de la historia. Pero además esa elección es la que asegura también, en parte, la literaturidad del texto, su cualidad de literario, es decir, su estilo (literario).
No se trata de elegir palabras de uso poco común, con la idea equivocada de que en ellas se encuentra lo que diferencia el estilo literario de otros usos del lenguaje. Por el contrario, ya hemos dicho que los escritores usan en sus obras el lenguaje de todos los días, las palabras cotidianas. ¿Qué es entonces lo que las convierte en especiales? Varias cosas, entre ellas la que ya nos ha señalado Borís Pasternak: «la relación entre el discurso y el significado».
La historia que se narra tiene un significado, un sentido último, y el discurso debe adaptarse a él para expresarlo con plenitud y gracia. Recordemos lo que también expresa Pasternak: el significado es determinante. Afinando bien la elección de las palabras es como el escritor se asegura de esa perfecta adecuación entre el sentido de la obra y las palabras que se usan para expresarlo.
Por eso es necesario tener un amplio vocabulario: para tener un gran número de palabras disponibles. Eso no significa que las usemos todas cada vez, como un nuevo rico que hace alarde de su dinero. Se trata, más bien, de tener disponible (porque la conocemos) la palabra ad hoc para eso que queremos expresar: puede que sea una palabra de uso cotidiano o puede que sea una palabra un poco más «especial». La habilidad está en elegir la palabra perfecta, la palabra justa.
El estilo literario responde, en resumen, a la capacidad de escribir textos con ritmo y cadencia, compuestos por palabras que se ajustan a la perfección al sentido de lo que se quiere expresar y de la obra en su conjunto. Aunque el estilo literario todavía tiene una cualidad más, de la que hablaremos la semana que viene.
En cualquier caso, y como puedes comprender, no se alcanza el estilo literario de una manera fortuita. Al contrario, solo se alcanzar trabajando de manera muy consciente y concienzuda con el lenguaje.
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Los diccionarios ayudan muchísimo, ver una palabra es ver miles más allá. Y leer con diccionario obras que te ahonden en lo que te gusta.
Muy interesante el artículo, un saludo.
Interesante artículo, merece bien la pena leerlo detenidamente.
Un saludo y gracias.
Leer mucho y bueno, añadiría yo.
Concordamos por completo, Elvia.
Creo que hay que leer mucho y bueno para alcanzar todo cuanto decís. Gracias
Hola, Malena:
Coincidimos contigo al cien por cien.
Saludos.