Durante la fase de revisión y reescritura una de las tareas que toca acometer es podar la obra, desembarazarla de todo lo superfluo para que resalte nítido lo que en ella es esencial.
Mientras escribimos, y por más que tratemos de ceñirnos al plan que previamente hemos trazado, es habitual que la obra se sobredimensione, que haya partes que crezcan en exceso, desequilibrando su estructura y diluyendo aspectos clave en una marea de datos innecesarios o redundantes.
No debemos olvidar nunca que un texto literario (se trate de una novela o de un relato) no es otra cosa que un flujo de información, aunque con ciertas características «especiales». Por eso debemos asegurarnos de que esa información expone nuestras ideas y llega al lector con claridad, amén de con todo aquello que vuelve un texto literario: expresividad, persuasión, uso del lenguaje…
Stephen King recomienda reducir el texto en torno a un diez por ciento. Nosotros no nos atrevemos a dar una cifra exacta, pero sí queremos instarte a que, al revisar el texto, valores si hay cosas que sobran, que se repiten, que pueden enturbiar la exposición del conflicto, el arco de los personajes, el equilibrio entre las partes…
La reticencia para podar
Antes de entrar a enumerar algunos aspectos del texto a los que conviene prestar atención en esa labor de aligerar de peso a la obra es necesario hablar de la reticencia que muchos autores sentís a la hora de eliminar partes de vuestras obras.
Esa reticencia es fruto de la sensación —comprensible— que tiene el escritor de que si elimina algo, algo se pierde. El autor considera, a veces de una manera ciega, que todo lo que ha escrito es esencial. Al tiempo, es normal no querer eliminar aquello que tanto trabajo ha costado escribir. El escritor trabaja con denuedo en cada parte de la historia, se esfuerza al máximo con cada frase y con cada palabra; es lógico, por tanto, que le cueste renunciar a lo que sabe que supuso horas de trabajo y de empeño.
Sin embargo, eliminar lo superfluo forma parte del proceso de escritura. Si quieres esculpir un caballo, es necesario quitar del bloque de piedra todo lo que no sea un caballo. Hay que aprender a hacerlo, hay que alejar al amoroso padre del texto y sacar al científico capaz de extirpar lo que sobra. Y, por supuesto, es necesario conocer bien los distintos elementos de un texto literario y cómo opera cada uno de ellos para ser capaz de distinguir lo que sobra; a ese respecto, no está de más saber en qué puntos la obra puede haberse hipertrofiado sin que nos demos cuenta para atacarla por ese lado con nuestro bisturí.
Por otro lado, prueba a hacer el siguiente ejercicio: vuelves sobre alguno de tus textos antiguos, alguno en el que hayas hecho la necesaria tarea de desbrozo; verás que no eres capaz de recordar qué cosas quitaste.
En cuanto a bajar de peso el relato del segundo ejercicio, entiendo lo que me comentas sobre que si eliminas algo sientes que algo se pierde. Pero ten en cuenta que en realidad no es así. Si vuelves sobre alguno de tus textos antiguos, alguno en el que hayas hecho la necesaria tarea de desbrozo verás que no eres capaz de recordar qué cosas quitaste. Sucede que, con el texto a la vista, todo nos parece relevante y necesario, sobre todo si no se ha dejado pasar el preceptivo tiempo de reposo antes de abordar la fase de revisión. Dejar reposar el texto y examinarlo con ojos desapasionados, científicos, nos permitirá desembarazar a la obra de lo superfluo sin que nos tiemble la mano.
Qué eliminar para mejorar la obra
Tras la fase de escritura tenemos nuestro primer borrador. Una vez que este haya reposado el tiempo suficiente como para poder asomarnos de nuevo a él con ojos limpios toca revisar y reescribir. Pero también podar.
Como es lógico, no se trata de quitar por quitar, se trata de mejorar la obra. Para hacerlo, y como siempre, no hay una fórmula que se pueda aplicar a todos los textos por igual. Cada obra es un universo singular y su composición y equilibrio son únicos, en consecuencia, cada escritor debe examinar su texto en busca de lo que sobra. No obstante, compartimos por aquí algunos puntos en los que es común que el texto se haya desarrollado en exceso.
1. Planteamiento
Es muy común que el planteamiento se extienda más allá de lo necesario. En su intento de poner en antecedentes al lector y darle a conocer a su personaje y la situación de partida el escritor tiende a menudo a ofrecer un aluvión de datos, especificaciones y referencias.
Verifica que no sucede así en tu obra. Permanece atento a aquellos aspectos sin los que la historia se sostiene igualmente y que, por tanto, puedan ser eliminados.
2. Personajes
Lo mismo que sucede con el planteamiento sucede con los personajes, en especial con el protagonista.
Cuando creamos a nuestro personaje principal tendemos a imaginarlo al detalle. Sin duda, cuanto mejor conozca el escritor a su personaje mejor podrá manejarlo y contar su historia. Pero ese «conocer» a un personaje se puede caer en la exageración. Muchos escritores elaboran extensísimas fichas de personajes llenas de detalles que después, naturalmente, trasladan al texto. A menudo, además, se detienen en detalles secundarios en vez de atender a lo que de verdad podría dar entidad a sus personajes.
Para armar un buen personaje hay que procurar ceñirse a su papel en la obra y a su relación con los otros elementos que componen esta. Un personaje no es una persona, de él importan únicamente ciertos rasgos que se relacionan con estrechamente con la historia en cuanto argumento, pero también en cuanto trama. Hablamos de ello en el artículo en el que te advertíamos sobre el peligro de los detalles irrelevantes al construir personajes.
3. Personajes secundarios
Con frecuencia los personajes secundarios proliferan en exceso y superpueblan la historia. Muchos de ellos podrían eliminarse de la obra sin que esta perdiera nada sustancial.
Al escribir, tendemos a crear para nuestro protagonista un entramado de relaciones semejante al que tiene una persona real: padres, hermanos, esposa/marido, hijos, amigos, compañeros de trabajo… En realidad, los personajes son instrumentos con un papel determinado en la obra, tienen que jugar una función. En este artículo te enumeramos algunas. https://www.sinjania.com/personajes-secundarios/
Repasa, por tanto, qué papel cumple cada uno de los personajes secundarios de la obra. Si su función es solo que el protagonista tenga un hermano, lo más probable es que se pueda eliminar.
4. Información repetida y redundante
Hemos dicho que una obra literaria es un flujo de información, una acumulación de datos (dispuestos de manera interesante y elocuente, por supuesto, con el fin de desarrollar determinados significados). Pero en esa acumulación es normal que algunos acaben por repetirse.
Sin duda, la novela tiende a la iteración, a la amplificación, forma parte de su naturaleza. A veces la repetición es necesaria para que el lector comprenda bien aspectos que son relevantes para la construcción de la trama. Pero con frecuencia el autor puede incurrir en la sobreexplicación en su afán de ser comprendido.
Conviene por tanto asegurarse de localizar y eliminar informaciones repetidas: datos o perspectivas que ya se hayan dado de otra manera y que, por tanto, sean redundantes.
5. Herramientas para conseguir la brevedad
Otra forma de reducir el texto, de eliminar de él lo innecesario es servirse de estrategias que permitan dar ciertas informaciones de manera más breve. No se trata de eliminarlas, sino de presentarlas de manera más económica y efectiva.
Herramientas como el resumen y la elipsis son realmente útiles para decir mucho con pocas palabras u omitir del texto partes irrelevantes. También puedes apoyarte en el subtexto para dar información. No todo tiene que ser narrado de una manera explícita.
6. Lenguaje
Un último elemento que a menudo necesita una buena poda es el lenguaje, eliminar de él toda la hojarasca.
Es algo que sucede a menudo con los escritores noveles, pero también con aquellos que tienen una idea equivocada de lo que es el estilo literario: dejan que su lenguaje se llena de excrecencias que lo enturbian más que hermosearlo: perífrasis verbales innecesarias, acumulaciones de adjetivos, frases sobreexplicativas y artificialmente extensas… Nada de ello mejora la obra y puede ser eliminado sin piedad.
Los seis aspectos que acabamos de repasar son algunos de los que habitualmente se sobredimensionan. Revísalos en tus obras para asegurarte de que no es el caso. Pero recuerda que puede haber otros. Revisa tu texto con atención y ojo crítico en busca de elementos innecesarios, que desvirtúen más que sumar. En cualquier caso, revisar por estos seis puntos puede ser una buena manera de comenzar. Afila las tijeras.
Interesante artículo sobre un aspecto tan inmportante en la construcción de una novela como es su corrección.
Una poda necesaria: la propia estructura de la novela puede hacer que sean redundantes secciones enteras.
En una novela de viajes que estoy escribiendo me he encontrado en la revisión idas y vueltas que no aportaban nada a la trama, o alguna escena de acción que, siendo buena, no era mejor que otra similar más adelante.
E incluso algún personaje esencial que salía en tres secciones, apareciendo sólo en dos se hace desear más.
Ya solo con esto he quitado ese 10%. La revisión más en detalle, en la linea del artículo, puede que implique otro 10% adicional.
Stephen King dice que llegado el momento, hay que quitar todo lo que te gusta de tu historia.
Uf, eso quizá es ir demasiado lejos 😅.