Hace unos meses dedicamos un artículo al narrador en el que dábamos algunas claves sobre cómo usar múltiples puntos de vista. El narrador y su focalización es un tema tan complejo como interesante que merece plena atención en el momento de la planificación. Determinar quién y cómo será la voz que cuente la historia es, sin duda, una decisión delicada. Si te interesa leer el artículo, lo tienes siguiendo este enlace.
Al hilo de ese artículo, Rosa —amiga y alumna— dejó una interesante pregunta en los comentarios. Entonces le respondimos someramente, pero como la pregunta de Rosa tenía enjundia, nos pareció buena idea dedicar un artículo a reflexionar más ampliamente sobre el tema. La pregunta de Rosa era la que sigue:
Si resulta que los narradores admiten infinitas combinaciones, mezclas, etc., ¿cómo podemos saber si está correctamente utilizado o no?
La pregunta es muy inteligente y es, sin lugar a duda, una cuestión que todo escritor se hace en algún momento. ¿Cómo saber si estamos usando bien nuestras herramientas, ya sea el narrador o cualquier otra?
La duda saludable
Podría decirse que la creación literaria y la duda sobre el propio trabajo van de la mano. John Cheever dijo: «En toda mi vida, nunca terminé nada para mi absoluta y duradera satisfacción». Y Jean Cocteau decía: «Cuando uno termina de escribir y releer algo, siempre tiene la tentación de cambiarlo, mejorarlo, eliminar el veneno, pulir las aristas».
En resumen, el escritor siempre se plantea preguntas sobre su trabajo. Eso es lo que lo lleva a esforzarse borrador tras borrador y obra tras obra. Si no tiene dudas y no trata de hacerlo cada vez mejor, llega el estancamiento. Y un escritor que se sabe estancado no es un escritor feliz, porque los buenos escritores siempre buscan el reto. De modo que podría decirse que la duda es saludable.
Pero si bien la duda es saludable, también es cierto que puede llegar a ser paralizadora. Hay, pues, que saber gestionarla y, sabedores de que es imposible erradicarla, usarla como acicate que nos impulse a escribir cada vez mejor. Para llegar a convivir pacíficamente con la duda y convertirla en un estímulo que engrandezca nuestra obra, creemos, hay dos vías: conocer nuestras herramientas y construirse un ideal literario. Ambas son complementarias y se trabajan en paralelo.
Las herramientas del escritor
En su novela Basada en hechos reales Delphine de Vigan escribe:
Las historias yacen en el suelo, como fósiles. Y la labor del escritor consiste en utilizar las herramientas de su caja para separarlas con precaución y extraerlas, tan intactas como sea posible.
Esta imagen, que nos presenta al escritor como un arqueólogo, es muy acertada. Con exquisito cuidado, el escritor extrae las historias y lo hace, como no puede ser de otra manera, ayudándose de sus herramientas. Pero esta idea nos lleva de vuelta a la pregunta de Rosa: ¿cómo saber que estamos usando bien nuestras herramientas?
La respuesta es sencilla en lo teórico y más compleja en la práctica. La teoría nos dice que el primer requisito para saber que estamos usando bien nuestras herramientas es dominar esas herramientas, conocer todos los útiles que un escritor puede tener en su caja para cumplir con su cometido de extraer sus historias tan intactas como sea posible.
De Vigan equipara al escritor con un arqueólogo, a nosotros nos gusta hacerlo con un carpintero. Si el carpintero quiere clavar un clavo, pero no sabe que para hacerlo hay una muy útil herramienta conocida por el nombre de martillo, es posible que su clavo no quede muy recto. Pero si conoce la existencia del martillo y tiene las nociones básicas sobre su uso, sabrá clavar su clavo.
De manera que el primer paso para acallar la duda ingrata es conocer bien nuestras herramientas. Si quieres avanzar en ese conocimiento y te gustaría formarte con nosotros, quizá te interese el curso de novela. Si es así, puedes unirte a la lista de espera en el formulario que encontrarás siguiendo este enlace y te avisaremos en cuanto se abra el plazo de inscripción.
Pero conocer bien nuestras herramientas y sus posibilidades de uso no silencia por completo la duda sobre nuestro trabajo (ya hemos dicho que la duda es la eterna compañera del escritor). La pregunta de Rosa no ha sido contestada por completo. Sabemos cuál es la herramienta que debemos usar para lograr algo en concreto, y la hemos usado, pero ¿cómo podemos saber si está correctamente utilizada o no? Hemos usado el martillo para clavar un clavo, pero ¿ha quedado ese clavo bien clavado? Aquí entra en juego la segunda vía: construirse un ideal literario.
El ideal literario
El escritor tiene, o debería tener, un ideal que busca alcanzar con sus obras, al que busca asemejarse. Ese ideal se compone poco a poco, a lo largo del tiempo, gracias a la lectura y a las reflexiones que el escritor debe hacer sobre su arte para elaborar una poética propia. Aquí hablamos más sobre el ideal literario.
Volvamos al carpintero y su clavo. Ha usado la herramienta adecuada y ha clavado su clavo. ¿Cómo sabe que está bien clavado? Muy fácil: porque ha visto muchos otros clavos clavados a lo largo de su vida. El carpintero, que ama su oficio, se fija bien en cómo están construidas las obras de los demás carpinteros. Así se hace una idea de lo que es un trabajo bien hecho: qué bien clava los clavos este, y cómo construye los ingletes aquel y qué calidad tienen las espigas de un tercero, sus ensamblajes son soberbios.
Un escritor debe leer mucho y debe, sobre todo, ser un lector concienzudo. Tiene que fijarse con atención en cada elemento que hay en las obras que lee para, viendo el resultado alcanzado, discernir la herramienta que en su momento usó el autor. ¿Por qué ha usado un narrador en tercera y no uno en primera?, ¿por qué aquí usa la elipsis en lugar de narrar los acontecimientos?, ¿está el lenguaje trabajando para crear una atmósfera?…
A fuerza de leer y de diseccionar las obras que lee el escritor se crea un ideal. Quiere que sus obras tengan personajes tan interesantes como las de X, un estilo tan bueno como el de Y o tramas tan sólidas como las de Z. Sobra decir que cuanto mejor sean las obras y los autores que el escritor lee, más robusto y perfecto será su ideal. La suerte de los escritores es que solo tiene que leer las grandes obras para recibir una clase magistral de los grandes maestros de su arte.
De manera que, poco a poco, un escritor se va construyendo su ideal. Y para saber si lo hace bien o lo hace mal solo tiene que comparar sus obras con ese ideal. Por supuesto, esa comparación no se hace meramente con la obra acabada (que también), sino que, ya mientras la va escribiendo, mientras va trabajando en ella, va comparando. Cada vez que usa sus herramientas, confronta su uso y el resultado con la forma en que la han usado y los resultados obtenidos por sus referentes. Y esa confrontación es la que le dice si lo está haciendo bien o no.
Siempre queda un poso de duda. Marguerite Duras decía que la duda es escribir. Pero ya hemos dicho que la duda es una espuela que acicatea al escritor a seguir aprendiendo, probando, mejorando, retándose… para beneficio del lector. Hay que entender la duda como algo saludable.
Natalia, quisiera disculparme ya que por hacer el anterior comentario el cual crei pertinente no omitir, olvide y pase por alto mi opinion respecto a la duda en el escritor.Tema puntual sobre el cual nos sugirio hacerlo.
Si, claro, son muchisimas dudas a diestra y siniestra las que a todo instante te acompañan.Creo que escribir es el trabajo mas titanico y abasallador del mundo. A todo instante, incesantemente… se pregunta uno, si lo esta haciendo bien o no.
Realmente quedo completamente mudo al observar, al leer y releer los escritos que realizan aca en los comentarios las diferentes personas que leo. Y como de una manera sana, les envidio, pues me parecen grandes y acertados escritos hechos por cada uno de ellos… me parecen muy bien trabajadas y logradas sus sugerencias, sus preguntas, sus dudas y todo en un lenguaje y una manera de escribir…maravillosa.Ni que decir de Natalia, sin duda gran escritora… mil y mil gracias por todo lo que hacen.Que hermoso y bello poder escribir asi.Un abrazo infinito.
La duda ayuda a crear, a aprender. Y es importante vivir con ella.
Leer lo que escribes es una forma de derribar dudas.
Después se muestra y publica, ahí es donde se aprende más.
Sentí verdadero alivio al conocer que todos los escritores, en algún momento, sienten inseguridad sobre sus obras, aunque sean muy dichos en el oficio. También me encantó la sugerencia de buscar un ideal literario. Gracias por compartir este artículo
Comparto la opinión de que los artículos de Natalia son muy interesantes y útiles; bien informados, claros y concisos; con hipervínculos que se enlazan unos a otros, es decir, están bien sistematizados; todo esto logrado con una aparente sencillez. Ya en una ocasión, al agradecer una carta electrónica que recibí, como todos ustedes, con la que comparte los artículos, le preguntaba si ya los habia publicado, o si pensaba hacerlo. Dado que no recibí respuesta, busqué para ver si esos artículos ya los habia publicado en algún libro que los reuniera para poder adquirirlo.
Lo que hallé en la web de La Casa del Libro fueron dos obras: una novela y una colección de poemas de nuestra admirada Natalia Martínez. La novela se llama Déjame que te escriba, que apareció en Torrelavega, Cantabria, en editorial Libros Indie, en 2018, de 142 pp. Y, de manera más reciente, una colección de poemas, El verso de tus ojos, editado en Sevilla en 2023 por la misma editorial, de 92 pp.
Por esta razón, me alegra que Rosa y Gabriel expresen la necesidad de que Natalia publique los artículos que, generosamente, nos comparte en este sitio web que ha creado y nombrado Sinjania. Sabemos que Natalia es una persona que sabe escuchar; prueba de ello es el artículo «La duda de escribir», que ha desarrollado a partir de una pertinente e inteligente pregunta que le hizo Rosa. Claro, Natalia nos ha proporcionado una amplia bibliografía sobre la teoría de la creación literaria. Pero nos encantaría contar también con un libro que podrá estar formado por ese conjunto sistematizado de artículos suyos que tanto nos encanta. Tenerlos todos reunidos sería una alegría, pues es un gozo su lectura (y su utilidad).
Respecto al contenido del artículo, «La duda de escribir», destaco la parte en la que Natalia expresa la necesidad de que nuestras lecturas se hagan de manera reflexiva y atenta, pues podremos aprender del arte con que han sido creadas las imágenes y las narraciones. Estoy convencido de que por todo lo que nos ofrece la poesía, la novela y los relatos, es más importante la calidad de la lectura que la cantidad de libros que se lea (lo digo a propósito del reto de leer la cantidad de libros que aquí, de manera interesante y tentadora, se nos ha propuesto). Si leemos con apetito, como en efecto lo hacemos los que nos asomamos a la web de Sinjania, la necesidad de ser buenos lectores se irá cubriendo; pero sin olvidar de hacer una buena lectura, bien hecha y meditada; disfrutada hasta la última palabra y el último signo de puntuación (cuando los hay).
Agradezco a Natalia Martínez y a su maravilloso equipo su generosidad por todo lo que nos dan.
Y envío un cordial saludo a los que en esta web confluímos.
Hola, Enrique:
Muchas gracias por tus palabras. Sois todos generosos en exceso conmigo, me siento abrumada; al tiempo, es un acicate para seguir esforzándome, feliz de saber que estáis al otro lado.
Siento no haber respondido a aquel correo tuyo. A veces me es imposible responderos a todos, aunque siempre os leo.
Aprovecho para decir que la Natalia Martínez autora de Déjame que te escriba y El verso de tus ojos no soy yo. A lo que parece tengo una tocaya escritora. Yo no escribo ficción, aunque me precio de ser una buena lectora.
Un abrazo.
Estimada Natalia:
Discúlpame por haberte confundido con tu tocalla gallega, siendo tú madrileña y de orígenes asturianos. Debí de cotejar la información, cosa que regularmente hago por razones de formación y de oficio; ya ves cómo la vida nos hace bromas; pero es error mío.
Me dejé llevar por el entusiasmo al creer que habia hallado algunos libros tuyos publicados. Una enjundia que no supe controlar, pues, después de encontrar referencias (de tu homónima) en La Casa del Libro, leí la entrevista que te hizo Eduardo Lajar y publicó, el 7 de marzo de 2023, en el sitio web de La Nueva España de Siero; una entrevista muy interesante, pues retrata mucho tu carácter: la persistencia, la constancia, el esfuerzo en lograr realizar un sueño, una aspiración. Un logro compartido con tu compañero de vida.
Si el artículo que nos compartiste la semana pasada es «La duda de escribir», utilizada como impulso para corregir, reflexionar y seguir adelante, tu vida ha sido la certeza de amor a la escritura y la lectura, a los libros. Invito a quienes lean estas líneas a que consulten esa entrevista que te hicieron, pues ayuda a entender cómo lo has logrado y cómo nació y funcionó tu proyecto Sinjania, y el por qué se llama así; además, incluye un video donde lo expresas de viva voz. Es una historia muy bonita, narrada y vivida por tí.
Una vez más, querida Natalia, muchas gracias.
Muchas gracias a ti y a tu maravilloso equipo (y copiloto).
Gracias a ti, Enrique, por tus palabras y tu interés en mi humilde persona.
Un abrazo.
Jooolin…nunca pensé que mi pregunta daría tanto de sí :-). Muchas gracias otra vez por aclarar tantos puntos en este magnífico artículo.
Siempre que te leo, Natalia, pienso que con tus respuestas se podria escribir un Manual para Escritores. No solo técnicas, alguna parte de filosofía, sugerencias, preguntas frecuentes, cómo sobrellevar altibajos…Ese libro que te acompaña en cada momento, estés donde estés, para ayudarte a escribir.
Muchas gracias. Un placer leerte siempre.
Gracias por tus palabras, Rosa. Las preguntas inteligentes siempre mueven a la reflexión.
Bueno, me guardo la idea de escribir ese libro para la jubilación 😉.
Un abrazo.
Natalia, que certero e ilustrativo tu análisis sobre las dudas, como motor de búsqueda del escritor.
Me quedo con la imagen del carpintero q sabe cómo es un trabajo bien hecho, porque lo reconocer en el trabajo de otros, mejores q él.
Guardaré la lupa, como amuleto motivacional y compraré un martillo!!
La idea de Rosa es muy pertinente. Y guardar esa obra para la jubilación es un poquillo tardía. Piensa tu los lectores-escritores q podrían encontrar caminos y certezas en tus páginas, en los siguientes años Hacerlos esperar 20 o más años? El maestro también contrae deudas con sus alumnos:-)
Abrazos a todos.
Gabriel