A lo largo de los años, en estos artículos hemos hablado de los diversos elementos que contribuyen a crear una (buena) obra de ficción. Está la mirada propia del escritor; están su bagaje literario, cultural y social; está su conocimiento de los recursos y herramientas del escritor, su conocimiento del oficio; está su dominio del lenguaje… Y está también el tiempo, el tiempo que el autor dedica a su obra. Porque la escritura necesita tiempo.
Quizá nunca te hayas parado a pensar que el tiempo es un elemento que colabora en la creación de la obra literaria, pero lo es. Y es un elemento importante. Las novelas, los relatos, las poesías que leemos, nos gustan y admiramos han exigido mucho tiempo: tiempo de reflexión, de escritura y de revisión.
Si en tu escritura hay todavía aspectos que no te acaban de convencer, si sientes que no te aproximas todavía a la calidad de las obras cuya lectura disfrutas, es muy posible que lo que necesites sea darte tiempo. Dártelo a distintos niveles y de distintas maneras.
Tiempo para leer
El primer tiempo que debería concederse un escritor es tiempo para leer.
Un escritor necesita ser un lector voraz y, sobre todo, un lector analítico. Por un lado, porque leer es un modo de aprender de los mejores maestros y conocer cómo lo han hecho ellos; cómo han trabajado sus obras, qué recursos han utilizado, cómo los han empleado y con qué efecto.
Al tiempo, el escritor necesita tener una visión lo más amplia posible del corpus literario universal, tanto de las obras que se han escrito antes de él (especialmente aquellas reconocidas por público y crítica como canónicas) y las que están escribiendo sus contemporáneos.
Un texto literario no sale de la nada, es fruto de una miríada de influencias (conscientes o no), se relaciona con la gran familia de todas las obras escritas y se alimenta del aliento y la sangre de la literatura universal. En un texto, están siempre todos los demás textos.
Dedicar tiempo a leer es lo mejor que puedes hacer si quieres escribir cada vez mejor. No pienses que el tiempo que empleas en leer es tiempo que restas a la escritura. Al contrario, es tiempo que sumas. Cada hora invertida leyendo buenos libros multiplicará las posibilidades de que tu propia obra mejore y gane en hondura y literariedad.
Por supuesto, sobra decir que debes llevar una dieta de lecturas variada. Aunque te apasione un género (seguramente el que escribes), leer solo obras de ese género va a limitar tu idea de lo que es la literatura y las miles de formas en las que se manifiesta.
Aquí tienes nuestra lista de lecturas recomendadas.
Además, conviene que leas también obras sobre escritura y creación literaria, que te ayuden a reflexionar sobre los distintos modos de hacer literarios y te ayuden a afinar la mirada con la que lees tanto tu propia obra como las ajenas.
También tenemos una lista de lecturas sobre creación literaria que puedes ver siguiendo este enlace.
Tiempo para escribir
El autor también necesita, como es lógico, tiempo para escribir.
No queremos decir con esto que necesite tiempo en su día a día para dedicarse a la faena neta de la escritura, un tiempo de calidad que le permita trabajar concentrado; aunque sin duda ese tiempo es imprescindible.
Lo que queremos significar es que necesita tomarse tiempo para alumbrar su obra, para pensarla, para escribirla, para trabajar en ella con dedicación, con tranquilidad, con inteligencia.
En su libro Literatura y edición, Eva Ariza Trinidad cita a Gardner Bostford, quien trabajó como editor en la revista The New Yorker. De su experiencia, Bostford extrajo varias reglas generales, de las cuales la primera reza:
Regla general n.º 1: para ser bueno, un texto requiere la inversión de una cantidad determinada de tiempo, por parte del escritor o del editor. Wechsberg era rápido; por eso, sus editores tenían que estar despiertos toda la noche. A Joseph Mitchel le costaba muchísimo tiempo escribir un texto, pero, cuando lo entregaba, se podía editar en el tiempo que cuesta tomar un café.
Algunos escritores tienen prisa por concluir sus obras; una especie de compulsión los lleva a escribir rápido y pasar a otra cosa, a otra historia. Esa forma de escribir implica que la obra tendrá, casi con seguridad, errores que deberán ser subsanados.
Es probable que el escritor raudo no haga ese trabajo. Para él la obra está finalizada y ya está trabajando en otra. El trabajo recaerá por tanto en el editor. El problema es que puede que esa obra nunca cuente con un editor: este captará sus fallos evidentes y la desestimará; o quizá sea una obra destinada a la autopublicación.
De manera que tómate tiempo para trabajar en tus textos. Tiempo para hacer el trabajo duro de escribir y el trabajo blando de pensar. Invierte las semanas, meses o años que sean necesarios para gestar y dar a luz una obra lo más perfecta posible.
Tiempo para revisar
Si hay una fase del proceso de escritura en la que al escritor le gusta ser expeditivo esa es la fase de revisión.
Sin embargo, la revisión es el momento en el que el verdadero escritor sale a la luz. Con el texto completo, tiene una imagen global de la obra que le permite comprender sus fallos, que deberá enmendar con cuidado.
La revisión también es el momento de trabajar (de luchar) con el lenguaje, para redondear y hermosear las frases, para sustituir aquellas palabras equivocadas y esforzarse en dar con la palabra justa. Pergeñar una buena frase, un buen párrafo, puede llevar mucho tiempo. Pulirlos, corregirlos y perfeccionarlos, también.
La revisión es también el momento de sacarle brillo al estilo, a la voz que va a hacer único ese texto y que ayudará a distinguir a su autor del resto y a esa obra de las demás.
No tengas prisa durante la fase de revisión. Date el tiempo suficiente, aunque te parezca mucho, para trabajar en tu texto con la meticulosidad de un relojero que engazar piezas delicadísimas.
Tiempo para madurar
Por último, el escritor necesita también tiempo para madurar.
Aprender todo lo necesario sobre técnica literaria, leer aquellos libros canónicos que un escritor no puede no conocer, desarrollar una poética propia, conocer su proceso de escritura y crear un estilo personal no es algo que suceda de la noche a la mañana.
Cada línea y cada página escritas, cada libro leído, cada obra terminada es un pequeño paso, un escalón que te hace crecer y madurar como escritor. Cuando se está al comienzo del camino es normal sentir cierta prisa, deseos de convertirse pronto, enseguida, en el escritor que se aspira a ser.
Pero ese escritor no va a nacer de la nada, se irá haciendo poco a poco, te convertirás en él por tus pasos contados. Date el tiempo para lograrlo, desarrolla la paciencia que hará tu escritura florecer y madurar. Y nunca dejes de esforzarte.
La combinación de tiempo y esfuerzo te llevará allí donde sueñas con llegar.
Para escribir se necesita tiempo y hay que tener las ideas maduras; sin embargo, la escritura cuesta no solo tiempo. Y para eso es necesario tener no solo el momento, sino también el estado de ánimo adecuado. Mucho esfuerzo y dedicación.
Excelente artículo. Muy cierto. Estoy escribiendo mi primera novela, la cuál comencé hace años unos pocos años, y recién hace muy poco que estoy más convencido sobre como encajar todas las piezas. En este tiempo que transcurrió, se sumaron (y aún se suman) muchas ideas que nutren mucho más la historia de lo que me habría imaginado. Si me hubiera apurado a terminarla, de seguro que habría tenido mucho menos valor en el contenido de lo que considero que está teniendo por dedicarle tanto tiempo a pensarla y desarrollarla.
Un artículo estupendo que lleva a reflexionar sobre la singularidad del tiempo, al ser único para cada persona. Y, por tanto, para cada escritor/a. Hay quien es capaz de concebir y escribir un libro cada año y otros, sin embargo, necesitan años para ver terminada su obra. Lo mejor, para evitar frustraciones, es conocerse a uno mismo y saber cuál es «tu tiempo», único e intransferible.
P.D.: Gracias por los enlaces a las recomendaciones de lecturas 😊.
Siento que la propia vida me obligó a ponerle tiempo a la obra que estoy intentando escribir. Iba a inscribirme a un concurso pero me confundí con los tiempos y no pude. Sin embargo siento que es lo mejor, porque voy a poder dedicarle mucho más tiempo a la revisión y a madurarla. Pero tengo una pregunta: ¿más tiempo puede implicar más cálidad? ¿Hasta qué punto? ¿Valen más 1.000 palabras pensadas con cabeza en una tarde larga que 3.000 o 5.000 en todo el día? ¿O alguien que escribe 1.000 palabras malas seguirá escribiendo 5.000 palabras malas en el mismo tiempo o un poco más sin ver cambios significativos?
La cuestión, a nuestro juicio, es: procurar no escribir cualquier número de palabras malas por no darse el tiempo para escribirlas buenas, por tener prisa, por precipitarse. Y, si se es consciente de que las palabras que se han escrito, por la razón que sea, son malas, no darlas por buenas solo por el tiempo que llevó escribirlas; borrarlas o seguir trabajando en ellas hasta que sean buenas, lleve el tiempo que lleve.
Un abrazo.
Totalmente de acuerdo.
Buenas tardes. El tiempo para reflexionar en la etapa de planteamiento es muy importante. A veces cuesta encontrarlo y aparece en los momentos más insospechados. En la ducha, por ejemplo, cuando nadie invade tu espacio; también en otros sin duda, pero la reflexión sobre si debe asesinar a personajes que sobran, elementos de la trama disonantes, etcétera, han de reflexionarse antes de ponerse a escribir el primer borrador.
Tal vez y desde mi punto de vista, falta el tiempo para organizar el tiempo. Yo lo llamo tiempo vacío, es el momento donde dejo de lado la escritura (soy aprendiz) divago en otros mundos, me alejo del teclado, desconectado mi mente de la historia. Un tiempo para aquietar la mente. Es en ese tiempo, donde de alguna manera, las ideas se organizan, al regresar, y leer los últimos párrafos, el tiempo vacío se llena con otras ideas. Es solo mi experiencia.