He oído decir que el cuento es uno de los géneros literarios más difíciles, y siempre me ha intrigado saber por qué la gente siente así de lo que para mí es la forma más natural y propia de la expresión humana. Lejos de verla como una operación complicada, uno crece desde niño oyendo y contando cuentos. Yo sospecho que la mayoría de ustedes ha estado toda su vida contando cuentos, y sin embargo han venido hasta aquí para averiguar cómo hacerlo.
Me parece a mí que discutir la escritura de un cuento en términos de trama, personajes y tema es como tratar de describir la expresión de una cara señalando dónde están los ojos, dónde la nariz y dónde la boca. […] Supongo que las cosas más obvias son las que más resisten una definición. Todo el mundo cree saber qué es un cuento. Pero si uno le pide a un estudiante, que recién empieza, que escriba un cuento, se expone uno a recibir casi cualquier cosa: una evocación, un episodio, una opinión, una anécdota. Cualquier cosa menos un cuento.
Un cuento es el desarrollo completo de una acción dramática. En los buenos cuentos, los personajes son mostrados a través de la acción y la acción es gobernada por medio de los personajes. Y como resultado de todos los hechos presentados surge un significado [1]. Yo, por mi parte, prefiero decir que un cuento es un hecho dramático que involucra a una persona, por el hecho de ser una persona y por el hecho de ser una persona en particular. Es decir, por participar de la condición humana en general y de una situación humana específica. Los cuentos siempre tratan, de una manera dramática, acerca del misterio de la personalidad.
He notado que los cuentos de escritores principiantes están saturados de emoción, pero generalmente es difícil determinar a quién pertenece esa emoción. Los diálogos avanzan sin el auxilio de personajes que pueda uno realmente ver, y desde cada rincón del cuento se derraman los conceptos. Lo que ocurre con frecuencia es que el novato sólo está interesado en sus ideas y emociones, y no en la acción dramática, y es o muy indolente o muy pretencioso para descender al nivel en donde opera la ficción.
Piensa el novato que el juicio se encuentra en un lugar y las impresiones sensoriales en otro. Pero para el escritor de ficción, el juicio debe partir de los detalles que ve y de la manera en que los ve. […] Sin embargo, al decir que la ficción procede por el uso de detalles, no me refiero a la simple y mecánica acumulación de detalles. El detalle tiene que estar controlado por algún propósito general, y cada detalle tiene que estar al servicio del escritor. El Arte es selectivo. Lo que hay es esencial y crea movimiento.
Un buen cuento no debe tener menos significado que una novela, ni debe su acción ser menos completa. Nada que sea esencial a la experiencia principal puede ser dejado de lado. Toda la acción tiene que quedar satisfactoriamente explicada en términos de motivaciones, y tiene que haber un principio, un medio y un final, aunque tal vez no en ese orden. Creo que mucha gente decide que quiere escribir cuentos porque los cuentos son breves, y al decir breves piensan que son breves en todo sentido. Creen que un cuento es una acción incompleta en la que muy poco es mostrado y mucho es sugerido, y creen que la manera de sugerir una cosa es omitiéndola. Cuesta sacar de este error a los escritores principiantes, porque creen que al omitir algo están siendo sutiles. Y cuando uno les dice que deben poner algo en el papel para que alguna cosa quede, piensan que uno es un estúpido insensible.
Quizá, la cuestión central en cualquier discusión acerca del cuento es explicar a qué se refiere uno al decir que son breves. Que algo sea breve no quiere decir que sea superficial. Un cuento debe tener profundidad y debe permitirnos experimentar un significado. Tengo una tía que piensa que en un cuento no pasa nada a menos que al final alguien sea asesinado o se case.
El problema peculiar del escritor de cuentos es hacer que la acción descripta revele tanto como sea posible del misterio de la existencia. El escritor tiene un espacio limitado para hacerlo y no puede simplemente enunciar sus ideas. No tiene que declarar este misterio, sino mostrarlo, y mostrarlo a través de lo concreto. Así, en realidad, el problema del escritor de ficción es hacer que lo concreto rinda para él todo el partido posible.
Me parece que la única manera de aprender a escribir cuentos es escribirlos y tratar de descubrir luego qué es lo que uno ha hecho. Hay que pensar en la técnica sólo con el cuento ya frente a uno. El maestro puede guiar al estudiante mirando su trabajo, tratando de ayudarlo a decidir si lo que ha escrito es una historia cerrada donde la acción ilumina completamente el significado.
Fuente: Writting Short Stories, Flannery O’Connor
Buenos días. Os dejo mi reseña de El negro artificial, por si os apetece leerla. Un cordial saludo
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