Con la irrupción de internet, los blogs y las redes sociales, al tiempo que con la merma paulatina del espacio que los medios tradicionales le dedican, el mapa de la crítica literaria se ha transformado.
Cada vez es mayor el auge de lo que podemos llamar «la crítica espontánea». Es decir, la crítica realizada de manera directa, natural y voluntaria por el público lector, por la opinión pública y sus intérpretes inmediatos.
Esta crítica literaria espontánea se diferencia de la crítica profesional, ejercida por profesionales especializados cuyo trabajo es leer libros para extraer de ellos una doctrina común, estableciendo relaciones, cánones, catálogos, vínculos y asociaciones entre las obras de todos los tiempos y de todas las procedencias (geográficas, intelectuales, sociales, estilísticas, etc.).
También se diferencia la crítica literaria espontánea de la crítica que realizan los propios escritores cuando reflexionan sobre su arte comparando estilos, técnicas y recursos empleados en sus obras por el resto de escritores, sean contemporáneos o no.
No obstante, es cierto que muchas veces los tres tipos de crítica que hemos diferenciado se entremezclan entre sí.
Qué es la crítica literaria espontánea
La crítica literaria espontánea la desarrollan, como queda dicho, lectores que, por lo general, no pertenecen al mundo literario. No al menos de manera oficial.
Su origen se encuentra en la conversación diletante, cuando los aficionados a la lectura comentan sus últimas lecturas o algún título de actualidad con otros aficionados como ellos.
Se intercambian puntos de vista, cada quien defiende con pasión y elocuencia sus puntos de vista. Se comporte con entusiasmo lo que se admira y lo que aborrece, la aprobación o la desaprobación por una obra.
Este tipo de crítica literaria se circunscribe al momento presente, no tiene necesariamente voluntad de perdurar.
Sería un error condenar o simplemente no escuchar el rumor que genera la crítica espontánea, porque es el pulso de la literatura y señala su estado de salud.
Riesgos de la crítica literaria espontánea
Pero, muchas veces, esta animada conversación de fondo sobre literatura corre el riesgo de convertirse en cháchara.
Por ejemplo, cuando se habla de un libro sin haberlo leído con la suficiente atención o incluso sin haberlo leído en absoluto.
O cuando la mayoría de los lectores se deja llevar por la moda o el esnobismo.
Además, como hemos dicho más arriba la crítica espontánea se ciñe a la actualidad, a lo presente. Por eso sucede que libros o autores que estuvieron de moda hace unas décadas (incluso hace tan solo unos años) descansan ahora en el olvido.
Esta situación tiene que ver con la falta de una lectura atenta y por la tendencia a dejarse llevar por la moda. Sin embargo, no indica que los argumentos en los que se apoyaba la crítica fueran erróneos o falaces. Simplemente, eran válidos solo para el momento concreto en que se esgrimieron y quedaron superados con rapidez.
Otro caso es cuando no existen argumentos. A menudo la crítica espontánea se reduce a un escueto «un muy buen libro», acompañado de un breve resumen del argumento. Como se omiten las razones en las que se apoya el juicio (el libro es bueno, pero en ningún momento se especifica por qué), una vez que se desvanece su popularidad o pasa el tiempo, el lector ya no encuentra argumentos que le animen a leer esa obra.
Necesidad de la crítica literaria espontánea
Como hemos dicho, esta crítica espontánea, hecha por los lectores con pasión, pero muchas veces sin los conocimientos literarios precisos, es, a pesar de sus fallos, necesaria.
Su existencia señala la vitalidad de la vida literaria, de la creación literaria, de la escritura y de la lectura.
La crítica espontánea mantiene un diálogo vivo con las obras, en especial con las del momento; es múltiple, contradictoria, está en perpetuo cambio, siempre abierta a la curiosidad.
Es una crítica efímera, casi siempre rechazada por la crítica profesional. Sin embargo cumple una función básica en el ecosistema de la literatura y como tal debe ser apreciada.