¿Qué distingue a un escritor del resto de los mortales? ¿Que sabe escribir? No, eso lo sabemos hacer la mayoría. ¿Que conoce cómo funciona un texto literario y sabe por tanto cómo crear los suyos con eficacia? Sí, por ahí nos vamos acercando. Pero lo que de verdad distingue a un escritor del resto es su mirada: la mirada del escritor.
De hecho, podríamos decir que la mirada del escritor es lo que diferencia a un gran escritor de un escritor mediocre. El primero, gracias a su mirada, escribirá obras de arte; el segundo solo obras banales, porque su mirada es como la de todo el mundo.
En palabras de Vladimir Nabokov:
El arte de escribir es una actividad fútil si no supone ante todo el arte de ver el mundo como el sustrato potencial de la ficción. Puede que la materia de este mundo sea bastante real (dentro de las limitaciones de la realidad), pero no existe en absoluto como un todo fijo y aceptado: es el caos, y a este caos le dice el autor: «¡Anda!», dejando que el mundo vibre y se funda.
La mirada del escritor es, entonces, un punto básico. Tal vez cuando decimos que un escritor tiene talento lo que queremos decir en realidad es que tiene una mirada propia, única. Analicemos en qué consiste la mirada del escritor y cómo afinarla.
La mirada del escritor
En su pequeño (pero contundente) ensayo Lo más parecido a la vida, James Wood nos dice que un escritor debe ser capaz de mirar en serio y caer en la cuenta. Wood trae a colación un pequeño fragmento de un ensayo de John Berger sobre el dibujo en el que el pintor y escritor apunta:
Dibujar es mirar, examinando la estructura de las experiencias. Un dibujo de un árbol no muestra un árbol, sino un árbol que está siendo contemplado. Si bien la visión de un árbol se registra casi instantáneamente, el examen de la visión de un árbol (un árbol que está siendo contemplado) no solo lleva minutos u horas en vez de una fracción de segundo, sino que tiene que ver con la experiencia previa de mirar, deriva de ella y a ella se refiere.
Berger, además de pintor, era escritor. De modo que resulta muy sencillo extrapolar sus palabras y referirlas a la escritura. El escritor, como el pintor, necesita «examinar la estructura de las experiencias», y cuando contempla un árbol no se detiene únicamente en lo que ese árbol es, sino que presta atención también (cae en la cuenta) a lo que ese árbol representa para el que lo ve, lo que provoca en él.
Wood resume, usando de nuevo palabras de Berger: «Los civiles solo ven, mientras los artistas miran».
El artista, el escritor, mira. Mira con una atención especial y, al hacerlo, capta más que lo evidente. No solo ve el objeto, lo que tiene delante; podría decirse que, de algún modo, ve también el ojo que lo mira.
Mirar el objeto
Pero vayamos por partes: primero el artista mira el objeto. Es un árbol, sí. Pero ¿un árbol joven o añoso?, ¿con hojas o desnudo?, quizá está florecido, ¿a su pie hay un terreno pedregoso o jugosa hierba?, ¿se recorta contra un cielo nuboso o límpido?… El artista toma nota de esos mil detalles y, al tiempo, los coteja con los mil detalles de otros árboles que ha contemplado a lo largo de su vida; pero también con otros objetos que no son árboles, pero con los que, después de todo, encuentra una similitud.
También, de acuerdo con Wood, brota en él el recuerdo de los árboles sobre los que ha leído:
Berger afirma que todo buen dibujo de un árbol guarda relación con todos los buenos dibujos anteriores de un árbol, ya que los artistas aprenden tanto mirando el mundo como mirando lo que otros artistas han hecho con el mundo. Nuestra mirada siempre está matizada por otras representaciones de la mirada.
De nuevo, podemos llevar a la escritura las indicaciones de Berger sobre el dibujo: un escritor también aprende a mirar siendo consciente de cómo han mirado otros escritores antes que él. ¿Cómo han hablado otros autores de los árboles?, ¿cómo los han descrito y tratado en sus obras?
De esa mirada atenta y meticulosa, que percibe, recuerda y asocia, surge una visión particular: la de ese escritor en concreto. Y de esa mirada particular brotan las imágenes y metáforas que después llevará a sus textos: un árbol puede recordar a un plumero, unos brazos tendidos e implorantes, una llama verde, una escalera hacia el cielo…
Conciencia de sí
Pero hemos dicho que el artista, el escritor, no solo ve el objeto, también se ve a sí mismo mirando. Y al ser consciente del ojo que mira, puede registrar lo que sucede en su interior. Wood apostilla: «Esta experiencia de mirar las cosas genera una intensa conciencia de sí» y «Muchas de las cosas de las que nos damos cuenta al mirar hacia fuera suponen también descubrimientos internos».
El escritor atesorará esos descubrimientos para echar mano de ellos al escribir.
Ya que si el dibujo de un árbol no es un árbol, sino «un árbol que está siendo contemplado», la descripción de un árbol no es un árbol, sino un árbol que está siendo contemplado y descrito.
¿Cómo se sintió él al contemplar el árbol? Ese sentimiento debe formar parte de la descripción. Los estados de ánimo forman parte de la mirada de escritor, porque esta no se detiene solo en lo externo, en lo aparente, sino que, por el contrario, tiene siempre «una intensa conciencia de sí».
Precisamente esa conciencia de sí ayuda al escritor cuando lo que necesita es crear otras conciencias, las de los personajes. Entonces trasmuta su mirada y mira como lo haría ese personaje. De nuevo no atiende solo a lo aparente, sino que da un paso atrás para mirar al que mira. Y describe o narra de acuerdo con la mirada que puede tener ese personaje en concreto, de acuerdo con las características psicológicas que el autor le ha dado. Si el personaje es un hombre trivial en el árbol verá leña, un campesino puede que piense en sus frutos, un enamorado querrá grabar el nombre de su amada en su tronco y un poeta se tumbará a soñar bajo su sombra…
Por qué la mirada del escritor importa
La mirada del escritor importa porque de ella surgen los detalles que serán los que den vida a la obra.
James Wood lo explica con un ejemplo tomado de la novela Carpe diem, de Saul Bellow. En ella, el protagonista ve en un gimnasio a dos hombres que juegan al pimpón, acaban de salir de la sauna y llevan toallas enrolladas a la cintura. Bellow los describe: «Se movían con torpeza y la pelota rebotaba muy alto».
Wood dice que un escritor ordinario se habría limitado a decir «Dos hombres estaban jugando a tenis de mesa con unas toallas a la cintura». Pero Bellow no se queda ahí:
Ve que los hombres se mueven con torpeza porque llevan las toallas y que, por lo tanto, juegan mal. Tienen miedo de que se les caigan las toallas y se limitan a fingir que juegan, por lo que lo hacen con indecisión y «la pelota rebotaba muy alto».
La mirada del escritor ha visto más que a dos hombres jugando al pimpón. Ha visto los gestos torpes del que trata de moverse con una toalla enrollada a la cintura. Y ha visto también el miedo a que se les caigan las toallas, el temor a padecer la vergüenza de quedar desnudos, que imposibilita que se tomen el juego en serio.
Ha visto mucho más que lo aparente. Ha visto lo de fuera y ha visto lo de dentro. Y al incorporar ese detalle transmite una increíble sensación de realidad. Convierte la literatura en vida.
Cómo afinar tu mirada
De todo lo dicho se pueden extraer algunas ideas que ayuden al escritor a afinar su mirada. Porque, como el resto de las virtudes del escritor, la mirada no es innata (o no en todos los casos), pero puede aprenderse y entrenarse.
- Tómate tu tiempo para mirar y atiende a los detalles de lo que contemplas. Un simple vistazo no basta.
- Mira también hacia adentro y toma nota de las impresiones que causa en ti lo contemplado.
- Lee fijándote en cómo otros escritores miran, retratan y describen el mundo. Recuerda que «Nuestra mirada siempre está matizada por otras representaciones de la mirada». Elige a los grandes autores, porque ellos son quienes mejor han sabido mirar el mundo.
¿Qué otras ideas se te ocurren para desarrollar la mirada del escritor?, ¿cómo trabajas tú la tuya? ¿Eres consciente de ella? Conversamos aquí debajo, en los comentarios, tus aportaciones son muy bienvenidas.
Y si quieres recibir artículos como este cada semana en tu correo, únete a nuestra comunidad de escritores. Solo tienes que dejar tu nombre y tu dirección de email en el formulario que encontrarás más abajo.
La mirada del escritor es como la visión del fotógrafo que ve lo que los demás no están viendo. Hacen una abstracción de la realidad y nos devuelve una toma que, aunque también hemos visto los mismos elementos, no imaginamos una composición como tal. Como lo hace el pintor.
Totalmente de acuerdo. Muy acertada comparación.
Saludos.
Hola Natalia, excelente artículo, me hace reflexionar y me impulsa a desarrollar aun mas esa mirada critica que debemos tener quienes pretendemos ser escritores, ,muchas gracias , un saludo desde Colombia.
¡Excelente artículo! Me encantó.
Creo que, al final, se trata de narrar, con un punto de vista personal, la experiencia que se tiene al sumergirse en una historia. No solo se trata de contar o mostrar, sino de pensar y mostrar ese pensamiento al resto del mundo.
En conclusión, como todo artista, es expresarse.
Todo acto, toda persona, todo árbol, toda hoja de un arbol es única e irrepetible. Nunca podemos bañarnos dos veces en el mismo río. Una mirada superficial hablaría de repeticiones. Una mirada atenta debería ser capaz de descubrir los detalles que hacen único el acto, la persona, el árbol, la hoja…
Interesante artículo. Un proverbio ruso dice: «Hay quien va por el bosque y no ve más que leña por el fuego». Los que ya tenemos una buena cantidad de años, hemos aprendido que lo bueno de las cosas no es lo de fuera, es lo de dentro. Hasta las tabletas de chocolate, lo interesante es lo de dentro, y ya no digamos las personas.
un GRACIAS es ese àrbol que acaba de mostrarsème, pero cuando me detengo a mirarlo detenidamente, ademàs de mirar veo las oportunidades que comienza mi alma a mostarme.
ahora llega la lluvia añorada.
Si mi trama es buena , mi mirada se volverá profunda y sabré si merece la pena seguir con mi proyecto. Buceo en lo más hondo de mi mirada y a ratos en lo más superficial. Suelo mirar y rebuscar en los rincones de mi alma. Me favorece mirar , observar cualquier nimiedad que por insignificante que parezca, al final luce como broche brillante. Miro mejor cuando estoy en total soledad y nada me distrae. Recomiendo leer a los clásicos.