Los otros oficios de los escritores

Carmina non dant panem; muchos escritores, para mantenerse, han tenido que trabajar. A comienzos del siglo XX —antes de que el Estado mecenas comenzara a ofrecer a los intelectuales variadas prebendas—, los trabajos podían ser de lo más extravagantes y, a veces, rozaban lo extremo; pero casi todos, poetas y narradores, coincidían en quejarse de que la escritura era la tarea más agotadora de todas.

Charles Bukowski trabajó durante catorce años como cartero. Maxim Gorki era todavía un niño cuando entró a trabajar como descargador en el Volga, acarreado él solo, «para envidia de los mayores», cajas de cien libras. A veces los trabajos más sedentarios pueden parecerles extenuantes a algunos escritores: si Anatole France dirigió durante quince años la Biblioteca del Senado francés, Marcel Proust no resistió ni un solo día en la Biblioteca Mazarin.

Muchos escritores se quejan de la naturaleza vampírica de la escritura. Italo Svevo, para convertirse en «un buen industrial», se obligó a abandonar las novelas, porque si se le ocurría una sola frase, ya estaba perdido para la vida activa durante una semana entera. De hecho, tras los trabajos forzados a los que se dedicaban los escritores del primer tercio del siglo XX, a menudo se prefieren los trabajos más distantes y mecánicos.

Bohumil Hrabal trabajó en las acerías y casi pierde la vida en el empeño. Georges Perec no abandonó su empleo subalterno de documentalista en un laboratorio médico. Kafka, sin embargo, tenía remordimientos por trabajar como agente de seguros. Eliot renunció a enseñar en Harvard para ser empleado de banca. Guillaume Apollinaire también trabajó como empleado de banco.

Para algunos el trabajo elegido no era la escritura. Boris Vian, seguramente, amaba más el jazz y su trompeta. Antoine de Saint-Exupéry pensaba que su verdadero trabajo consistía en pilotar aviones. Raffaele Viviani fue acróbata.

Sobre todo, los escritores del siglo XX obligados a vivir trabajando envidiaban a los colegas que se consagraban a la literatura. Svevo admiraba la firme dedicación de Joyce a su propio talento. Normalmente, las horas perdidas con los trabajos alimenticios trabajaron subterráneamente, y al final casi siempre afloraron en las obras maestras de los escritores.

Extraído de Trabajos Forzados. Los otros oficios de los escritores. Madrid, Impedimenta, 2011

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CATEGORÍAS: Escritura Creativa

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